Un soplo de eternidad

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Filosofía

Federico Engels

Filosofía idealista contemporánea

Rasgos generales - Irracionalismo e Intuicionismo de Henri Bergson - El pragmatismo - El pragmatismo de Peirce - El pragmatismo de James - El instrumentalismo de John Dewey - La fenomenología - El existencialismo - El neopositivismo - La filosofía religosa: el neotomismo

Rasgos generales

En la filosofía burguesa del siglo XX y XXI se acentúan las tendencias decadentistas que apuntaron hacia finales del siglo XIX. Los grandes descubrimientos de la ciencia y el creciente papel que ésta desempeña en toda la vida contemporánea comportan la irrupción de datos científico-naturales en la esfera de la filosofía. A menudo, los filósofos burgueses destacan imortantes e interesantes problemas teóricos, y algunos de ellos estudian fecundamente ramas especiales de la ciencia (de la lógica, de la semiótica, etc.). Sin embargo, las deducciones materialistas y ateas que con creciente fuerza sugieren los datos de la ciencia a toda mente exenta de prejuicios, provocan de ordinario una áspera oposición por parte de los filósofos burgueses. Así surgen corrientes filosóficas que, al tiempo que pretenden ser científicas, interpretan de modo idealista el contenido y el método de la ciencia moderna e intentan despojarla de su contenido materialista y conciliarla con las concepciones idealistas y religiosas.

Las corrientes de la filosofía idealista con cierta influencia a mediados del siglo XX pueden agruparse en las siguientes tendencia principales: 1) el irracionalismo, cuya expresión más típica esl ein intuicionismo de Henri Bergson (la forma más cabal de la llamada filosofía de la vida) y el existencialismo (o "filosofía de la existencia"), que ha venido a sustituir a la "filosofía de la vida"; 2) el empirismo pseudocientífico, que difiere de las formas anteriores de empirismo por recurrir frecuentemente al aparato de la lógica matemática; el representante más típico de esta tendencia es el neopositivismo; 3) el fideísmo. La proclividad a las conclusiones fideístas es propia de todas las corrientes de la filosofía idealista. Bajo un aspecto puro se denota en las doctrinas declaradamente religiosas y, ante todo, en el neotomismo, que resucita los dogmas escolásticos de la Edad Media.

Entre estas tendencia principales de la filosofía idealista contemporánea hay corrientes intermedias que combinan en una u otra proposición las mencionadas líneas fundamentales. El pragmatismo y la fenomenología quizá sean las doctrinas más influyentes de este tipo.

Irracionalismo e Intuicionismo de Henri Bergson

En el siglo XX, el irracionalismo ejerce fuerte influencia sobre toda la vida espiritual de la sociedad burguesa. A comienzos de siglo se intensificó conseiderablemente la influencia del voluntarismo de Nietzsche, cuya obra tuvo escasa difusión en vida del autor.

Desde principios del siglo XX la teoría psicoanalítica del psiquiatra austríaco Sigmund Freud (1856-1939) fue adquiriendo ascendente en psicología, sociología y arte. En el primer periodo de su actividad, Freud expuso la idea de que el comportamiento y la vida psíquica del hombre se basan en impulsos y apetencias subconscientes, irracionales, de carácter sexual. Más tarde, Freud, y especialmente sus discípulos, trataron de explicar también la vida de la sociedad, las relaciones sociales, partiendo de los instintos y propensiones biológicos y psicológicos del individuo. El psicoanálisis se convirtió en una doctrina filosófico-sociológica sumamente divulgada y contraria a la interpretación materialista de la historia. En este mismo periodo, una oleada de irracionalismo inundó el arte burgués. En literatura, en las artes plásticas y en la música se tornaron rasgos característicos la abjuración de las tradiciones realistas procedentes de los clásicos, la substitución de la acción coherente por un caudal desordenado de vivencias, la disgregación de la forma y la pérdida del contenido, la renuncia a la claridad y a la articulación lógica, la exaltación de lo absurdo y lo ilógico, la desmesurada inflación de las motivaciones subconscientes y del juego de las fuerzas irracionales.

El exponente filosófico más calificado del irracionalismo de comienzos del siglo XX es el idealista francés Henri Bergson (1859-1941). En su filosofía, Bergson funde con bastante habilidad ideas tomadas a los irracionalistas alemanes (a Friedrich Schelling del último periodo y a Arthur Schopenhauer) e ideas espiritualistas e irracionales de los idealistas franceses Maine da Biran y Emile Boutroux. La filosofía de Bergson es tan antiintelectual e irracional como la filosofía de Nietzsche, aunque estos rasgos asumen una forma menos tosca. Bergson toma como objetivo principal de su filosofía "superar el punto de vista del entendimiento". Para él, la vida es la esencia del mundo; la vida es irracional, como irracional es su comprensión.

En la filosofía de Bergson, como en toda la "filosofía de la vida", ésta se identifica con la vivencia. Berson considera que el hecho más fidedigno, el punto de partida de todo filosofar, es nuestra propia existencia, que transcurre en una tontinua sucesión de sensaciones, emociones, apetencias, dicho brevemente, en un cambio permanente de los estados de nuestra psíquis. Este fluir de las vivencias forma para Bergson la única realidad auténtica y, por ello, constituye el objeto de la filosofía.

Los conceptos más importantes de su filosofía los extrae Bergson del análisis psicológico de la vida espiritual. La investigación psicológica introspectiva es el método del estudio filosófico, el modo de construir el sistema de "metafísica". Bergson atribuye significación ontológica a los estados de la conciencia individual, y los presenta como determinaciones del propio ser. Al analizar la vida psíquica del sujeto considera dos aptitudes de la conciencia: la intuición, ligada al aspecto contemplativo de la vida, y la inteligencia, ligada al aspecto actuante de la vida. El pensamiento de Bergson va, a través de la intuición, hacia la profundidad de la conciencia del sujeto, hacia la conciencia impersonal, el espíritu, que constituye para él la esencia de la vida y de todo el Universo, y a través de la inteligencia y la acción, hacia los cuerpos, hacia la materia que llenan el espacio.

Bergson opone la vida de la conciencia desplegada en duración al mundo de la materia. Viendo esta última bajo una óptica sumamenta mecanicista, Bergson afirma que la materia es algo estancado, inerte, muerto, suerpos que no poseen más que determinaciones espaciales, la esfera de la repetición eterna y la uniformidad, del determinismo mecánico y de la predeterminación fatal. Frente a la divisibilidad y a la uniformidad mecánica del mundo de la materia, Bergson conceptúa la vida espiritual como el fluir indivisible de la conciencia, en la cual los diversos estados no pueden ser discernidos sino por medio artificial, deteniendo la atención. La duración, que constituye el fondo de la vida psíquica, no tiene ni "antes" ni "ahora"; es un acto único, indivisible, en el cual lo pasado no se desvanece, sino que conserva y acumula continuamente.

Bergson comete dos errores lógicos garrafales en su crítica del conocimiento intelectual. En primer lugar, identifica todo pensamiento con un pensamiento metafísico que opera con categorías rígidas, inmóviles, razón por lo cual no puede lograr un conocimiento adecuado del movimiento, de la evolución. Ahora bien, Bergson no ve en esa limitación del pensamiento metafísico motivo para acudir al pensamiento dialéctico, sino únicamente un pretexto para renunciar totalmente al pensamiento lógico como medio de conocer la verdad. En segundo lugar, para demostrar que la inteligencia no es válida para conocer el movimiento y la vida, suplanta el movimiento, que existe objetivamente, y los procesos de la vida por la duración, o sea, por el fluir vivido de la conciencia. Y como la vida, según el postulado básico bersoniano y, por lo demás, de toda la "filosofía de la vida", es irracional, inexpresable en conceptos, Bergson rechaza todos los caminos racionales para conocerla. Pero al mismo tiempo pretende conocerla, objetivo que se plantea su filosofía. A su juicio, la vida se conoce mediante la intuición mística. "Lamamos aquí intuición -escribe- a la simpatía por la cual uno se transporta al interior de un objeto para coincidir con aquello que tiene de único y, en consecuencia, de inexpresable".

