POESÍA
LATINA
En los primeros tiempos, la
península itálica contaba con tres lenguas sin literatura
propia: el osco, el humbro y el latín. Con el paso del tiempo, y
coincidiendo con el crecimiento político y militar de Roma, el
latín adquiere preponderancia y surgen los primeros textos
literarios hacia el siglo III a.C., por contacto con la
literatura griega, aunque su influencia se irá paliando debido a
las características del latín, muy distinto del griego,
escindiéndose en dos direcciones: los historiadores y los poetas
emplean un lenguaje rígido y de precisión lapidaria, mientas
que los comediógrafos emplean un lenguaje más popular. La
poesía latina suele dividirse en tres períodos:
1).- ARCAICO
(Siglo III 78 a.C.): En el siglo III a.C., Livio
Andrónico realiza una traducción muy libre de la Odisea,
que ejercerá una enorme influencia en Roma. Con Ennio
(239-169 a.C.) la poesía épica se consolida con Anales,
considerada la epopeya nacional hasta la aparición de la Eneida.
Como derivación de la épica surge la poesía didáctica, que
tiene como finalidad no los mitos sino la enseñanza, y cuya
máxima figura es Lucrecio Caro (S. I a.C.) con una
obra poético filosófica influenciada por las doctrinas
de Epicuro.
En el siglo II a.C. aparece un
género nuevo y genuinamente romano, la sátira, considerándose
padre de la misma a Lucilio (hacia 180 a.C.), el
cual, con un lenguaje popular, utiliza la poesía para realizar
feroces críticas a personajes, vicios de la sociedad, literatura
o teorías filosóficas.
2).- CLÁSICO
(78 a.C. - 14 d.C.): Coincidiendo con los últimos tiempos de la
República y el reinado de Augusto surge la voz de Virgilio
(70 a.C. - 19 d.C.), uno de los más grandes poetas latinos y de
los que más influencia ejercieron para la posteridad, que
cultivó prácticamente todos los géneros, con sus obras Bucólicas,
sobre su profundo amor a la naturaleza, Geórgicas, en el
que habla del cultivo del campo, y sobre todo, la Eneida,
donde narra el origen y crecimiento del pueblo romano.
En la primera mitad del siglo I
a.C. aparecen los poetas denominados neotéricos, que,
abandonando la épica, propugnaron la realización de pequeñas
composiciones sobre la intimidad y la vida privada, buscando la
perfección métrica. Su mayor figura fue Catulo
(84-54 a.C.), cuyos temas fueron muy variados: la tristeza del
amor, el erotismo, descripciones de la naturaleza, sátiras
privadas e incluso pasquines políticos. Otro gran lírico fue Ovidio
(43 a.C. 17 d.C), que conoció la vida espléndida y
alegre de Roma y murió desterrado en el Ponto Euxino.
Precisamente su destierro le consagró como poeta elegíaco. Su
obra capital es la Metamorfosis.
Cerrando el periodo clásico
aparece otra gran figura, Horacio (68 8
a.C.), gran cultivador de la sátira, pero, a diferencia de
períodos anteriores (la situación política tampoco era la
propicia) reprende con suavidad irónica y prudente, y
difícilmente se pueden conocer los destinatarios de sus poemas.
3).- IMPERIAL
(14-117 d.C.): En el siglo I d.C. el "español" Lucano
supone el único intento de resucitar la épica con la Farsalia,
sobre la guerra civil entre César y Pompeyo, aunque la obra se
resiente un poco por su extensión (10 libros), su minucioso
carácter histórico y su trasfondo moral.
La gran producción poética de
esta etapa se produce en el terreno de la sátira. Persio
(34-62 d.C.) puso su poesía al servicio de la filosofía estoica
y Juvenal (60-130 d.C.) fustigó las corrompidas
costumbres de su tiempo con unas sátiras feroces. Marcial
(S. I d.C.) recuperó el epigrama griego de la época
helenística para hacer una poesía de alta calidad referida a
personas, cosas y sucesos de su tiempo.
Boecio (480-525)
marca el fin de la poesía latina propiamente dicha. Fue un
neoplatónico cuyas conclusiones van a parar a términos
idénticos a la ideología cristiana, lo que, unido a su
ejecución por causas políticas, le ha conferido la condición
de mártir cristiano.
