Un soplo de eternidad

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Filosofía

Federico Engels

Filosofía siglos XV-XIX

Siglos XV-XVII; marco económico

Formas embrionarias del modo capitalista de producción, aparecen en algunas ciudades del Mediterráneo en los siglos XIV y XV. En Italia surgen ya en el siglo XIV las primeras manufacturas, que auncian el paso de la artesanía, característica de la producción feudal, al capitalismo. Apareció la rueda de pedal, se perfeccionó el telar, fue inventada la rueda hidráulica que, con el perfeccionamiento del motor de viento, introdujo enormes cambios en una producción que hasta entonces había tenido por fuerza principal la muscular de bestias y hombres. Fue inmenso el alcance de la brújula, tomada por los europeos de Oriente, que multiplicó de modo extraordinario las posibilidades de la navegación marítima.

El progreso posterior del capitalismo en Europa Occidental obedeció a los grandes descubrimientos geográficos realizados en las postrimerías del siglo XV y comienzos del XVI. El descubrimiento de América y de la ruta a la India, el viaje alrededor del mundo de Magallanes abatieron -como dijo Engels- las barreras del Orbis terrarum. "Sólo entonces fue descubierto el mundo, en el sentido propio de la palabra, y se sentaron las bases para el subsecuente comercio mundial y para el paso del artesanado a la manufactura, que a su vez sirvió de punto de partida a la gran industria moderna.

Los adelantos económicos acontecidos a finales del siglo XV y principios del XVI, y relacionados en grado considerable con el desplazamiento de las rutas comerciales que trajeron consigo los grandes descubrimientos geográficos, dieron lugar a la aparición de nuevos centros de expansión económica.

Cambios en la esfera ideológica

Si en el periodo feudal había sido la religión la ideología preponderante de modo absoluto, ahora fue abatida la dictarura espiritual de la Iglesia. La ascendencia ideológica de la Iglesia se vio también gravemente comprometida como resultado de los movimientos reformadores que tuvieron por marco la primera mital del siglo XVI. Estos movimientos -luterano, zwingliano y, perticularmente, valvinista- eran reflejo de la tendencia dentro de la fortalecida burguesía a liberarse de la tutela de la Iglesia católica romana como instrumento del feudalismo y a instituir su propia organización eclesiástica burguesa.

Nacimiento de la cultura humanista burguesa

Si en la Edad Media, por lo general, los hombres de ciencia y los filósofos habían sido servidores de la Iglesia, ahora un sector de la intelectualidad estaba relacionado directamente con la ciencia y el arte y, de ordinario, nada a poco con la Iglesia. En este periodo surge una nueva cultura, que recibe el nombre de humanismo, término que significa el estudio de carácter laico, a diferencia del teológico-escolástico. Los humanistas enfrentaban las ciencias seglares a la erudición eclesiástico-escolástica.

La particularidad de aquella alboral cultura burguesa consistió en un aprovechamiento a fondo de la civilización greco-latina. La cultura pagana era más afín a la burguesa embrionaria que la cultura y la ideología de la sociedad feudal. La significación del legado cultural de la antigüedad fue tan inmenso que toda esta época a menudo se define como periodo del Renacimiento, lo que señala la reaparición de muchos aspectos de la cultura antigua, después de más de un milenio de olvido.

Resplandeció la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, la ciencia y la filosofía. Ya en aquella época pudo verse que el rasgo característico de la cultura burguesa era el individualismo.

La filosofía humanista burguesa

La particularidad del pensamiento filosófico del Renacimiento es su carácter antiescolástico. Debe tenerse en cuenta que la escolástica, tanto por el lado de la Iglesia como del Estado, fue durante toda la época reseñada la filosofía ofiaicl y se impartió en la mayoría de las universidades. A diferencia de la escolástica, la filosofía de los humanistas dejó de ser sirvienta de la teología.