Bergson proclama que la materia no es algo autónomo respecto del espíritu, sino el grado inferior de lo espiritual, unproducto del debilitamiento de la fuerza creadora del espíritu. El espíritu es la realidad creadora, la materia es también realidad, pero como una degeneración y escoria de aquélla. Remitiéndose al segundo principio de la termodinámica afirma que la ley de toda la materia es el declive ineluctable. Por su parte, la vida es resultado de la introducción de la activida vital, del principio espiritual, en la materia muerta, inerte, y un intento de detener la caída de ésta, una "realidad que se hace a través de la realidad que se deshace". La fuente de la vida es una "supraconciencia" que genera "un centro del que emergen los mundos como los cohetes de un inmenso fuego de artificio". Dicho en una palabra: Dios. "Dios, así definido, no tienen nada acabado: es la vida incesante, acción, libertad". La filosofía de Bergson se convierte aquí en ostensible fideísmo. El impulso vital, el principio volitivo creador, todo esto, finalmente, asciende hasta Dios. Bergson explica el tránsito de la materia inorgánica a la orgánica invocando un principio vital especial. Los trozos de materia penetrados por la conciencia, dice, reviven, se tornan organismos y comienzan a evolucionar empujados por el impulso vital de la supraconciencia divina.

La ciencia ha demostrado irrefutablemente que la vida apareció tras una dilatada evolución geológica de la Tierra, en tanto que la conciencia nace al llegar la vida a su más alto grado de desarrollo. Bergson divide en dos la línea única de la evolución que une la naturaleza orgánica y la inorgánica y arroja lejos de sí la parte que precedió al nacimiento de la vida. Para él la fuente de la evolución es la conciencia, que considera la fuerza propulsora, el impulso vital.

Oponiéndose a la doctrina de Darwin y afiliándose al vitalismo, Bergson sostiene que el impulso vital se transmite de embrión a embrión y empuja al organismo en la marcha de la evolución. En ella, el fluir vital, único inicialmente, se parte en dos, comportando el nacimiento de dos ramas de la evolución contrapuestas. En ellas se elaboran las dos formas opuestaas de la posible adaptación del organismo al mundo circundante: el instinto y la inteligencia. El instinto se expresa en la creación de los instrumentos naturales (pinzas, dientes, etc.) necesarios para cumplir las funciones orgánicas. La inteligencia, en la creación consciente de los instrumentos artificiales necesarios para la acción práctica. Así se cierra el círculo de la doctrina de Bergson. Para cimentar la renuncia a la inteligencia como medio de conocimiento se construye una base pseudocientífica bajo el aspecto de una teoría de la evolución falseada.

El irracionalismo de Bergson tiene su continuación en la doctrina de la sociedad, cuyo rasgo característico es un biologismo declarado que se completa con un espiritualismo que llega a lo m´sitico. Según este autor, las relaciones reales entre los hombres tienen causas biológicas. Bergson niega toda distinción efectiva entre la sociedad humana y un hormiguero. En todos los casos es el instinto la base de la vida conjunta y de su organización.

Así pues, de la doctrina bergsoniana se sigue que las fuerzas inmediatas y determinantes del desarrollo de la sociedad, tanto la cerrada (comunidad biológica de los hombres) como la abierta (sociedad que engloba a toda la humanidad), son la voluntad y la actividad de las grandes personalidades, que el desarrollo social no obedece a leyes ni se somete a previsión. Ninguna inteligencia, ni la suprahumana, puede decir hacia dónde va la sociedad. Va hacia donde la conduzcan sus personalidades eminentes. "Nosotros no creemos en la fatalidad en la historia. No hay obstáculo que no puedan romper las voluntades suficientemente esforzadas si lo adoptan a tiempo. No hay, pues, ley histórica ineluctable". Estas palabras constituyen la esencia de las concepciones sociopolíticas de Bergson e indican claramente las "dos fuentes" de su doctrina social: el miedo a las leyes objetivas de la historia y la esperanza de que un esfuerzo volitivo pueda hacer retroceder su marcha.

El pragmatismo

En tanto que corriente filosófica, el pragmatismo nace y se desarrolla en los Estados Unidos. El eminente lógico norteamericano Charles Sanders Peirce (1839-1914) enunció las bases rudimentarias de esta línea de pensamiento en la década de los 70 del siglo XIX, pero sus principios fundamentales fueron desarrollados en forma más asequible por William James (1842-1910), y su sumo pontífice en los EUA es John Dewey (1859-1952).

El pragmatismo penetra en Europa a comienzos del siglo XX y se tornan sus enérgicos defensores el filósofo inglés Ferdinand Schiller y los italianos Giovanni Papini y Giuseppe Prezzolini, entre otros. Luego de la Segunda Guerra Mundial tuvo cierta difusión en Checoslovaquia (Karel Capek y J. L. Fischer) y muy considerable en China (Hu Shi). El pragmatismo también dejó huella en otros muchos países, pero en ninguno desempeñó papel tan destacado como en EUA, donde impregnó todas las esferas de la vida espiritual y tuvo subordinado durante varios decenios el sistema de enseñanza oficial. El pragmatismo hizo su aparición pública con gran estrépito. Sus adeptos proclamaron que habían llevado a cabo una "revolución copernicana", una total "reconstrucción en la filosofía". Afirmaban haber encontrado al fin la clave para resolver los eternos problemas filosóficos, entendiendo que el sentido de éstos consistía en una visión práctica de la vida humana. La filosofía, según los pragmatistas, debía ocuparse no de los "problemas de los filósofos", sino de los "problemas humanos", es decir, de los fines del hombre y de los medios para alcanzarlos. La filosofía debía transformarse con vistas a lo que es provechoso para nuestra vida. Estas declaraciones tuvieron bastante audiencia, sobre todo en los EUA, donde nunca fue excesivo el interés por el pensamiento teórico abstracto y donde sólo una teoría de orientación práctica podía contar con que, en general, le hicieran caso.

A primera vista, el pragmatismo produce la impresión de ser la filosofía optimista de los prósperos burgueses norteamericanos, pero en realidad está impregnado de pesimismo, de temor a la ciencia y de desconfianza en la razón humana. La esencia del pragmatismo puede expresarse en pocas palabras: el hombre ha de desenvolverse en un mundo irracional e incognoscible, sus intentos de averiguar la verdad objetiva carecen de sentido y, por ello, las teorías científicas, las ideas sociales, los principios morales, etc. deben enfocarse de modo "instrumental", es decir, desde el punto de vista de sus ventajas y su acomodo para lograr nuestros objetivos. Lo que es útil, lo que reporta éxito, es cierto.

El pragmatismo de Peirce

En Charles Peirce, fundador de esta corriente, el pragmatismo comparece principalmente en dos teorías, la teoría de la duda-creencia y la teoría del significado. Peirce niega el hecho incuestionable del reflejo de la realidad objetiva en nuestra conciencia y sostiene que la única función del pensamiento es superar la duda y elaborar una creencia estable. Por creencia entiende la disposición o hábito conscientes de actuar de un modo u otro según las circunstancias. Este autor mezcla los aspectos gnoseológico, psicológico y biológico de la actividad de la conciencia. En el contexto de su doctrina pragmatista considera el pensamiento cognoscitivo no como movimiento de la necesidad al saber, sino del estado de duda y vacilación al juicio firme, a la creencia estable capaz de dirigir la acción. El problema de si la creencia del hombre se corresponde con una realidad que no depende de él es cosa que Peirce deseña por absurdo.

Al intentar establecer una concordancia entre la admisión de la verdad objetiva aceptada por toda la ciencia auténtica y la teoría subjetivista de la duda-creencia, Peirce define la verdad como una creencia estable a la que llegarían en último término todos los científicos competentes si la investigación de un problema dado se prolongara de modo indefinido. Ahora bien, Peirce no puede aclarar por qué todos los investigadores coincidirían en una misma creencia. Al mismo tiempo, Peirce afirma que la creencia se juzga verdadera si la acción basada en ella nos conduce al fin deseado.