MARCIAL
Marco Valerio Marcial nació en
Bílbilis, cerca de la actual Calatayud, en Aragón (España),
entre los años 38 y 41. Pasados los veinte años acude a Roma
para acabar sus estudios y adquirir la fama que cree merecer.
Busca acogida de alguno de los literatos hispanos que ya han
triunfado, encontrándolo en Séneca, pero el final de éste y su
círculo tras el descubrimiento de la conjura de Pisón contra
Nerón deja a Marcial en una situación precaria. Aunque al final
alcanzara gran notoriedad, su situación económica no fue nunca
buena y siempre ligada a la figura del "cliente" bajo
la protección de un patrono poderoso, al que debía presentar
sus saludos cada mañana y también darle apoyo político a
cambio de comida y/o dinero. Al final de su vida regresa a su
tierra donde morirá en el año 104.
La obra de Marcial nos ha
llegado agrupada en quince libros: Liber de spectaculis
(con motivo de la inauguración del Coliseo), Xenia
(dísticos con motivo de las Saturnales), Apophoreta
(dísticos dedicados a los regalos de los patronos a sus
invitados en los banquetes) y doce libros de Epigramas,
género donde destacó especialmente. En palabras de Plinio:
"Era un hombre ingenioso, agudo, picante y que escribía con
mucha hiel y sal, pero también con ternura..."
Los epigramas de Marcial van
desde el hondo lirismo hasta la obscenidad y se refieren a
personas o cosas de su tiempo y sus costumbres. Para esta
antología se ha utilizado la traducción de María Ohannesian.
(Del Libro I de
Epigramas)
Hic est quem legis ille, quem
requiris,
toto notus in orbe Martialis
argutis epigrammaton libellis:
cui, lector studiose, quod
dedisti
uiuenti decus atque
sentienti,
rari post cineres habent
poetae.
XIX
Si memini, ferant tibi
quattuor, Aelia, dentes:
expulit una duos tussis et
una duos.
Iam secura potes totis
tussire diebus:
nil istic quod agat tertia
tussis habet.
XXXVII
Ventris onus misero,nec te
pudet, excipis auro,
Basse, bibis uitro: carius
ergo cacas.
LXXXVIII
Alcime, quem raptum domino
crescentibus annis
Labicana leui caespite uelat
humus,
accipe non Pario nutantia
pondera saxo,
quae cineri uanus dat ruitura
labor,
sed faciles buxos et opacas
palmitis umbras
quaeque uirent lacrimis
roscida prata meis
accipe, care puer, nostri
monimenta doloris:
hic tibi perpetuo tempore
uiuet honor.
Cum mihi supremos Lachesis
perneuerit annos,
non aliter cineres mando
iacere meos.
CXVII
Occurris quotiens, Luperce,
nobis,
"Vis mittam puerum"
subinde dicis,
"cui tradas epigrammaton
libellum,
lectum quem tibi protinus
remittam?"
Non est quod puerum, Luperce,
uexes.
Longum est, si uelit ad Pirum
uenire,
et scalis habito tribus, sed
altis.
Quod quaeris propius petas
licebit.
Argi nempe soles subire
Letum:
contra Caesaris est forum
taberna
scriptis postibus hinc et
inde totis,
omnis ut cito perlegas
poetas:
illinc me pete. Nec roges Atrectum
hoc nomen dominus gerit
tabernae ;
de primo dabit alteroue nido
rasum pumice purpuraque
cultum
denaris tibi quinque
Martialem.
"Tanti non es" ais?
Sapis, Luperce.
(Del
Libro II de Epigramas)
V
Ne ualeam, si non totis,
Deciane, diebus
et tecum totis noctibus esse
uelim.
Sed duo sunt quae nos
disiungunt milia passum:
quattuor haec fiunt, cum
rediturus eam.
Saepe domi non es; cum sis
quoque, saepe negaris:
uel tantum causis uel tibi
saepe uacas.
Te tamen ut uideam, duo milia
non piget ire;
ut te non uideam, quattuor
ire piget.
LVIII
Pexatus pulchre rides mea,
Zoile, trita.
Sunt haec trita quidem,
Zoile, sed mea sunt.
LXXX
Hostem cum fugeret, se
Fannius ipse peremit.
Hic, rogo, non furor est, ne
moriare, mori?
(Del
Libro III de Epigramas)
LXXXV
Quis tibi persuasit naris
abscidere moecho?
Non hac peccatum est parte,
marite, tibi.
Stulte, quid egisti? Nihil
hic tibi perdidit uxor,
cum sit salua tui mentula
Deiphobi.
