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EL PAPA PIDE A LOS JOVENES EL �MARTIRIO� DE IR CONTRA CORRIENTE
Dos millones en la gran vigilia de las Jornada Mundial de la Juventud

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Homil�a de Juan Pablo II en la Misa de Clausura de la XV Jornada Mundial de la Juventud � Tor Vergata, Roma 20 de agosto del 2000

Palabras del Papa en el �ngelus final de la XV Jornada Mundial de la Juventud

Discurso de Juan Pablo II en la Gran Vigilia de Tor Vergata, 19 de agosto del 2000

Rito de Acogida de los J�venes de Roma e Italia en la Plaza de San Juan de Letr�n, 15 de agosto de 2000

Rito de Acogida de los J�venes de los cinco continente en la Plaza San Pedro, 15 de agosto de 2000

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II en la Plaza San Pedro, 15 de agosto de 2000

 

ROMA, 19 agosto (ZENIT.org).- Dos millones de j�venes de 160 pa�ses y de todas las razas han sido la gran sorpresa del gran Jubileo del a�o 2000. Llegaron para encontrarse con el Papa despu�s de haber recorrido en ese d�a decenas de kil�metros, bajo un sol implacable, con temperaturas que alcanzaban los 38 grados a la sombra y al menos un 85 por ciento de humedad. Sin saberlo, cada uno de ellos se convirti� en protagonista del encuentro m�s grande que ha vivido la Ciudad Eterna en toda su historia.

L�grimas en los ojos del pont�fice
Cuando el helic�ptero del pont�fice aterriz� en la inmensa explanada de Tor Vergata, situada a las puertas de Roma, comenz� el delirio. Al llegar, el Papa quiso recorrer las 300 hect�reas en �papam�vil� para poder saludarlos de cerca. Aplausos, y gritos de estadio de f�tbol le siguieron durante minutos y minutos. Cuando subi� al palco y vio el espect�culo de color y alegr�a que ten�a ante sus ojos, los j�venes lograron arrancarle las l�grimas. Pero tras sec�rselas con la mano, fue �l mismo quien se puso a incitar a sus j�venes siguiendo con la mano el ritmo de sus gritos. 
Junto al palco del Papa, se encontraban j�venes minusv�lidos o procedentes de pa�ses en guerra o que viven en extrema pobreza. Pudieron participar en este encuentro gracias a la solidaridad de los participantes en estas Jornadas Mundiales de la Juventud, que les llev� a ofrecer a muchos 10 d�lares en solidaridad para poder pagar su viaje e instancia.

La voz de los j�venes
Una cruz tan grande como un edificio de unos seis pisos se convirti� en el testigo simb�lico de los testimonios que pronunciaron cuatro j�venes intercalados por la participaci�n de grandes artistas y de todo el mundo. En primer lugar tom� la palabra Domingos, un muchacho de Angola, quien narr� c�mo perdono a los asesino de su hermano a causa de la guerra en ese pa�s que dura ya desde hace 25 a�os.

A continuaci�n, Aurora, rumana, de la Iglesia cat�lica bizantina,
perseguida por el r�gimen comunista, revel� a los muchachos lo dif�cil que era participar en encuentros de oraci�n clandestinos y asistir a la universidad.

La vigilia dio voz, a continuaci�n, al grito de los condenados a muerte. Stefania, una muchacha italiana, cont� la amistad y asistencia espiritual que ha podido ofrecer a quienes esperan el d�a de su ejecuci�n en las c�rceles de Estados Unidos, por casi todos Juan Pablo II ya ha pedido oficialmente clemencia.

Por �ltimo, Massimiliano, de Roma, confes� que ha nacido en una sociedad �donde todo se puede comprar� y �en la que tengo todo�. En este ambiente, ha sentido el mismo llamamiento a dar lo que ten�a a los pobres y a seguir a Cristo. En su encuentro con los pobres de Roma, este joven busca la santidad en el a�o 2000.

El �nuevo martirio�
Juan Pablo II, en su discurso, plante� una pregunta que la gran mayor�a de los j�venes sienten en su propio pellejo: �En el a�o 2000, �es dif�cil creer?�. La respuesta del Papa fue clara: �S�, es dif�cil. No hay que ocultarlo�.