El agnosticismo que conlleva la interpretación pragmatista del cometido y la función del conocimiento conduce a Peirce a negar la existencia objetiva del fenómeno estudiado. Sostiene que el contenido o el significado de nuestras ideas y conceptos se agota con las consecuencias prácticas que podemos esperar de ellos. Este "principio de Peirce", básico de toda la filosofía pragmatista, revela su esencia subjetivamente idealista. Des este ángulo, existir es tener consecuencias prácticas. Tres ideas propuestas por Peirce constituyen los cimientos teóricos del pragmatismo: 1) comprender el pensamiento como logro de la satisfacción psicológica subjetiva; 2) definir la verdad como lo que nos lleva al fin deseado; 3) identificar de hecho las cosas con el conjunto de sus consecuencias sensoriales o "prácticas".

El pragmatismo de James

William James capta las ideas pragmatistas de Peirce y las desarrolla utilizándolas ante todo para abogar por la creencia religiosa, lo que confiere a su variante del pragmatismo un carácter marcadamente fideísta.

Partiendo de la concepción agnóstica peircenianan del pensamiento como medio para lograr la creencia, James enuncia la tesis de la "voluntad de creer" y sostiene que a la hora de resolver los problemas más importantes de la concepción del mundo, en particular el referente a si se debe o no creer en Dios, no podemos contar con la ayuda de la razón y la ciencia. Este problema hay que resolverlo con ayuda del sentimiento y la voluntad. "Tenemos derecho a creer por nuestra cuenta y riesgo en cualquier hipótesis" capaz de satisfacernos. Basta el deseo de que exista Dios para creer en él, dice James. Como satisface y proporciona sosiego, esa creencia tiene plena justificación pragmática. Según James, el mundo que nos rodea es oncognoscible en su esencia. Lo que de ordinario juzgamos conocimiento de ese mundo no tiene ninguna fuente ni contenido objetivos, queda por entero envuelto en los límites de una "experiencia" entendida como "fluir de la conciencia".

En el pragmatismo, como en el machismo, el concepto de "experiencia" encubre una amalgama de las líneas materialista e idealista en filosofía. Desarrollando su concepción de la experiencia, que él nomina "empirismo radical", James declara como base primaria del mundo una "experiencia pura" cuya naturaleza no es material ni ideal y respecto de la cual la diferencia entre el sujeto y el objeto es simple convencionalismo. James considera todas las cosas, la realidad con la que comercia nuestra experiencia, resultado de nuestra postulación voluntaria. Mediante un esfuerzo de atención y voluntad extraemos del fluir inmediato de la conciencia o de la "experiencia pura" unos y otros cuajarones, que de tal modo se convierten en las cosas del mundo circundante. Existen en tanto en cuanto creemos en ellas. Basta un esfuerzo de la voluntad para que la realidad adquiera la forma que deseamos conferirle.

Puesto que, según James, en la experiencia no tratamos con la realidad objetiva, nuestros conceptos, ideas y teorías, que han sido creados en el proceso de esa experiencia, carecen de contenido objetivo. No son moldes o copias de la realidad objetiva, sino instrumentos que empleamos para el logro de nuestros fines. Por ello no cabe de las ideas más valoración que la pragmática, y hay que hablar de su veracidad no en el sentido de su concordancia con la realidad, sino en el sentido de su capacidad de funcionar. Dicho de otro modo, la veracidad de la idea se expresa en su utilidad.

La teoría pragmatista de la verdad se beneficia del hecho de que el conocimiento auténtico es útil y de que la verificación práctica, es, en última instancia, el único criterio de la verdad. Ahora bien, el vicio de esa teoría consiste, en primer lugar, en la injustificada deducción de que si la verdad es útil, la utilidad es todo el contenido de la verdad y, en segundo lugar, en que los pragmatistas divorcian el conocimiento de la acción eficaz. Por lo general, la acción humana puede ser eficaz si parte de un conocimiento verdadero de aquellas cosas, y sus propiedades, con que el hombre opera. Los pragmatistas se detienen en el mero hecho de la utilidad de la idea o la teoría eludiendo el problema de por qué esa idea ha podido ser útil. Como escribió Lenin, "para el materialista, el "éxito" de la práctica humana demuestra la correspondencia de nuestras representaciones a la naturaleza objetiva de las cosas que percibimos. Para el solipsista, el "éxito" es todo lo que yo necesito en la práctica".

En cuanto a la verificación práctica de la verdad, el pragmatismo interpreta la práctica de modo puramente subjetivista, sin ver en ella más que la consecución de los fines y los propósitos individuales. En realidad, la práctica, en tanto que criterio de la verdad, es la actividad conjunta social-productiva y crítico-revolucionaria de las masas, una actividad basada en la interacción del hombre con el mundo objetivo y en la modificación de la realidad circundante por el hombre.

James extiende los principios del pragmatismo a las relaciones sociales. Para él la vida social es el consabido fluir de una experiencia entendida al modo idealista subjetivo, y por tanto el hombre no está subordinado a ninguna necesidad objetiva, es libre de elegir cualquier línea de conducta, de guiarse por cualquier norma y convicción morales. El único mandamiento moral que deriva del pragmatismo consiste en "hacer lo que es rentable", lo que proporciona "reembolsos".

En el desarrolo de su moral individualista y voluntarista, James propone el punto de vista que contempla la posibilidad de un mejoramiento gradual del mundo mediante los esfuerzos de cada individuo. Para echar los cimientos teóricos a la leyenda norteamericana de la igualdad de oportunidades, James afirma que el éxito en la vida depende por entero de la energía y la voluntad del individuo, que cada cual forja su felicidad, felicidad que puede conseguir recurriendo a cualquier medio accesible.

El instrumentalismo de John Dewey

La filosofía de James, que cautivó al público burgués norteamericano, ofrece, empero, graves deficiencias. Entre ellas, un subjetivismo extremado, un individualismo excesivamente ostensible, un declarado antidemocratismo y amoralismo en ética y sociología, un irracionalismo patente y un anticientifismo militante que llevaron a James a justificar el empiritismo. Todo esto le restó fuerzas en la contienda contra la concepción materialista del mundo en una época en que la ciencia ganaba terreno. Lo sustituyó una nueva variedad del mismo, el instrumentalismo de John Dewey.

La principal razón que aclara la enorme influencia de Dewey en los EUA es presumiblemente que supo utilizar con excepcional habilidad dos ideas a las que los norteamericanos son muy sensibles: la ciencia y la democracia. Dewey pretendió hacer la filosofía científica de una sociedad democrática, una filosofía que opusiera a la visión marxista proletaria del mundo una doctrina idealista burguesa encuadrada en la "tradición norteamericana". La filosofía de Desey debía ser el muro que contuviera la propagación del marxismo en los EUA y lo fue en grado considerable.

Dewey considera la ciencia y el método científico no como medios de conocimiento del mundo objetivo, sino sólo como un método para asegurar al hombre la prosperidad en un mundo del que, en rigor, es imposible todo conocimiento objetivo. El precepto más importante del "método científico" de Dewey es la renuncia a admitir la realidad objetiva como materia de conocimiento. Este autor sostiene que en el proceso del conocimiento no encaramos una "realidad precedente", es decir, una realidad que existía antes de ser conocida. Criticando con razón a los filósofos que consideraban el conocimiento como una contemplación pasiva de la realidad exterior, Dewey afirma que el conocimiento presupone una ingerencia enérgica del sujeto cognoscente en el fenómeno estudiado, una experimentación activa que conlleva la transformación del objeto en cuestión. Ahora bien, Dewey confunde la actividad física material del hombre que modifica el objeto sobre el que actúa con la actividad cognoscitiva ideal en la que el hombre no hace más que reflejar con creciente profundidad las diversas facetas del objeto cognoscible.

Dewey absolutiza el carácter activo del proceso cognoscitivo hasta tal punto que el objeto cognoscible pierde su realidad y desaparece, no quedando más que un "proceso heurístico" entendido de modo voluntarista. James afirmaba que las cosas aparecen como resultado de nuestra creencia en su realidad y representan "objetos de creencia". Dewey enmienda a James afirmando que las cosas aparecen en el proceso del conocimiento y representan objetos de la investigación científica creados por dicho proceso. Así, por ejemplo, el agua, en tanto que combinación química expresada por la fórmula H2O, no existía, según Dewey, antes de ser investigada: es un producto de las investigaciones químicas.