Contribuyó a esta situación la teoría de la doble verdad, que separó el objeto de la ciencia (el estudio de la naturaleza) del de la religión (la salvación del alma). Bajo el pertinaz dominio de la religión y la Iglesia, esta teoría adquirió vasta difusión entre los pensadores progresistas de la época hostoriada y propició la formación de la conciencia científica y el desarrollo de la corriente materialista en la filosofía del Renacimiento. También cooperaron a ello el renovado interés por las doctrinas materialistas de la antigüedad, en particular del epicureísmo, y más adelante el progreso de las ciencias natrurales. Como la escolástica suponía una desmedulación de la doctrina aristotélica, la lucha contra el peripatetismo de sesgo escolástico fue de los rasgos distintivos de la filosofía renacentista. Al aristotelismo medieval oponían los filósofos humanistas no sólo las doctrinas materialistas de la antigüedad clásica, sino en ocasiones incluso la filosofía de Platón y de los neoplatónicos. Algunos de estos pensadores enfrentaron al Aristóteles esolastizado, la auténtica doctrina del gran Estagirita, interpretándola en un sentido materialista. Para el desarrollo de las concepciones materialistas en el periodo reseñado tuvo mayor significación aún la filosofía de la naturaleza, doctrina libre de especulaciones teológicas. Esta filosofía natural revestía a menudo carácter panteísta, es decir, sin negar directamente la existencia de Dios lo identificaba con la naturaleza.

Los gigantes del conocimiento

La primera notabilidad panteísta de esta época fue Nicolás de Cusa (1401-1464), que en el problema cardinal de la filosofía se decidió por el idealismo: la naturaleza, incluido el hombre, procede de Dios, o sea, el ser supremo, absoluto. Pero al desarrollar las ideas del panteísmo, el Cusano prácticamente niega la creación del mundo por Dios, pues aproxima Dioa a la naturaleza adjudicando a esta última atributos divinos y, ante todo, infinitud en el espacio (mejor dicho, imitación). El alcance histórico-filosófico de esta idea cosmológica aparece con particular claridad si se tiene en cuenta que una de las bases de la cosmovisión teológico-escolástica era la finitud del universo en el espacio y su creación en el tiempo.

A finales del siglo XV y en el XVI aparecen tratados que desbordan los límites de las matemáticas de la antigüedad clásica. Los científicos dedicados a esta materia se esfuerzan por ponerla al servicio de la práctica productiva en desarrollo, tendencia ésta casi desconocida en la antigüedad greco-romana y menos aún en la Edad Media.

Los éxitos de las matemáticas teóricas y de las ciencias naturales experimentales influyeron directamente sobre el desarrollo de las tendencias materialistas en la filosofía y coadyuvaron en la derrota de la escolástica. Los descubrimientos más importantes de la época corresponden a la astronomía, cuyo progreso estaba condicionado ante todo por las demandas de la navegación y la necesidad de rectificar el calendario. Y como la cosmovisión teológico-escolástica se ceñía a la doctrina geocéntrica, los nuevos descubrimientos demolían tal cosmovisión. El de más trascendencia fue el sistema heliocéntrico del gran sabio polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), que echó los cimientos de la astronomía científica.

El alcance de la teoría heliocéntrica desbordó ampliamente el marco de la astronomía. De aquí data la emancipación de las ciencias natruales respecto de la teología. Entre otros titanes de esta época fue Giordano Bruno (1540-1600). Influido por la ideología humanista, la filosofía natural italiana y la teoría copernicana entró en conflicto con la fe católica, dejó los hábitos y huyó de Italia. Vivió más de quince años en Suiza, Francia, Inglaterra y Alemania, desplegando una intensa labor de divulgación filosófica que le acarreó infinidad de enemigos entre los eclesiásticos y escolásticos defensores de la cosmovisión teológica. Con añoranza por la patria regresó a Italia en 1592, donde al poco fue apresado por la Inquisición y, tras ocho años de encarcelamiento, quemado vivo en la hoguera. Su concepción del mundo es, en conjunto, materialista, mas bajo la forma de panteísmo. De todos los filósofos naturalistas de la época, es el que con más coherencia diluye a Dios en la naturaleza.