�Tambi�n hoy creer en Jes�s�, constat�, �conlleva una opci�n por �l y, no pocas veces, es como un nuevo martirio: el martirio de quien, hoy como ayer, es llamado a ir contra corriente para seguir al divino Maestro�.

Al inicio del discurso, los j�venes estaban muy silenciosos, la concentraci�n se rompi� cuando los mexicanos le interrumpieron con sus t�picas �porras�. Todos se sumaron y el Papa brome�: �Ten�is raz�n, ya he hablado demasiado�.

El obispo de Roma continu� ilustrando lo que significa hoy el martirio en una sociedad consumista y hedonista. �Quiz�s a vosotros no se os pedir� la sangre --explic� a los j�venes--, pero s� ciertamente la fidelidad a Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada d�a. Estoy pensando en los novios y su dificultad de vivir, en el mundo de hoy, la pureza antes del matrimonio. Pienso tambi�n en los matrimonios j�venes y en las pruebas a las que se expone su compromiso de mutua fidelidad. Pienso, asimismo, en las relaciones entre amigos y en la tentaci�n de deslealtad que puede darse entre ellos�.

�Me refiero igualmente al que quiere vivir unas relaciones de solidaridad y de amor en un mundo donde �nicamente parece valer la l�gica del provecho y del inter�s personal o de grupo --a�adi�--. As� mismo, pienso en el que trabaja por la paz y ve nacer y estallar nuevos focos de guerra en diversas partes del mundo; tambi�n en quien act�a en favor de la libertad del hombre y lo ve a�n esclavo de s� mismo y de los dem�s; pienso en el que lucha por el amor y el respeto a la vida humana y ha de asistir frecuentemente a atentados contra la misma y contra el respeto que se le debe�.

El regalo del Papa a los j�venes Juan Pablo II quiso dejar a los j�venes un regalo para que puedan ser los cristianos del tercer milenio: el Evangelio. �La palabra que contiene es la palabra de Jes�s. Si la escuch�is en silencio, en oraci�n, dej�ndoos ayudar por el sabio consejo de vuestros sacerdotes y educadores con el fin de comprenderla para vuestra vida, entonces encontrar�is a Cristo y lo seguir�is, entregando d�a a d�a la vida por �l�.

�En realidad --les dijo a los chicos que en sus manos ten�an velas encendidas--, es a Jes�s a quien busc�is cuando so��is la felicidad; es �l quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontr�is; es �l la belleza que tanto os atrae; es �l quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es �l quien os empuja a dejar las m�scaras que falsean la vida; es �l quien os lee en el coraz�n las decisiones m�s aut�nticas que otros querr�an sofocar. Es Jes�s el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valent�a de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haci�ndola m�s humana y fraterna�.

�Queridos j�venes�, exclam� con fuerza el Santo Padre, �En la lucha contra el pecado no est�is solos: �muchos como vosotros luchan y con la gracia del Se�or vencen!�. Este es, sin duda, el gran �xito de las Jornadas Mundiales de la Juventud, un encuentro planetario de j�venes cristianos, con los mismos problemas e ideales.

El sucesor de Pedro concluy� su discurso improvisando: �He esperado mucho el poder daros este mensaje, el poder encontrarme con vosotros esta noche y, despu�s, ma�ana�.

�Roma no olvidar� nunca este ruido�, les dijo antes de despedirse el Papa, aludiendo a los gritos y cantos de la vigilia. En ese mismo instante estallaban los fuegos artificiales.

Los j�venes se quedaron a �dormir� en la gran explanada de Tor Vergata. El ambiente era de fiesta, a pesar de que el cansancio era realmente tremendo: la gran mayor�a de los j�venes han pasado cuatro d�as durmiendo por los suelos de escuelas, parroquias o cuarteles... Hab�an caminado kil�metros bajo el peor de los calores romanos.. Algunos, sin embargo, pasaron todav�a momentos de adoraci�n en algunas tiendas, en las que estaba expuesta la Eucarist�a.
 

3� Comunidad Neocatecumenal de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Merced (Burriana - Castell�n - Espa�a)

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