De tal suerte, Dewey identifica de hecho la existencia de la realidad objetiva con su conocimiento, el mundo objetivo con el cuadro científico del mundo. Los cambios de nuestras representaciones del objeto, su conocimiento cada vez más profundo y el descubrimiento de nuevas cualidades y facetas en él son para Dewey y sus seguidores la "creación de la realidad". Si para Berkeley ser "es ser percibido", para Dewey existir significa ser objeto de investigación científica. Bien entendido que el filósofo norteamericano comprende torcidamente el proceso mismo de la investigación. Según Dewey, la vida pone al hombre en situaciones embarazosas en las que al comienzo no sabe cómo conducirse. El cometido del pensamiento es transformar la situación "problemática" o "identerminada" en situación determinada, resuelta. Es con ese fin que el hombre crea ideas, conceptos, leyes, que le sirven de instrumentos para orientarse. Esas ideas, etc. no reflejan una realidad objetiva, sino que se emplean en función de su utilidad y comodidad. En la interpretación de Dewey, la ciencia es una caja de instrumentos (conceptos, teorías) de los que elegimos por vía puramente empírica aquellos que resultan más útiles en unas circunstancias dadas.

Dewey utiliza su "méodo científico" -la "lógica de las situaciones"- para justificar y defender el "modo de vida norteamericano". El método instrumental presupone, según Dewey, una investigación libre, desligada de todo dogma, una experiencia que se amplía y avanza sin cesar. Si creemos a Dewey, es justamente la realización de tal experiencia la esencia de la democracia norteamericana, que supuestamente asegura la libre experimentación y la busca de caminos para mejorar la experiencia social.

Dewey ve en la vida social una aglomeración de acontecimientos y factores que influyen recíprocamente. Mezcla "componentes iteroperantes" de la vida social -como el arte y la política, la educación y el comercio, la industria y la moral- negando significación determinante a cualquier factor y carácter coherente al desarrollo social.

En la esfera de la moral, este método conduce inevitablemente al relativismo ético. En realidad, el instrumentalismo rechaza toda regla moral generalmente obligatoria, toda convicción moral firme; considera los principios morales instrumentos como, por lo demás, todos los conceptos. Desde el ángulo del instrumentalismo, la moralidad de una conducta se valora en función del éxito alcanzado en la solución de cada "situación problemática" moral, es decir, de un modo completamente subjetivo.

Aplicado a las relaciones políticas, el instrumentalismo de Dewey puede ser fácilmente utilzado para justificar el aventurerismo más irreflexivo, la arbitrariedad y cualquier acto violento como medio para resolver los problemas políticos. El cometido social básico del instrumentalismo consistía en acostumbrar a los trabajadores a aguantar pacientemente la sociedad capitalista a pesar de todos sus evidentes defectos y contradicciones. Desde la perspectiva del instrumentalismo, cualquier mal social es una fase transitoria de una experiencia totalmente o una "situación problemática" perfectamente solucionable si se hace gala de paciencia e ingenio en la busca de los medios apropiados.

Según Dewey no se puede alcanzar el progreso social a través de la lucha de clases y la revolución social, sino mediante una solución gradual de los problemas sociales particulares en el marco de la sociedad capitalista existente. El instrumentalismo, con su prédica de las pequeñas mejoras parciales como única forma de desarrollo social, resultó ser la base teórica ideal del reformismo y el oportunismo.

El pragmatismo reinó medio siglo en la vida espiritual de la sociedad norteamericana, ejerciendo enorme influencia sobre científicos, filósofos, personalidades públicas y políticos de los EUA. Sus ideas penetraron en cierta parte de la clase obrera norteamericana. Como corriente filosófica autónoma, hoy tiene cada vez menos adeptos, pero muchas ideas del pragmatismo fueron asumidas por otras corrientes filosóficas y se fundieron con ellas.

En el último periodo de su vida Dewey trató de acercarse al neopositivismo y crear una síntesis de ideas pragmatistas y neopositivistas. El conocido físico norteamericano Percy Williams Bridgman utilizó ciertas ideas pragmatistas y neopositivistas para elaborar una interpretación idealista del método de la física moderna conocida como teoría operacionalista del conocimiento.

La fenomenología

A comienzos del siglo XX, la búsqueda por parte de los filósofos burgueses de nuevas formas fundamentadoras del idealismo desembocaron en una doctrina idealista más, la llamada fenomenología, cuya formulación sistemática se debe a Edmund Husserl (1859-1938). La propagación y el éxito de la fenomenología obedecía ante todo a la tendencia general del idealismo subjetivo a encontrar de algún modo salida del insalvable atolladero del solipsismo, cosa que se pretendía conseguir introduciendo en sus proposiciones de partida cierto elemento de objetivismo.

El fondo de la doctrina husserliana puede compendiarse en tres ideas principales: 1) la filosofía no tienen nada que ver ni con el mundo circundante ni con las ciencias que lo estudian; su objeto son exclusivamente los fenómenos de conciencia considerados como lo único e inmediatamente dado; 2) estos fenómenos no son entendidos como fenómenos psíquicos, sino como ciertas esencias absolutas de significación general e independientes de la conciencia individual, pero que, al mismo tiempo, se encuentran sólo en ella y no tienen existencia fuera de ella; 3) las mencionadas esencias no se conocen mediante abstracción intelectual, sino que son vividas directamente y luego descritas tal y como se las contempla en un acto de intuición.

Husserl subrayaba en sus primeras obras el aspecto lógico de su doctrina, hecho derivado no sólo de cierta proximidad de la fenomenología al neokantismo, sino también del creciente papel que adquirían los problemas lígicos como resultado del rapidísimo progreso de nuevas ramas de las matemáticas que reclamaban una fundamentación lógica. La tendencia irracionalista característica de la filosofía burguesa del siglo XX, tan marcadamente expresada en la "filosofía de la vida", chocó con un movimiento opuesto procedente de la esfera de las matemáticas, cuya estructura lógica era invulnerable a la corrosión del irracionalismo. Así las cosas, se efectuaron intentos de conciliar el irracionalismo con la lógica, de envolver el contenido irracional con formas lógicas.

La filosofía debe ser, según Husserl, una ciancia rigurosa. Sus proposiciones debían ser verdades tan absolutas como las leyes de la lógica y las proposiciones de la matemática.

Al tiempo que criticaba el relativismo yel escepticismo en boga y que insistía resueltamente en la existencia de la verdad absoluta, Husserl destacaba la necesidad de distinguir el acto cognoscitivo, como proceso psíquico que ocurre en la conciencia, del contenido o el sentido de ese acto. Este autor establecía que las leyes de la lógica eran verdades por completo independientes de los procesos psíquicos que acaecen en la conciencia. El contenido y sentido de un juicio verdadero no dependen de lo que de ellos se dice o se piensa. "lo que es verdadero -escribe Husserl- es verdadero "en sí", la verdad es idénticamente una, sean hombres o monstruos, ángeles o dioses quienes las enjuicien". Ahora bien, Husserl entendía torcidamente el hecho de que las leyes y formas del pensamiento lógico no dependen de las particularidades de la psique del individuo. Siguiendo a los neokantianos afirmaba que las leyes lógicas eran ideales y apriorísticas, que la "lógica pura", como la matemática, es fidedigna sólo porque es apriorística y no tiene nada que ver ni con el mundo real ni con el proceso real del pensamiento. Tras divorciar las leyes lógicas de la realidad objetiva y del proceso real del pensamiento, Husserl hace constar que, por lo demás, ningún saber verdadero puede concernir a los hechos del mundo real, que la filosofía, si quiere ser ciencia rigurosa, debe renunciar a hacer deducciones partiendo de los datos de las ciencias experimentales. "Es un absurdo querer fundamentar o rechazar las ideas sobre la base de los hechos", escribió.