Junto a los filósofos de la naturaleza expresaron profundas ideas filosóficas los eminentes naturalistas Leonardo de Vinci, Galileo y otros. Leonardo de Vinci (1452-1519) se distingue de la abrumadora mayoría de sus contemporáneos por la hostilidad a la astrología, la magia y la alquimia, que en aquellos tiempos tenían inmenso prestigio. En ellas veía falsas ciencias completamente inútiles para el hombre. Expone la profunda idea de que es necesario combinar la experiencia práctica con la comprensión científica de esta última como camino real para obtener nuevas verdades. "Los enamorados de la práctica sin ciencia -escribe- son como timonel que sube a la nave sin timón ni brújula; nunca está seguro del rumbo... La ciencia es la capitana, en tanto que la práctica es la tropa". La matemática es la más fidedigna entre las ciencias, necesaria ante todo para comprender y generalizar la experiencia.

El fundador del método experimental-matemático de investigación de la naturaleza es Galileo Galilei (1564-1642), quien nos dejó una exposición desplegada de tal método y fundamento los principios más importantes de la interpretación mecanicista del universo.

Estos descubrimientos, que dieron a Galileo el renombre de "Colón del cielo", y principalmente el de los satélites de Júpiter, fueron la prueba evidente de la teoría heliocéntrica de Copérnico, en tanto que los fenómenos observados en la Luna, imaginada como un planeta análogo a la Tierra, y las manchas del Sol confirmaban la idea de Giordano Bruno que homogeneizaba en el plano físico la Tierra y el cielo.

La significación filosófica de las leyes mecánicas halladas por Galileo y las leyes del movimiento de los planetas descubiertas por Johannes Kepler (1571-1630) fue inmensa. Puede decirse que la noción de ley, de necesidad natural, había nacido con la filosofía. Pero estas nociones iniciales no estaban libres de considerables elementos antropomórficos y mitológicos.

Siglos XVI-XVIII

La disgregación de las relaciones feudales cambia esencialmente el factor religión dentro de la sociedad. Se derrumba la dictadura espiritual de la Iglesia. La religión, empero, mantiene todavía un considerable poder sobre las mentes.

Para los ideólogos burgueses progresistas, las nuevas concepciones que más cuadraban a los intereses de la ciencia de la naturaleza era la filosofía materialista y el materialismo -por lo general espontáneo- de los naturalistas. En un principio, estas dos modalidades del materialismo actúan en común. La una y la otra acometen la crítica de la escolástica planetando el problema del método del conocimiento: el método viejo expresaba no sólo el divorcio escolástico del experimento, de la práctica, sino también el idealismo propio de la escolástica. Los materialistas atribuyen la esterilidad de la pseudociencia escolástica a la endeblez de su método, cuyos rasgos esenciales son la obediencia acrítica a la autoridad, el dogmatismo, la especulación, la ausencia de una observación empírica sistemática y de experimentación, el apresuramiento y la inconsistencia de las generalizaciones, la primacía de la deducción.

El primer filósofo que se plantea la elaboración de un método científico basado en la interpretación materialista de la naturaleza fue Francisco Bacon (1561-1626), quien diferencia dos tipos de experimento: 1) los "fructíferos" y 2) los "lucíferos". Los primeros son aquellos cuyo fin es aportar un provecho inmediato al hombre; los segundos, aquellos cuyo objetivo no es el provecho inmediato, sin el conocimiento de las leyes que presiden los fenómenos y las propiedades de las cosas. El materialismo de Bacon no es consecuente; no sólo la verdad científica, sino también la religiosa.

Por su parte René Descartes, realizó una gran aportación filosófica. El rasgo fundamental de su filosofía (cartesiana) es el dualismo (el alma y el cuerpo). Admite la existencia de dos principios independientes: la sustancia inmaterial y la sustancia material. La propiedad básica de la sustancia inmaterial es el pensamiento; la de la material, la extensión. "Pienso, luego existo". En este punto de arranque doctrinal, Descartes es idealista, un idealismo que no consiste en sostener que mi pensar engendra el ser de mi cuerpo (tal idea no se le ocurre), sino en creer que para él la existencia del pensamiento es más indudable y cierta que la existencia del cuerpo, o materia. Trata de fundamentar el idealismo no ontológicamente, sino gnoseológicamente, no como característica del ser, sino como característica de nuestro conocimiento del ser.

