El
dilema de los padres con los hijos (VII)
CAPÍTULO 7: OCHO ARMAS PARA
LA CONVIVENCIA
Comenzamos un nuevo
capítulo con una serie de sugerencias para tener una
feliz convivencia, eso tan complicado, y reconfortante...
para algunos, casi imposible.
La sabiduría
popular dice: "baila, no te pelees". Tal exhortación
señala con claridad la mejor manera de superar los
problemas. Si intentamos solucionarlos por la fuerza, no nos
cabe esperar un resultado satisfactorio. Cuando imponemos
nuestros deseos a expensas de los de nuestros hijos (jugadores
/ entrenadores / otros) lo único que hacemos es abusar.
Habremos ganado aparentemente una batalla, pero perderemos
con seguridad la guerra.
1. IRSE
O ESPERAR. Cuando estamos tan nerviosos que sabemos que vamos
a perder el control, desaparecer o dejar que pase un tiempo
prudencial, nos dará un respiro para que no actuemos
bajo el influjo de una cólera momentánea.
Lo bueno
de no hacer nada, es que después no hay que arrepentirse.
Es importante
que los adultos constaten con su comportamiento que continúan
controlando la situación, y que no abdican de su calidad
de padres.
2. "YO", NO "TÚ". Con mensajes
como estos no nos estamos refiriendo a la acción, sino
al niño. Las afirmaciones que incluyen un "tú"
normalmente son ofensivas. Es preferibles encabezarlas con
"yo", deja las cosas claras, y no daña la
autoestima del niño.
Es más
correcto enunciar cómo te sientes que hacer falsas
declaraciones sobre la personalidad del niño.
3. VIVIR EN EL PRESENTE. Las proyecciones en el futuro son
bastante comunes, pero en ningún caso son buenas para
la evolución de los niños. Ceñiros al
presente.
Además,
los niños no escuchan a partir de la segunda frase,
haciendo lo que se llama "oídos sordos".
Si habláis con brevedad y autoridad, el mensaje tiene
más posibilidades de dar en el blanco.
4. EVITAR LA FUERZA FÍSICA Y LAS AMENAZAS. Si los azotes
funcionaran, sólo tendrían que darse una vez.
Pero por muy buenos resultados que hayamos obtenido en apariencia,
tras habernos impuesto con nuestra fuerza de persona mayor
a un niño, en realidad, no hemos conseguido nada.
Los malos
tratos, las palabras hirientes, no las empleamos casi nunca
cuando estamos calmados. Enfadados, acostumbramos a afirmar
cosas sin sentido.
5. HABLAR CON CLARIDAD Y CONCISIÓN. Tener cuidado con
las explicaciones largas. Órdenes de manera escueta
pero segura, y no os preocupéis por si os parecéis
a un disco rallado.
6. PONERLO POR ESCRITO. Los mensajes escritos pueden constituir
un mecanismo eficaz, y amable para comunicar tus deseos, de
manera que los niños los pueden entender. Escribir
es bueno por varias razones, una de ellas es porque relaja.
Es difícil que la rabia se mantenga a lo largo de todo
el proceso que se inicia cuando se toma un papel, un bolígrafo
y se piensa en lo que se quiere decir.
Poner
las cosas por escrito, es similar a irse o esperar. Sirve
para disponer de una distancia, una tranquilidad, y un tiempo
de reflexión.
7. CENTRARSE EN LO ESENCIAL. Solemos hablar mucho de fijar
reglas, y de lo que ocurre cuando estas se rebasan o se ignoran.
Somos nosotros quienes tenemos que decidir qué es verdaderamente
importante en nuestros hogares.
¿Estás
imponiendo algo porque te lo hicieron contigo mismo, o porque
no te lo hicieron? ¿Pones en práctica soluciones
que imitan a las de tus amigos, o se desprenden de los consejos
de tus expertos preferidos? Ten cuidado con los métodos
milagrosos que pretenden solucionar todos los problemas. Ningún
sistema es aplicable a todos los casos.
8. RESTABLECER LA PAZ. Como hemos visto, resulta inevitable
que en ciertas situaciones perdamos el control, pero también
sabemos que debemos restarle dramatismo. Seguimos teniendo
la opción de hablarlo después o de admitir nuestra
equivocación, o que hemos sido injustos.
Todos
necesitamos hacer las paces después de una discusión,
por terrible que haya sido. El tiempo y la distancia cura
cualquier herida, y una simple disculpa puede hacer disminuir
el resentimiento y abrir el camino hacia la reconciliación.
Hay que
pedir perdón cuando se comete una equivocación.
Enseñar que todo el mundo puede errar, y que no está
mal del todo admitirlo.
Estas ocho técnicas no son infalibles. Son simplemente
ocho posibilidades que en alguna ocasión pueden servir
para acabar con una ofuscación y conducir a la cooperación.
Además, no siempre funcionan, pero es bueno recurrir
a ellas.
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