Anna Katharina Emmerick, mística alemana, camino a los altares
Experimentó en su vida la Pasión de Jesús
CIUDAD DEL VATICANO, 29 julio 2003 (ZENIT.org).- El reconocimiento de un milagro, ocurrido en Alemania en 1880, por parte de la Santa Sede el pasado 7 de julio ha abierto las puertas a la beatificación de Anna Katharina Emmerick, religiosa agustina de origen alemán que recibió carismas extraordinarios y desarrolló un fecundo apostolado desde su invalidez física.
El 8 de septiembre de 1774, en una humilde granja del pueblo de Flamske, en Coesfeld, cerca de Dülmen, diócesis de Münster, Westfalia, noroeste de Alemania, fue bautizada, el mismo día de su nacimiento, Anna Katharina Emmerick.
Desde los cuatro años de edad tuvo frecuentes visiones de la historia de la Salvación. Tras muchas dificultades causadas por la pobreza de la familia y su oposición a que eligiera la vida religiosa, ingresó a los 28 años de edad en el monasterio de Agnetenberg, en Dülmen.
Suprimido el monasterio por las autoridades civiles, se trasladó a una casa particular. Desde 1813 en adelante, la enfermedad la obligó a la inmovilidad.
«Llevó consigo los estigmas de la Pasión del Señor y recibió carismas extraordinarios que empleó para consuelo de numerosos visitantes. Desde el lecho desarrolló un gran y fructífero apostolado», constató el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, al leer el decreto de reconocimiento del milagro ante Juan Pablo II.
Desde ese mismo año tampoco tuvo más alimento que la Comunión, y pasó por tres exhaustivas investigaciones de la diócesis, la policía bonapartista y las autoridades.
Los últimos años de su vida vivió día a día la predicación y la Pasión de Jesús. El lunes 9 de febrero de 1824 murió consumada por las enfermedades y las penitencias. Declarada Venerable a finales del siglo XIX, su proceso de beatificación se reanudó en 1972. En el 2001 se declaró la heroicidad de sus virtudes.
Anna Catalina Emmerick, exclaustrada por la invasión napoleónica, inválida y estigmatizada, trataba de describir, en su dialecto bajo alemán, las visiones cotidianas de lo sobrenatural que ella misma encontraba indecibles.
Un notable escritor alemán, Clemens Brentano, al tener noticia de ello, trabó conocimiento con la monja, se convirtió y permaneció al pie de la cama de la enferma copiando los relatos de la vidente desde 1818 a 1824.
Dos veces al día el escritor acudía a visitar a Anna Katharina Emmerick para copiar en sus diarios los apuntes, y regresaba otra más para leérselos a la monja inválida y comprobar así la fidelidad de lo transcrito.
Al fallecer la religiosa, el escritor ordenó el material depositado en sus diarios. Preparó un índice de las visiones y la edición de «La amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo». El libro fue un acontecimiento mundial.
El escritor alemán comenzó entonces a ordenar las visiones de la «Vida de María». Brentano murió dejando la tarea inacabada. En lo sucesivo, distintos especialistas editaron los «Diarios» y compilaron, cada uno a su modo, las visiones sobre la Iglesia, el Antiguo Testamento, la Vida pública de Jesús y la Iglesia naciente.
«No hallé en su fisonomía ni en su persona el menor rastro de tensión ni exaltación», afirmó Brentano tras conocer a la religiosa. «Todo lo que dice es breve, simple, coherente, y a la vez lleno de profundidad, amor y vida».
El guión de la película «The Passion» («La Pasión»), que debe estrenarse a principios del 2004 en los Estados Unidos, está inspirado en las visiones de la religiosa, tal como reveló el director de la cinta, Mel Gibson.
ALGUNAS PROFECÍAS DE 1774
"Vi que se cernía sobre esta ciudad terribles amenazas que venían del norte".
"Vi el Vaticano rodeado de llamas de arriba abajo" (Nota: esta misma imagen y hasta con las mismas palabras las predijo la beata Ana María Taigi en 1837, la cual añadió: "las revoluciones se abatirán sobre Roma"). Pero sigamos con la futura Beata Anna Catalina Emmerich, en su profecía sobre el Vaticano:
"Tenía un gran miedo de que los habitantes perecieran abrasados, porque nadie venía a apagar el fuego. Pero tan pronto nos aproximamos cesaron las llamas y vimos el edificio ennegrecido y calcinado".
"Vi de nuevo la Iglesia de San Pedro con su cúpula más alta. San Miguel se cernía por encima de ella, lleno de resplandor, con un ropaje de púrpura, y llevando en su mano un estandarte de guerra. Sobre la tierra se libraba un gran combate. Los Verdes y los Azules combatían contra los Blancos, y estos, que tenían una espada roja resplandeciente, parecían tener desventaja. Todos, sin embargo, ignoraban por qué combatían.. La Iglesia estaba teñida de sangre, como el ángel, y se me dijo "que sería lavada en sangre". El combate duraba más y más, y al mismo tiempo el color de sangre desaparecía de la Iglesia, y ésta parecía más y más radiante. Finalmente, el ángel descendió al lado de los blancos y le vi muchas veces delante de sus cohortes".
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