La doctrina cartesiana de la materia, o de la sustancia corporal, se forma en estrecha relación con las investigaciones matemáticas y físicas. Descartes identifica la materia con la extensión, o espacio, y considera que las cualidades sensibles de los objetos (color, calor, sonido, etc.) no existen por sí mismas, es decir, objetivamente.

El gran materialista inglés Thomas Hobbes (1588-1679) fue contemporáneo de la revolución burguesa que inauguró época en Inglaterra. A juicio de Hobbes, el mundo es un conjunto de cuerpos, pues nada incorpóreo existe. Una sustancia incorpórea representa el mismo contrasentido que representaría un cuerpo incorpóreo. De estas proposiciones de partida, Hobbes deduce: 1) la negación de la existencia de las almas como sustancias especiales, 2) la tesis según la cual los cuerpos son las únicas sustancias, y 3) la afirmación de que la fe en Dios no es más que producto de la imaginación humana. Según él, el conocimiento se realiza mediante las "ideas". La fuente de las ideas no puede ser sino la percepción del mundo exterior. En correspondencia con esto entiende que los sentidos son fuente no sólo de las ideas, sino de todo nuestro conocimiento. Mediante la acción de los objetos se crean en nosotros las ideas iniciales.

En el siglo XVII descollaban los Países Bajos por su avance en la técnica (militar y civil) y la ciencia (matemática, astronomía, mecánica y física) y por su arte realista. A las eminencias de la ciencia mundial pertenecen mentalidades holandesas del siglo XVII como el matemático, físico y astrónomo Huygens, el físico, Snellius, Anton van Leeuwenhoek uno de los inventores del microscopio, y otros muchos sabios. En estos marcos aparece una notable doctrina materialista del siglo XVII, la filosofía de Benito o Barusch de Spinoza (1632-1677). Como Descartes, Spinoza quiere edificar la filosofía sobre proposiciones apriorísticas. La geometría, con sus axiomas y rigurosa deduccción de los teoremas, es para Spinoza modelo de certidumbre y la riguosa demostrabilidad. Apunta que no existe más que la sustancia, la naturaleza, que es "causa de sí misma" (causa sui), esto es, para existir no necesita nada más. En esta proposición descansan el materialismo y el ateísmo spinozianos.

Distinguido representante del materialismo inglés fue John Locke (1632-1704), continuador de Bacon y Hobbes y fundador del sensualismo materialista, según el cual todos los conocimientos vienen de la percepción sensorial del mundo exterior. El filósofo inglés llama cualidades primarias a las pertenecientes a los propios objetos y presentes en ellos tal y como nos las ofrecen nuestras sensaciones. Las cualidades primarias son inseparables del cuerpo y en todas las alteraciones que el cuerpo sugre se mantienen como son. Como estas cualidades primarias se hallan en los propios cuerpos, Locke las llama cualidades reales; tales son la densidad, la extensión, la figura, el movimiento (o el reposo) y el número. Llama cualidades secundarias a las que nos parecen que están en los objetos mismos, pero que en realidad no están en ellos.

Filosofía inglesa de los siglos XVII y XVIII

La filosofía de Locke ejerció fuerte influencia sobre el desarrollo de la Ilustración inglesa de los siglos XVII y XVIII (la llamada amplia corriente filosófica dirigida contra la ideología de la sociedad feudal). Los ilustradores trataban de poner coto a la fe en favor de la razón; a la religión en favor de la ciencia y de la concepción científica del mundo; trataban de emancipar la moral de las tutelas religiosas y proclamaban que la "luz natural de la razón" era el instrumento principal -e independiente de la religión- para perfeccionar la sociedad.

John Toland (1670-1722) avanza del deísmo al materialismo. El mundo como un todo es eterno, pero cambia sin cesar; la vida y el movimiento caracterizan no sólo a las cosas individuales, sino también a la sustancia. Toland formula por primera vez una de las proposiciones más importantes del materialismo: "el movimiento es propiedad esencial de la materia, tan inseparable de su naturaleza como son inseparables de ella la impenetrabilidad y la extensión".