Husserl reconoce que nuestra conciencia se enfrenta habitualmente al mundo exterior, pero propone abjurar de esa actitud natural, renunciar a cuanto nos liga al mundo exterior, reorientear nuestra conciencia hacia el mundo interior, hacia ella misma. Sólo entonces su contenido constituirá el objeto de la investigación fenomenológica; es lo que Husserl denomina deducción fenomenológica. Mediante ella excluimos o ponemos "entre paréntesis" todo el mundo material circundante, descartamos todas las opiniones, teorías y doctrinas existentes, en fin, superamos el problema relativo a la existencia de lo que constituye el objeto de la investigación. Realizada esta operación, queda como objeto del conocimiento el "residuo fenomenológico", la esfera de la conciencia pura, libre respecto del mundo exterior pero que de algún modo conserva la riqueza de su contenido.

La reducción fenomenológica es un sutil recurso para fundamentar el idealismo. Husserl no niega formalmente la existencia del mundo material, "sólo" afirma que ese mundo no puede ser fuente de un conocimiento verdadero y propone no tomarlo en consideración, suspender todo juicio acerca de él. "Si hago esto, y está en mi voluntad hacerlo, no niego ese "mundo", como si fuera un sofista, no pongo en duda su existencia, como si fuera un escéptico. Aplico la epoué (suspensión de juicio) fenomenológica, que cierra completamente la posibilidad de recurrir a todo juicio acerca de la existencia espacio-temporal".

De esta suerte, bien que no niegue explícitamente la existencia del mundo exterior, sí lo hace de modo implícito, por cuanto niega su realidad como objeto de conocimiento, que pasa a ser la propia conciencia. Husserl formula esta tesis idealista recurriendo al término de "intencionalidad", que toma de la escolástica, y que para él significa que la conciencia siempre está dirigida hacia el objeto. Ahora bien, ese objeto de la conciencia o del pensamiento no existe furea de la conciencia, sino que se encuentra dentro de ella como objeto pensable y únicamente en tanto en cuanto "se supone" por el pensamiento. Su objeto está dentro de la conciencia.

En realidad, lo que Husserl llama esfera de la conciencia pura es el conjunto de conocimientos acumulados por la humanidad y que reflejan el mundo objetivo. Las esencias no existen, se piensan, y representan el sentido ideal de nuestras vivencias cognoscitivas, a juicio del autor. El objeto de la fenomenología resulta ser "lo que se da de modo inmediato", es decir, un flujo de vivencias psíquicas desprovistas de todo vínculo racional. Objeto irracional por su naturaleza y que por ello sólo puede ser descrito tal y como aparece a la autoobservación. La tendencia en que se asienta la fenomenología resulta ser, pues, irracionalista.

A pesar de su índole escolástica, de su esterilidad científica, o quizá en cierta medida gracias a ello, la fenomenología de Husserl adquirió una influencia considerable sobre el pensamiento filosfócico en los países capitalistas. En Alemania, junto a la ínea que parte de Dilthey, se tornó en uno de los canales más importantes de la propagación del irracionalismo. Bajo la influencia directa de la fenomenología se formó también el existencialismo, la principal corriente irracionalista del segundo cuarto del siglo XX.

El existencialismo

El existencialismo o "filosofía de la existencia", es una de las corrientes más en boga actualmente, la doctrina irracionalista acaso más característica del periodo de la crisis general del capitalismo, la que expresa con más precisión el espíritu del pesimismo y decadencia que impreggna la ideología burguesa de nuestros días. Los representantes más notorios del existencialismo son, en Alemania, Martin Heidegger y Karl Jaspers; en Francia, Gabriel Marcel, Jean-Paul Sartre y Albert Camus; en Italia, Nicola Abbagnano; en los Estados Unidos, William Barrett. El existencialismo es el sucesor directo de la filosofía de Bergson y Nietzsche. Su método lo ha tomado en parte considerable de la fenomenología de Husserl. Sus ideas básicas, de las obras del místico danés Sören Kierkegaard.

En Alemania, el existencialismo comenzó a gestarse después de la primera guerra mundial. La exasperación y el abatimiento suscitados por la derrota del militarismo kaiseriano, el temor ante la revolución proletaria en Rusia y el movimiento revolucionario en Alemania, las confusas esperanzas en un desquite y el frenesí histérico del fascismo que cobraba fuerzas, conformaron el ambiente político y espiritual en que creció la "filosofía de la existencia". Una nueva oleada del existencialismo se alzó en Francia en el periodo de la ocupación nazi y, sobre todo, después de la segunda guerra mundial. Tanto en las obras filosóficas y publicistas como en las piezas teatrales y las novelas de los existencialistas franceses, se expresaban las contradicciones de la Francia ocupada y posbélica refractadas por el prisma de una enturbiada conciencia burguesa individualista. De un lado, el aprobio de la derrota y de la humillación nacional y los horrores del terror fascista, y del otro, el miedo de la burguesía francesa y de su intelectualidad al auge del movimiento popular, se constituyeron en motivos internos del existencialismo francés y explican en buena medida su audiencia dentro de los medios burgueses.

Tras la segunda guerra mundial el existencialismo se propagó por todo el mundo capitalista. La causa de esta difusión radicó en que sus exponenetes abordaron problemas que hallaron fácil eco, sobre todo entre aquellos que se veían desconcertados por las conciliables contradicciones de la sociedad burguesa. Los existencialistas plantearon los problemas más concernientes al sentido de la vida, al destino del hombre, a la afección y la responsabilidad personal. No es difícil ofrecer una respuesta clara a estos interrogantes vitales a un hombre asociado a ls fuerzas progresistas de la sociedad, afecto a la concepción marxista del mundo o, al menos, próximo a ella. Cosa distinta es cuando se trata de gente hostil al marxismo, atado a la sociedad burguesa por la cadena del interés clasista, pero que advierte que esa sociedad está sentenciada a morir, o que no han sabido aún hacer su opción y pendulan entre las fuerzas contendientes. A esas personas, contagiadas por todos los prejuicios de la sociedad burguesa, y que, al mismo tiempo, tienen conciencia del hundimiento de sus soportes, se dirige el existencialismo.

La piedra angular de toda la ideología burguesa es el individualismo. En el periodo de disgregación de la sociedad burguesa y de la crisis espiritual que la lastra, los ánimos individualistas se acentúan y se convierten en el caldo nutricio de la reacción contra el espíritu colectivista de la ideología proletaria. Desde la posición de unindividualismo burgués llevado a su cota más elevada, los existencialistas tratan de resolver los problemas de la vida humana. El principio de los principios de su hacer filosófico es el individuo interiormente aislado, solitario, todos cuyos intereses se concentran en él mismo, en su incierta y frágil existencia. Los problemas que constituyen toda la esfera del interés filosófico para los existencialistas son los que derivan de la propia existencia del hombre. Según los adeptos de esta doctrina, tales problemas deben despertar interés personal, aubjetivo y emocional. La existencia del individuo, su finitud, la inmersión en la "nada", la muerte, el vivir esos "modos de existencia" y el eterno temor a la muerte son las principales cuestiones que inquietan a los existencialistas. Para el sujeto existencial no tiene singnificación más que su propia existencia y su movimiento hacie el no ser.

En las obras filosóficas de los existencialistas, la mencionada actitud individualista y egocéntrica es permanente punto de referencia para la solución de problemas puramente filosóficos.

Para los existencialistas, el objeto de la filosofía es el ser. "La filosofía contemporánea, como la de los tiempos pretéritos -afirma Jasperse- se ocupa del ser". Según Heidegger, el objetivo de la filosofía es la existencia del ser. Partiendo de que el concepto de "ser" es muy lato, de que es imposible definirlo por el habitual método lógico formal, es decir, subsumiéndolo bajo un concepto genérico más amplio y señalando sus diferencias de tipo, los existencialistas sostienen que "el concepto de "ser" es indefinible" y no se somete a ningún análisis lógico. Por ello, la filosofía no puede concebirse como ciencia del ser, y para penetrar en éste debe buscar caminos distintos, no científicos, irracionales. Aunque el ser de las cosas es completamente incomprensible hay un tipo de ser que conocemos suficientemente: nuestra propia existencia. El hombre se diferencia de todas las demás cosas en que, aún sin saber qué significa ser, puede decir: "Yo soy". Aquí, según los existencialistas, se abre precisamente el acceso al ser como tal. Se puede penetrar en él a través de nuestra "existencia". Pero la existencia, a su juicio, es algo interno e inexpresable en conceptos. "La existencia es lo que nunca se objetiviza", ya que no podemos mirarnos desde fuera; no se somete a conocimiento racional, y el único medio de discernirla consiste en vivirla y describirla tal y como en vivencia inmediata se descubre al sentido interno. Aunque Heidegger dice que la interpretación de la existencia humana noe s más que el comienzo de la investigación ontológica, de hecho ni él ni sus seguidores han ido más allá de este punto. El existencialismo es la filosofía cuyo único objeto es la "existencia" humana, dicho con más exactitud, la vivencia de la existencia.

