CAPITULO I

 COMIENZO DEL NUEVO MINISTERIO

 Después de la visitación del ángel, el Hno. Branham regresó a su hogar. El domingo en la noche predicó en su tabernáculo en Jeffersonville. La gente de su iglesia le cree y confían mucho en él. Es a ellos, a quienes recurriremos para la continuación de nuestra historia; para saber el curso de los eventos que le siguieron, y que rápidamente se desarrollarían, hasta él punto de poner su ministerio a un nivel nacional.

Muchas visiones le fueron dadas al Hno. Branham durante el último año que estuvo con nosotros, y todas ellas probaron ser ciertas al cumplirse cada una frente a nuestros propios ojos.

Pero sobre el don especial de sanidad que le fue dado durante la visitación del ángel, él nos lo comunicó sólo unos días antes de salir hacia San Luis.

Nosotros en Jeffersonville creemos que William Branham es el profeta enviado de Dios. Una de las cosas maravillosas de nuestro hermano era su humildad. Le conocimos desde niñito, y es cierto que vivió una vida quieta, limpia, y moral, y siempre fue diferente a los demás.

Muchos han estado observando de cerca las escenas en donde Dios ha declarado Sus misterios; muchos de los cuáles han estado escondidos desde los tiempos apostólicos.

Después de su conversión, cuando él comenzó a predicar, nosotros le levantamos una carpa y la gente venía de lejos y de cerca para oír la historia que él proclamaba de Jesús de Nazaret. En su primera campaña, asistieron tres mil personas.

Nosotros entendimos que Dios le había dado un don especial, pero no sabíamos qué era. Muchas señales y maravillas le seguían en el comienzo de su ministerio, las cuales podían ser entendidas solamente por personas llenas del Espíritu.

Fue un domingo en la noche del año 1946 que, hablando en el tabernáculo él nos comentó de su encuentro con el ángel y del don de Sanidad Divina que él habría de llevar a la gente del mundo que millares de personas vendrían a él para sanidad y que predicaría frente a miles de personas congregadas en auditorios.

Para una persona con mente carnal, esto parecía algo imposible, ya que este muchacho sólo era un humilde trabajador de tipo campesino y, a más de esto, sin educación. Pero vimos otras visiones llegar a cumplirse, y él hablaba de esto con tal seguridad que nosotros sabíamos sin lugar a dudas que esto también se llegaría a cumplir.

El afirmó que el ángel le había dicho que podría discernir las enfermedades por medio del poder sobrenatural y que si se mantenía humilde llegaría a conocer las intenciones del corazón de la gente, el pasado de sus vidas, y que muchos lo malentenderían.

Además el ángel le declaró que esto sería el Espíritu de Cristo obrando a través de él, que había sido llamado desde su nacimiento para este propósito, y que estos eran los últimos días. Además le dijo que por este don, Dios estaba llamando a todo Su pueblo a la unidad del Espíritu. Sabíamos que estas señales eran escriturales y recordábamos la manera en que Jesús le dijo a Natanael que lo habla visto debajo de una higuera antes que Felipe lo llamara; por esta señal Natanael supo que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Igual pasó cuando a la mujer de Samaria le fue dicho por Cristo de sus cinco maridos; ella corrió a la ciudad diciendo: "Vengan y vean un hombre que me ha dicho todas las cosas que he hecho: ¿no será este el Cristo?"

También Moisés, el gran libertador de Israel, fue predestinado y nació bajo circunstancias muy raras. Satanás trató de destruirlo, y más tarde le fueron dadas dos señales en la víspera de la liberación, para que el pueblo lo reconociera como enviado de Dios.

El ángel también le manifestó que estas señales le fueron dadas para que la gente creyera en Jesucristo, a quien él amaba, y para traer a la unidad a toda la iglesia, fin de que no siguiera dividida por credos y denominaciones.

Es cierto que el corazón del Hno. Branham se compadecía por esta gente que se ha separado una de la otra. El creía que Dios juntaría a todos los de Su Iglesia en la unidad del Espíritu, y luego Jesús vendría por Su pueblo.

Nosotros creemos que la vida del Hno. Branham puede ser comparada con la de Moisés. Nuestro hermano era humilde y no reclamaba ser una gran persona. No tomaba gloria para sí, sino que daba todo el crédito a Jesucristo, quien lo salvó y lo llamó.

 

LLEGA UN TELEGRAMA

Ese mismo domingo en la noche, después de la aparición del ángel al Hno. Branham mientras él predicaba en el tabernáculo de Jeffersonville, alguien vino y le entregó un telegrama. Era de San Luis, donde le pedían que fuera a orar por un muchacha llamada Betty Daugherty, quien estaba al borde de la muerte.