(Del
Libro IV de Epigramas)
XVIII
Qua uicina pluit Vipsanis
porta columnis
et madet adsiduo lubricus imbre
lapis,
in iugulum pueri, qui roscida
tecta subibat,
decidit hiberno praegrauis
unda gelu:
cumque peregisset miseri
crudelia fata,
tabuit in calido uolnere
mucro tener.
Quid non saeua sibi uoluit
Fortuna licere?
Aut ubi non mors est, si
iugulatis aquae?
XXXII
Et latet et lucet
Phaethontide condita gutta,
ut uideatur apis nectare
clusa suo.
Dignum tantorum pretium tulit
illa laborum:
credibile est ipsam sic
uoluisse mori.
XXXIII
Plena laboratis habeas cum
scrinia libris,
emittis quare, Sosibiane,
nihil?
"Edent heredes"
inquis "mea carmina". Quando?
Tempus erat iam te,
Sosibiane, legi.
(Del
Libro VII de Epigramas)
XXX
Das Parthis, das Germanis,
das, Caelia, Dacis,
nec Cilicum spernis
Cappadocumque toros;
et tibi de Pharia Memphiticus
urbe fututor
nauigat, a rubris et niger
Indus aquis;
nec recutitorum fugis inguina
Iudaeorum,
nec te Sarmatico transit
Alanus equo.
Qua ratione facis, cum sis
Romana puella,
quod Romana tibi mentula
nulla placet?
(Del
Libro VIII de Epigramas)
LXIX
Miraris ueteres, Vacerra,
solos
nec laudas nisi mortuos
poetas.
Ignoscas petimus, Vacerra:
tanti
non est, ut placeam tibi,
perire.
(Del
Libro IX de Epigramas)
VIII
Nil tibi legavit Fabius,
Bithynice, cui tu
annua, si memini, milia sena
dabas.
plus nulli dedit ille: queri,
Bithynice, noli:
annua legavit milia sena tibi.
X
Nubere vis Prisco: non miror,
Paula; sapisti.
ducere te non vult Priscus:
et ille sapit.
(Del Libro XI de
Epigramas)
LXII
Lesbia se jurat gratis
numquam esse fututam.
Verum'st. Cum futui vult,
numerare solet.
LXIII
Spectas nos, Philomuse, cum
lavamur,
et quare mihi tam mutuniati
sint leves pueri subinde
quaeris.
Dicam simpliciter tibi
roganti:
pedicant, Philomuse,
curiosos.
CVII
Explicitum nobis usque ad sua
cornua librum
et quasi perlectum,
Septiciane, refers.
Omnia legisti. Credo, scio,
gaudeo, verum'st.
Perlegi libros sic ego
quinque tuos.
I
Éste es aquel al que lees,
aquel al que buscas,
Marcial, conocido en el mundo
entero
por sus agudos libros de
epigramas:
la gloria que le has dado,
entusiasta lector,
mientas estaba vivo y lo
apreciaba,
pocos poetas la tienen
después de su muerte.
XIX
Si bien recuerdo, Elia,
cuatro dientes tenías:
una tos te expulsó dos y
otra tos los otros dos.
Ya puedes toser tranquila
todos los días:
nada tiene que hacer allí
una tercera tos.
XXXVII
Sin vergüenza, el peso de tu
vientre descargas, Baso,
en miserable oro, y bebes en
vidrio; cagas, pues, más
[caro.
LXXXVIII
Álcimo, arrebatado a tu
señor en los años juveniles,
a quien con césped ligero
cubre la tierra labicana,
recibe, no el peso vacilante
del mármol de Paros,
que, destinado a perecer, un
trabajo vano ofrece a la
[ceniza,
sino sencillos bojes, opacas
sombras de pámpanos
y las hierbas que verdean
rociadas por mis lágrimas,
recibe querido niño, el
testimonio de mi pesar:
este honor vivirá
eternamente para ti.
Cuando Láquesis haya hilado
mis últimos años
no de otro modo ordeno que
descansen mis cenizas.
CXVII
Cada vez que te encuentras
conmigo, Luperco,
al momento me dices:
"Quieres que te envíe un esclavo
para que le des tu librito de
epigramas,
que te devolveré apenas lo
haya leído?"
No hay por qué atormentar a
tu esclavo, Luperco.
Largo es el camino, si quiere
venir hasta el Peral,
y vivo en un tercer piso, con
altos peldaños.