Entre los diversos "modos de ser" de la existencia, los existencialistas buscan uno en el cual la existencia se denote del modo más pleno. Y resulta que es el temor. En pos de Kierkegaard, los existencialistas presentan el temor como "pervivencia" en la que se basa toda la existencia. Carece de objeto determinado, se experimenta ante un mundo exterior ajeno y hostil, ante la fuerza que impulsa a la existencia hacia el fin; en última instancia, es el temor a la nada, a la muerte. La significación cognoscitiva del temor consiste en que enfrenta a la existencia con su finitud, la vonfronta con su opuesto, con la no existencia o la nada. En este enfrentamiento de la existencia con la nada se esclarece la propia existencia. En estado de temor, se pone el mundo entre paréntesis y el hombre queda solo consigo mismo, con su existencia contrapuesta a la nada.

A diferencia de Heidegger, para Sartre toda cosa, a menos el hombre, es un "ser-en-sí", y la existencia humana o "ser-para-sí", como opuesta al mundo del "ser-en-sí", es la nada. Si todo otro ser brota sólo del ser y no puede convertirse en la nada, Sartre no encuentra para la existencia humana, entendida como conciencia o vivencia, un ser del que pueda brotar y al que, a la postre, pasar. Puesto que la existencia se tropieza por ambos lados con la nada, Sartre afirma que precisamente es la nada; con el hombre llega al mundo la nada. Pero Sartre hace la misma deducción última que Heidegger. Consciente de su "nalidad", el hombre experimenta temor, y en el temor se le revela su existencia, que se identifica con la nada. En tanto en cuanto para los existencialistas las características emocionales y psicológicas adquieren la significación ontológica de los "modos del ser", el hombre, en la filosofía existencialista, es su temor.

Jaspers "amplía" algo la posibilidad de "iluminar" la existencia. Supone que la existencia humana se denota en "situaciones fronterizas", es decir, en estados que revelan la crueldad y la hostilidad del mundo en que vivimos, por ejemplo, en el estado de sufrimiento, de lucha y, en fin, en la muerte. No cabe negar, naturalmente, que en la vida del hombre están presentes el dolor, las enfermedades y los sufrimientos. Sin embargo, para considerar que el sufrimiento, el temor y la muerte son la base y la esencia de la conciencia humana hay que estar inmerso en el estado de ánimo propio de los periodos de decadencia y descomposición de la vida social.

En la filosofía del existencialismo se distinguen dos corrientes: la cristiana (Jaspers, Marcel, entre otros) y la llamada atea (Heidegger, Sartre y otros), pero ambas están lastradas de pesimismo, ambas ven en la vida humana sólo podrerumbre y cenizas.

Kierkedaard, cuya obra es el punto de arranque del existencialismo, consideraba que el temor ante todo la finitud de la existencia humana lleva al hombre a la necesidad de tomar postura ante la muerte, ante la nada. Tal posibilidad es, a su vez, indicadora de la libertad. Esta idea deformada de que la libertad del hombre aparece en el temor y no en el actuar, en la transformación del mundo circundante, fue asumida por los existencialistas.

Los existencialistas utilizan el hecho establecido y aclarado por el marxismo de que la esencia del hombre se forma en el proceso de la vida social y representa el conjunto de las relaciones sociales, pero lo interpretan a su modo idealista desde las posiciones de un subjetivismo extremo y del voluntarismo. Sostienen que el hombre elige libremente su esencia y se convierte en lo que hace de sí mismo. El hombre es un ente inacabado, una posibilidad constante, un proyecto. Tiende al futuro, se proyecta incesantemente a sí mismo, trasciende de sí mismo. Se "elige a sí mismo" libremente y asume la plena responsabilidad de su elección.

Los existencialistas consdideran que si bien el hombr es libre, su libertad está condicionada por el marco de la situación en que ha de elegir. El rasgo característico de la existencia humana es "ser-en-el-mundo" y la vida entre los demás hombres. El hombre no elige las condiciones de su vida, es un "ser-arrojado-al-mundo" por encima de su voluntad y se halla subordinado al destino. A juicio de los existencialistas, el destino del hombre lo determinan la pertenencia a su tiempo, a su país, a su pueblo, la posesión de tal o cual carácter, intelecto, etc., todas las condiciones de existencia que cada hombre encuentra dadas y que no dependen de él.

Tampoc dependen del hombre el principio y el fin de su existencia. Para los existencialistas, el "ser-en-el-mundo" no es más que un modo de existencia constante en la "preocupación" del hombre, en un sentimiento de inquietud dirigido incesantemente hacia algo fuera de él. El mundo exterior representa su medio, el mundo de su preocupación que envuelve como en una nube la existencia humana y se encuentra en ligazón irrescindible con ella. En suma, es la "coordinación de principios" del sujeto y el objeto, punto de vista típico del idealismo contemporáneo. "Cuando no existe ningún estar ahí, tampoco hay ningún mundo "ahí"... Cuando el estar-ahí se temporaliza también hay un mundo", dice Heidegger en su libro El ser y el Tiempo. De esta concepción, en rigor solipsista, dimana la negación de la objetividad, no sólo del espacio, sino también del tiempo, su conversión en modos de existencia humana. El tiempo, por ejemplo, es la vivencia por el individuo de su limitación, de su finitud. El verdadero tiempo transcurre sólo entre el nacimiento y la muerte, expresa la temporalidad de la existencia, en tanto que la representación del tiempo que precede al comienzo de la existencia y que continúa discurriendo una vez ésta ha terminado es, desde el punto de vista de los existencialistas, extrapolación arbitraria. Es absurdo hablar de lo que acontecerá después de la muerte.

Jaspers intenta conciliar el subjetivismo existencialista con la creencia religiosa, para lo que atribuye especial significación al concepto de trascendencia, esto es, del ser que no depende de la "existencia". Argumentando desde las posiciones del irracionalismo y el agnosticismo comunes a todos los existencialistas, Jaspers no admite la posibilidad de conocer lo trascendente. A su modo de ver, el hombre vive en un mundo enigmático, incognoscible. La "existencia" está envuelta por símbolos y signos misteriosos. El mundo es un mensaje cifrado que trta de leer en vano el hombre. Todos los intentos de conocimiento racional por parte del hombre son baldíos.

El neopositivismo

El neopositivismo ("atomismo lógico", "positivismo lógico", "empirismo lógico", "análisis lógico", etc.) apareció desde sus comienzos como una orriente filosófica internacional. Contribuyeron notablemente a su nacimiento el lógico, matemático y filósofo inglés Bertrand Russell y el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein. El positivismo lógico vio la luz en el llamado Círculo de Viena, formado a principios de la década de los 20 del siglo XX bajo la dirección de Moritz Schilick. Entre sus miembros, Rudolf Carnap, Frank, Otto Neurath y Hahn. Junto al Círculo de Viena y a la Sociedad de Filosogía Empírica de Berlín (Hans Reichenbach), apareció en los años 30 el grupo de "analíticos" en Inglaterra (Alfred Ayer y Gilbert Ryle entre otros) y la Escuela de Lvovo-Varsovia en Polonia (Twardowski, Ajdukiewiez y Tarski).