Ya la noticia de lo que había ocurrido al Hno. Branham se había corrido hasta San Luis, y ahora le pedían que fuera a ese sitio. El trabajaba diariamente para sostenerse y no tenía dinero para el pasaje, por lo tanto, le recogimos una ofrenda con este propósito.

Recogimos suficiente dinero para su pasaje de ida y vuelta por tren. El tomó prestado de sus hermanos un traje y un abrigo, y casi al mediodía lo llevamos a la estación del tren en Louisville, Kentucky, de donde saldría hacia San Luis.

 

SANIDAD DE BETTY DAUGHERTY

El sabía que el Señor no le iba a fallar por esto se veía sereno durante el viaje a San Luis. Cuando llegó a la estación del tren en San Luis, allí lo esperaba el Rev. Daugherty pastor en la ciudad y padre de la niña. Él lo había mandado a buscar para que orara por su hijita, quien estaba al borde de la muerte. El Hno. Daugherty con voz muy preocupada le dijo: " Hemos hecho todo lo que ha estado a nuestro alcance y los doctores también. Hemos orado y orado, y muchos ministros y congregaciones de la ciudad han ayunado, pero sin provecho aparente".

Entonces el Hno. Branham se dirigió al hogar con el padre de la niña. La madre y el abuelo lo saludaron. Había muchos hermanos orando en el hogar. El Hno. Branham miró aquella escena tan triste; y los agotados padres lo miraron como queriendo decirle: "¿Nos puedes ayudar? " Lágrimas bajaron por las mejillas del Hno. Branham mientras se dirigía hacia donde estaba la niña postrada por la enfermedad desconocida.

¡Qué situación tan triste! Ver a una pobre niñita casi en los huesos, arañándose su carita como si fuera un animal y gritando casi sin poder porque estaba ronca de tanto gritar. Hacían tres meses que estaba en esa condición.

El Hno. Branham se arrodilló junto a su cama y comenzó a orar junto con los demás. Pero acabada la oración, la niña seguía igual.

Entonces el Hno. Branham les pidió que lo llevaran a un lugar tranquilo donde pudiera estar a solas para orar y así investigar qué era lo que el Señor Jesús quería que hiciera. Él sabía que nada podía hacer.

Ustedes recordarán haber leído en el capítulo cinco de Juan, cuando Jesús sanó al paralítico en el pozo de Bethesda, y luego dejó a la multitud de ciegos, cojos y lisiados sin sanar; entonces les dijo a los judíos: "De cierto, de cierto os digo, el Hijo nada puede hacer de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente."

De igual manera sucedía en el ministerio del Hno. Branham. A menudo él veía las cosas por visión. Primero le eran mostradas a él por Dios, y luego actuaba de acuerdo a lo que él se había visto haciendo en la visión.

 

SANIDAD DE LA NIÑA

Ellos lo llevaron a la iglesia. Por tres horas estuvieron orando el Rev. Daugherty, la madre y el Hno. Branham. Luego regresaron a la casa sólo para encontrar la situación igual.

Entonces el Hno. Branham se fue a un cuarto a interceder por la niña. Luego salió a la calle y caminaba para arriba y para abajo; finalmente se sentó en el auto del Rev. Daugherty que estaba estacionado por allí cerca.

Pasó un rato en el auto, todo estaba tranquilo, cuando de momento la puerta del auto se abrió y el Hno. Branham salió del auto y se dirigió hacia la casa, pero esta vez con mirada firme. ¡Algo había sucedido!

Él les dijo: "¿Creen Uds. que yo soy el siervo de Dios? " "Sí", fue el grito de la familia. "Entonces hagan como les digo, sin dudar nada." A la madre le dijo:

"Búsqueme una vasija con agua limpia y un paño blanco; su niña vivirá, porque Dios ha enviado Su ángel para decirme que su hija vivirá."

Mientras la madre buscaba la vasija, él le pidió al padre de la niña y al abuelo que se arrodillaran, uno al lado derecho y otro al lado izquierdo, cerca de la cama.

Cuando la madre regresó, le indicó que frotara con el paño húmedo, la cara, las manos, y los pies de la niña mientras él oraba.

Entonces él exclamó: "Padre, como Tú me mostraste estas cosas, así lo he hecho, de acuerdo a la visión que me diste. En el Nombre de Jesucristo, Tu Hijo, declaro sana a esta niña." Inmediatamente el espíritu malo que la atormentaba la dejó; y hoy ella está normal, viviendo en la misma comunidad.

La gente de la ciudad, al ver esto, se aglomeró alrededor del Hno. Branham, pero él se apartó prometiendo volver, lo cual hizo tres semanas después.

 

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