George Berkeley (1685-1753), atento estudioso de las teorías científico-naturales, decidió ya en sus años juveniles combatir lo que eran los resultados fundamentales de la filosofía y la ciencia avanzadas. Como observara los progresos de las doctrinas materialistas y mecanicistas pensó atacar no tal o cual manifestación del materialismo, sino la noción clave, según él juzgaba, de todos los tipos de materialismo, esto es, la noción de la materia como base sustancial de toda la multiplicidad de cuerpos y sus cualidades. Estrecha conexión con la noción de la materia tiene la idea del espacio que, como entendía la física de Newton, existe aparte de los cuerpos, como habitáculo común de todas las cosas naturales. La filosofía de Locke, materialista en su conjunto, partía de que la fuente de las sensaciones era el mundo externo, que existía independientemente de la conciencia. Berkeley rechaza este punto de partida materialista de la doctrina lockiana y afirma que las sensaciones ("ideas") son la única realidad perceptible por el hombre. Al sensualismo materialista de Locke opone el sensualismo idealista.

Según Berkeley, la premisa de la noción de materia, lo mismo que la de espacio, consiste en admitir que, abstrayéndonos de las propiedades particulares de las cosas que percibimos por medio de diversas sensaciones, podemos afirmar la idea abstracta de un sustrato material común a todas ellas. Pero eso es imposible, dice. No tenemos ni puede haber una aprehensión sensorial de la materia en cuanto tal. Percibimos únicamente las cosas singulares, y cada una de estas percepciones es la suma de diversas sensaciones o, según la terminología berkeleyana, "ideas". Tales son las ideas de flores, aromas, sonidos, de sensaciones térmica, tangibles, etc. "Ser" significa siempre "ser percibido". Vemos colores, pero no la materia coloreada, oímos sonidos, pero no la materia sonante, etc.

Berkeley defiende los principios del idealismo subjetivo, pero quiere evitar el solipsismo, esto es, la deducción de que no existe más que un sujeto percipiente. De ahí que, pese al postulado inicial del idealismo subjetivo, sostenga que el sujeto no es uno. Una cosa que haya dejado de ser precibida por un sujeto puede serlo por otro o por otros. Y aunque los sujetos desaparecieran no por eso las cosas se convertirían en nada. Los objetos seguirían existiendo como suma de "ideas" en la mente de Dios. Dios es el sujeto que en todo caso no puede desaparecer y, congruentemente, no puede desaparecer todo el mundo de cosas por Él creado: el mundo de los astros, de los planetas y de la Tierra con todo lo que existe en ella.

El filósofo, psicólogo, historiador y economista inglés David Hume (1711-1776) fue contemporáneo de Berkeley, que influyó sobre él, aunque Hume no compartió sus deducciones. Berkeley es partidario militante del idealismo y la religión. Hume es un escéptico, un agnóstico. Para Hume, la misión del conocer no consiste en un conocer adecuado al ser, sino en la aptitud de servir de guía para la orientación práctica. El hecho de que un suceso proceda a otro no se sigue que uno de ellos sea la causa y el otro, el efecto. Lo que sí es imposible es saberlo. La concatenación causal, si existe, es incognoscible. Así pues, en la teoría Hume es agnóstico; en la práctica defiende el "sano sentido común" burgués. Una contradicción inevitable para toda la filosofía del idealismo subjetivo. En la ontología niega la existencia de la categoría de la sustancia y reduce la idea de la sustancia a la del conjunto de las cualidades singulares.

El idealismo objetivo de Leibinz

Gottfried Wilhelm von Leibinz (1646-1716) desplegó múltiples actividades prácticas y teóricas. En las parcelas del saber aspiró a elaborar amplias concepciones aglutinadoras, pero a veces intentó combinar lo cimpobinable: la ciencia y la religión, el materialismo filosófico y el idealismo, el apriorismo y el empirismo.

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