La fuente principal del neopositivismo es el machismo, completado con el convencionalismo de Poincaré y algunas ideas extraídas del pragmatismo. Los exponentes de esta nueva tendencia intentaron eliminar la subvaloración del grado lógico del proceso cognoscitivo característica del machismo y utilizar los resultados obtenidos por la lógica matemática contemporánea. Los machistas postulaban la teoría "biológico-económica" del conocimiento y vaían la ciencia principalmente como un método de ordenación de las sensaciones ("elementos"). Por su parte, los positivistas lógicos delimitan una nueva comprensión del conocimiento científico como construcción lógica sobre la base de los contenidos sensoriales ("datos sensoriales"). Los neopositivistas emprendieron con más decisión aún que Mach y Avenarius la tarea de expulsar la "metafísica" de la filosofía, declarando que la filosofía tiene derecho a existir no como "pensamiento acerca del mundo", sino sólo como "análisis lógico del lenguaje".

Los positivistas de la primera generación (Comte, Spencer) consideraban que la debilidad y las limitaciones de la mente humana rendían insolubles los problemas filosóficos básicos. Los machistas entendían que la cuestión cardinal de la filosofía quedaba superada y resuelta con la doctrina de los elementos "neutrales". Los neopositivistas procedieron de modo más radical. El problema cardinal de la filosofía (el del ser y el pensar), y por lo demás todos los problemas considerados hasta entonces filosóficos, eran problemas ficticios o pseudoproblemas. No habían necesidad de resolverlos. Debían ser desechados como carentes de sentido científico.

Los neopositivistas sostienen que todo lo que sabemos del mundo es obra de las ciencias empíricas concretas. La filosofía, en cambio, no puede decir del mundo ni una palabra más de lo que dicen de él las ciencias particulares, no puede ofrecernos ninguna representación panorámica del cosmos. Su tarea consiste en efectuar un análisis lógico y esclarecedor de los postulados de la ciencia y del sentido común con los que puede expresarse nuestro conocimiento del mundo.

Esa reducción de la filosofía al análisis lógico la debe el neopositivismo, en primre término, a Bertrand Russell, quien utilizó para ello las conquistas de la lógica matemática. El desarrollo de la matemática a finales del siglo XIX y principios del XX, particularmente la elaboración de las geometrías no euclidianas y la creación de la teoría de los conjuntos, y los intentos de formalización de la aritmética y, posteriormente, de la geometría, reclamaban un análisis más profundo de las bases lógicas de la ciencia matemática, la investigación de la naturaleza de la axiomática, etc. Los trabajos en esta dirección contribuyeron a crear una nueva disciplina, la lógica matemática o simbólica, en cuya preparación desempeñó un considerable papel el propio Russell. En su intento de dar definiciones rigurosas en el sentido lógico a los conceptos matemáticos, Russell llegó a la conclusión de que todas las nociones matemáticas pueden ser reducidas a relaciones entre números naturales, y que estaas relaciones tienen, a su vez, un carácter lógico puro.

Al analízar los fundamentos lógicos de la matemática, Russell se enfrentó a determinadas paradojas lógicas. Russell entendió que obedecían a la imprefección de nuestro lenguaje y propuso una serie de reglas que limitan su empleo (la "teoría de los tipos"). En su obra fundamental Principia Mathematica (1910-1913), escrita en colaboración con A. N. Whitehead, Russell elaboró un sistema de lógica matemática cuyo lenguaje excluye la posibilidad de la formación de paradojas, con lo que quedaban eliminadas por medio puramente lógicos.

Convencido de la eficacia del método del análisis lógico, Russell dedujo que este método podía contribuir a resolver los problemas filosóficos, y sostuvo que la lógica era la esencia de la filosofía. Ludwig Wittgenstein, discípulo de Russell, puntualizó esta idea en su Tractatus Logico-Philosophicus (1921), al indicar que la filosofía "no es teoría, sino actividad" consistente en la "crítica del lenguaje", o sea en su análisis lógico. Wittgenstein consideraba que los problemas filosóficos tradicionales tenían su raíz en un mal uso del lenguaje. En pos de Russell, admitía la posibilidad de crear un lenguaje perfecto en el que todos los enunciados serían, bien confirmaciones de hechos (ciencias empíricas), bien tautologías (según él, todos los enunciados de la lógica y la matemática son tautológicos).

Carnap redujo todavía más el cometido de la filosofía, circunscribiendo el objeto de sus investigaciones al análisis lógico-sintáctico del lenguaje y sosteniendo que los problemas filosóficos no son más que problemas lingüísticos. Como todo posible saber se expresa en cláusulas o combinaciones de palabras, filosofar equivale a puntualizar las reglas de ordenación de los vocablos en las oraciones, a analizar las normas lógicas para deducir unas de otras, etc.

Sin duda, el análisis lógico del lenguaje, especialmente del científico, no sólo es legítimo, sino imprescindible. Pero ésta es sólo una de las tareas de la filosofía, subordinada a otras más esenciales, de carácter de concepción del mundo. La filosofía no es sólo ni tanto lógica de la ciencia; es, ante todo, doctrina acerca del mundo desde el ángulo del problema de la correlación entre materia y conciencia.

Si bien se apoya en los datos de las ciencias concretas, el conocimiento filosófico del mundo ofrece algo nuevo en comparación con ellas. La filosofía científica, marxista, estudia las leyes más generales del movimiento y el desarrollo de todo el mundo material y espiritual, cosa de lo que ninguna otra ciencia se ocupa. Como a lo largo de toda su historia, la filosofía actual incluye el problema del hombre, los problemas éticos y estéticos. Al identificar toda la filosofía con el análisis lógico del lenguaje, los neopositivistas intentan excluir de la esfera de la filosofía casi toda la problemática filosófica e, implícitamente, suprimir la filosofía como tal.

Los positivistas llevan a cabo esta operación asoladora en nombre de la "superación de la metafísica". Para ellos, una de las tareas más importantes del análisis lógico consiste en separar las proposiciones que tienen sentido de aquellas que no lo tienen desde el punto de vista científico. Los positivistas lógicos reproducen una vieja idea de Hume, y afirman siguiendo a Wittenstein que existen dos tipos de saber científico radicalmente distintos: el fáctico y el formal. Las ciencias fácticas o empíricas nos dan a conocer el mundo y sus juicios tienen carácter sintético, es decir, en ellos el predicado amplía nuestro conocimiento del sujeto, contiene una nueva información acerca de él. Por el contrario, las ciencias formales, la lógica y la matemática, no aportan ninguna información sobre el mundo, pero nos ofrecen la posibilidad de transformar el conocimiento que de él tenemos. Dicen: "una proposición será significativa -esciribió Schlick- sólo cuando... yo pueda decir en qué circunstancias es cierta y en cuáles falsa".

Los neopositivistas afirman que el principio de la verificación responde a las demandas de un cientifismo riguroso y está enfilado contra la metafísica especulativa, desprovista de pruebas.

Al igual que los positivistas del siglo XIX, cuando los neopositivistas hablan de superar y expular la "metafísica" se refieren ante todo a la admisión por los materialistas de la existencia objetiva del mundo material y su reflejo en la conciencia del hombre. Los neopositivistas afirman que su filosofía no es ni materialista ni idealista, que siguen una "tercera línea" en filosofía. En realidad, su filosofía está dirigida contra el materialismo. No niegan abiertamente la realidad objetiva del mundo exterior. Pero entienden que todo problema "metafísico" sobre la existencia del mundo objetivo, sobre la naturaleza objetiva de los fenómenos aprehendidos experimentalemente, es un falso problema. Es eso lo que persigue -combatir la admisión de la realidad objetiva- el principio de la verificación. En efecto, para verificar una proposición hay que señalar los hechos que la hacen verdadera (o falsa). Ahora bien, ¿qué es un hecho para el neopositivista? No es a todas luces la realidad objetiva, ya que se prohibe, como carente de sentido, todo enunciado acerca de ella. Por ejemplo, para los neopositivistas carece de significación el aserto de que la rosa cuyo aroma respiro es material y existe objetivamente, lo mismo que el aserto de que la rosa no existe más que en la conciencia perceptora. Júzgase la rosa material o ideal, ello no influirá sobre el hecho de que yo percibo su aroma, ni por ello olerá mejor ni peor. Y sólo ese hecho, dicen los nepositivistas, puede ser objeto de enunciado significativo. Vemos pues que estos autores entienen por hechos las sensaciones, las vivencias, en suma, los estados de conciencia.