Lo que buscas, podrás
obtenerlo más cerca.
Seguramente sueles pasar por
el Argileto:
frente al foro de César hay
una librería
con las puertas llenas de
inscripciones,
para que puedas leer
rápidamente todos los poetas.
Búscame allí. Y no es
necesario que preguntes a Atrecto
-tal es el nombre del dueño
de la librería-;
te dará del primer o segundo
anaquel
pulido con piedra pómez y
ornado de púrpura
una Marcial por cinco
denarios.
¿"No vales tanto"
dices? Tienes razón, Luperco.
V
Que me muera, Deciano, si no
quisiera pasar
todos los días y todas las
noches contigo.
Pero son dos mil los pasos
que nos separan:
éstos se hacen cuatro mil
cuando tengo que volver.
A menudo no estás en casa, y
estando a menudo dices
[que no
a menudo sólo tienes tiempo
o para los pleitos o para ti.
No lamento, sin embargo,
andar dos mil pasos para verte;
pero sí lamento andar cuatro
mil pasos para no verte.
LVIII
Pulcramente vestido, Zoilo,
te ríes de mis prendas raídas.
Están en verdad raídas,
Zoilo, pero son mías.
LXXX
Por huir del enemigo, Fannio
se mató.
¿No es una locura, pregunto,
morir para no morir?
LXXXV
¿Quién te aconsejó
cortarle la nariz al adúltero?
No es con esa parte, marido,
que te han engañado.
¿Qué has hecho, imbécil?
Nada ha perdido con ello tu
[mujer,
puesto que a salvo está la
polla de tu Deífobo.
XVIII
Por donde gotea una puerta
vecina a las columnas de
[Vipsania
y está húmedo el mosaico
resbaladizo por la continua
[lluvia,
cayó un pesado carámbano de
hielo invernal
sobre el cuello de un niño
que pasaba bajos los techos
[mojados.
Tras cumplir el fatal destino
del infeliz,
la frágil punta se derritió
en la cálida herida.
¿Qué no ha querido
permitirse la cruel fortuna,
o dónde no está la muerte,
si hasta las aguas degolláis?
XXXII
Atrapada en una gota de
ámbar, brilla oculta una abeja,
de modo que parece encerrada
en su propio néctar.
Halló aquella recompensa
digna de tantos esfuerzos:
creíble es que ella misma
haya querido morir así.
XXXIII
Puesto que tienes el
escritorio lleno de libros elaborados,
¿por qué, Sosibiano, no
publicas nada?
"Mis herederos",
dices, "publicarán mis poemas".
[¿Cuándo?
Ya es hora, Sosibiano, de que
se te lea.
XXX
Te entregas a los Partos, te
entregas a los Germanos,
[te entregas
Celia a los Dacios,
y no desdeñas los lechos de
los cilicios ni de capadocios;
desde la ciudad de Faros
navega hacia ti el follador
de Menfis, y el negro indio
desde las rojas aguas;
y no rehúyes las ingles de
los judíos circuncisos,
ni se te escapa el Alano en
caballo sarmático.
¿Cómo es que, siendo una
joven romana,
no encuentres placer en
ninguna polla romana?
LXIX
Admiras, Vacerra, sólo a los
antigüos
y no alabas sino a los poetas
muertos.
Perdóname, Vacerra, no vale
la pena morir para complacerte.
VIII
Nada te dejó Fabio,
Bitínico, a quien tú dabas,
si mal no recuerdo, seis mil
sestercios al año.
A nadie dejó más: no te
quejes, Bitínico:
te dejó seis mil sestercios
al año.
X
Quieres casarte con Prisco; no
me sorprende, Paula:
[eres lista.
Prisco no quiere casarse
contigo: él también es listo.
LXII
Lesbia jura que nunca la han
follado gratis.
Es verdad. Cuando quiere que
la follen, suele pagar.
LXIII
Nos observas, Filomuso, cuando
nos bañamos,
y preguntas a menudo por qué
mis esclavos
imberbes están tan bien
dotados.
Contestaré sencillamente a
tu pregunta:
dan por el culo, Filomuso, a
los curiosos.
CVII
Me devuelves mi libro
desenrollado hasta el final,
Septiciano, como si lo
hubieras leído entero.
Lo has leído todo. Lo creo,
lo sé, me alegro, es cierto.
Así he leído yo, enteros,
tus cinco libros.