La filosofía religosa: el neotomismo

En una época de inmensos avances en las ciencias naturales y cuando las luchas ideológicas adquieren formas particularmente virulentas, la reacción en el campo de las ideas utiliza con bastante más energía un medio antiguo y secularmente comprobado de influjo espiritual sobre extensos sectores humanos: la religión y la ideología religiosa.

Entre todos los tipos de filosofía religiosa, la más influyente es la filosofía católica del neotomismo, es decir, la doctrina de Tomás de Aquino, el sestematizador más prominente de la escolástica medieval, renovada y adecuada a nuesros días. El neotomismo no es la única variedad de la filosofía católica, pero sí es la más influeyente. Entre sus pensadores más destacados mencionaremos a Jacques Maritain, Etienne Gilson y Gallus Manser. Puede parecer increíble que la doctrina de un escolástico del siglo XIII goce de autoridad y tenga partidarios en la época de la energía atómica, de la cibernética y de los vuelos espaciales. Por supuesto, si los neotomistas se limitaran a repetir las proposiciones de la Summa theologiae del Aquinata, su influencia no trascendería el reducido mundo del clero católico. Pero la doctrina y las actividades de los neotomistas están mucho más diversificadas. Junto a la reproducción y el comentario de las ideas de Tomás de Aquino, los neotomistas dedican gran atención a la propaganda y la aclaración de las prescripciones de la autoridad eclesiástica, del Vaticano, que sigue atentamente el desarrollo de la vida social y toma posición ante ella. Los neotomistas consideran como una de sus principales tareas la interpretación idealista de los descubrimientos y las teorías de la ciencia contemporánea.

A un científico burgués, a un intelectual o a un hombre sencillo puede impresionarle el neotomismo porque, en primer lugar, proclama formalmente los derechos de la razón y de la ciencia y se opone al irracionalismo y al subjetivismo en boga. En segundo lugar, dado que admite que la existencia del mundo circundante es independiente del hombre, parece una escuela muy próxima a las opiniones de las personas normales no ofuscadas por la filosofía idealista. En tercer lugar, quizá impresione porque los neotomistas afirman que su propósito es crear una filosofía como concepción del mundo que dé un cuadro íntegro de la realidad.

Los neotomistas declaran que la premisa de toda filosofía es instaurar "una clara distinción entre fe y conocimiento" y establecer la "armonía" entre ambos conceptos. Afirman que fe y saber no se excluyen, sino que se completan como dos fuentes de la verdad que Dios nos ha dado. Aunque admiten que la fe no es necesaria más que allí donde no puede haber conocimiento, no les satisface la fe ciega, irracional; consideran que la fe debe asentarse en una base racional, lógica. Para ellos, la fuente de las verdades de fe es la Revelación, que se expresa, por ejemplo, en las Sagradas Escrituras. Ahora bien, para que el hombre pueda aceptar todo el contenido de las Sagradas Escrituras debe estar convencido de que la Revelación fue un hecho y, ante todo, de que Dios existe. Los neotomistas insisten en que admitir la existencia de Dios no es sólo cuestión de fe, sino también de saber. Probar la existencia de Dios es el cometido de la filosofía, cometido que ha de cumplirse por medios rigurosamente lógicos. De esta suerte, las verdades demostrables por vía lógica forman la "antesala de la fe", su pedestal. Si en el terreno del saber el hombre llega a la verdad por necesidad o por la fuerza convincente de la prueba o el testimonio de los sentidos, en la fe llega a la verdad libremente. De ahí que la fe sea mayor mérito que el saber.

La existencia de Dios, como los demás dogmas religiosos, no es resultado y conclusión de un análisis racional, sino postulado, premisa de todos los razonamientos, a la que por todos los medios procuran echar cimientos lógicos. Los tomistas no admiten más que aquella ciencia y aquella filosofía que no atentan a los degmas de la Iglesia. Y, viceversa, rechazan y motejan de "rebelión contra la razón" toda teoría que contradiga la doctrina de la Iglesia o conlleve deducciones para ella indeseables.

Por ello buscan nuebos "testimonios" de la presencia de Dios en el mundo y utilizan con este fin la menor duda de los científicos en la concepción materialista, las dificultades que experimenta la ciencia, sus problemas pendientes. Así, Gilson invoca el problema del origen del Sistema Solar, todavía no resuelto totalmente por la ciencia. Este autor señala el carácter fantástico de la hipótesis cosmogónica de Jeans, cuya insolvencia ha sido ya demostrada científicamente, y dice que todo este problema sería mucho más claro y comprensible si los científicos, en vez de inventar teorías inverosímiles, renunciaran a todo intento de darle una explicación científica y admitieran la doctrina eclesiástica de la Creación. Los tomistas querrían que todos los problemas que la ciencia no ha podido resolver aún definitivamente se conseideraran como confirmación de la existencia de Dios y se resolvieran remitiéndose al acto de la Creación. Y dado que siempre habrá problemas no resueltos, la ciencia "demostrará" siempre la existencia de Dios. Por ello el Papa Pío XII, en el discurso "Las pruebas de la existencia de Dios a la luz de la ciencia moderna", pronunciado el 22 de noviembre de 1951, sostuvo que, "en efecto, pese a lo que se ha afirmado inconsiderablemente en el pasado, cuando más progresa la verdadera ciencia más descubre a Dios, como si Él esperara al acecho detrás de cada puerta que abre la ciencia".

Los neotomistas sostienen que Dios no sólo creó el mundo, sino que está siempre presente en éll y que nada ocurre sin su participación. En este postulado de la presencia permanente de Dios en el mundo se erige toda la "metafísica" de los neotomistas, su doctrina del ser y su conocimiento.

Característico de los neotomistas es el dualismo (lo material y lo espiritual), quedando siempre lo material subordinado a lo espiritual. El procedimiento básico de los neotomistas consiste en atribuir los aspectos diversos y contradictorios de un mundo material objetivo único a mundos distintos para, a la postre, acabar explicándolo por la intervención de Dios.

Los neotomistas afirman que no se puede aclarar el movimiento partiendo de él mismo, que únicamente se le puede comprender introduciendo el concepto de motor inmóvil, de Dios. Y no sólo sostienen que, además de la naturaleza, existe un principio espiritual que creó el mundo material, sino que dividen el mundo en materia pasiva y principio inmaterial activo, la forma.

Los tomistas no pueden eludir ya el hecho del desarrollo que contece en el mundo. Pero convienen en admitir la evolución natural sólo en los intervalos existentes entre los actos de la creación del mundo, de la vida y del hombre. También afirman que "una esencia no puede engendrar otra más perfecta que ella". Puesto que en el proceso de desarrollo aparecen formas más complejas y perfectas, los neotomistas sostienen que la fuente y la causa de su desarrollo sólo puede ser un ser que posea la perfección suprema, esto es, Dios.

Las concepciones sociopolíticas de los tomistas, a cuya propaganda dedican gran atención, son tan engañosas como su "metafísica". Como otros filósofos cristianos, los neotomistas hablan mucho de su fidelidad, a los valores éticos y de la inmutabilidad de las leyes morales, presentándose como fieles abogados de los soportes morales de la sociedad. De este modo atraen a muchas personas que no desean sumergirse en el pantano del amoralismo.

La existencia de ricos y pobres dimana de la voluntad divina, idea emitida ya por Tomás de Aquino y que la Iglesia católica sigue defendiendo perseverantemente hoy día.

De tal suerte, la filosofía burguesa moderna, cuyas tendencias más influeyentes son el existencialismo, el neopositivismo y el neotomismo, representa en conjunto la ideología reaccionaria y antipopular del capitalismo agonizante. La burguesía imperialista trata de frenar el progreso social, de impedir la liberación social de los trabajadores, cuya bandera ideológica es el marxismo, por medio de pseudocientificas doctrinas idealistas reaccionarias y fideístas.

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