CAPITULO II

SU PRIMERA CAMPAÑA DE SANIDAD DIVINA EN SAN LUIS MISSOURI

 El día 14 del mes de Junio, de 1946, el hermano Branham, su familia y dos hermanos de su iglesia, salieron de Jeffersonville hacia San Luis, Missouri, en donde habría de llevar a cabo su primera campaña de sanidad divina.

Era una mañana muy bella y mientras viajaban, ellos entonaban cánticos de alabanza al Señor.

Eran las cuatro de la tarde cuando llegaron a la ciudad de San Luis, en donde se encontrarían, según lo habían planeado previamente al final de un puente. Allí estaba el auto del Rev. Daugherty con anuncios de la campaña que habría de celebrarse.

El Rev. Daugherty los recibió y los llevó a su casa. El grupo fue bien recibido por la familia del hermano Daugherty, inclusive la pequeña Betty, quien había experimentado sanidad unos días antes.

Aquella noche todos fueron a la carpa en donde el hermano Branham habría de predicar. Mientras él explicaba a la congregación lo que Dios había hecho con él, la gente atendía a sus palabras con sumo interés.

Aquella noche él oró por 18 personas. Entre éstos, había un hombre que había sido paralítico por muchos años. Después de haber orado en el Nombre de Jesús, aquel hombre se levantó batiendo sus manos y anduvo sin que nadie le ayudara. Un hombre ciego también fue sanado y otros sordos recibieron sanidad.

En la mañana siguiente le pidieron al hermano Branham que fuera a orar por una mujer al hospital psicopático de San Luis. La mujer loca fue restaurada a su normalidad y luego le dieron de alta.

Seguidamente fueron a Granite City, Illinois, y allí encontraron a una mujer que pesaba 83 libras, sufriendo de cáncer. Después de orar por ella Dios tocó su cuerpo y luego le ordenaron ponerse la ropa e irse a su casa. En el próximo hogar que visitaron había una mujer que hacía un año estaba paralizada de su lado derecho. El hermano Branham oró por ella y le ordenó en el Nombre de Jesús que se levantara.

Ella obedeció e inmediatamente levantó su mano paralizada y se puso en pie, caminando de un lado a otro en su cuarto y batió sus manos. Su voz, que se le había ido, también le fue restaurada y pudo hablar.

Aquella noche cuando el grupo regresó a la carpa, la encontraron completamente llena de gente. Muchos se quedaron afuera bajo la lluvia y otros estaban sentados en sus autos cerca de la carpa. Nuevamente el servicio fue bendecido y ocurrieron un sin número de maravillosas sanidades.

 Según los servicios continuaban noche tras noche, milagros aún más sobresalientes ocurrían. Estaba lloviendo torrencialmente pero esto no le fue obstáculo a la gente para asistir a los cultos. Ellos traían periódicos y con ellos cubrían los asientos mojados. Fueron traídas más sillas, las cuales eran ocupadas rápidamente.

 El domingo por la noche un ministro de color, quien era totalmente ciego de ambos ojos y muy conocido por toda la congregación, pasó a la plataforma para que oraran por él. Después de haber orado, el hermano Branham levantó su mano, y el hombre de color gritó: "Reverendo, veo su mano". Entonces miró hacia el techo y vio las luces. Él gritaba: "Gloria a Dios puedo contar las luces". La gente glorificaba a Dios por este gran milagro, pues la congregación conocía al hombre y sabían que había estado ciego por veinte años aproximadamente.

 Aquella noche una mujer había rechazado el llamado de Dios, y al salir del servicio, apenas caminó unos pasos cuando sufrió un ataque del corazón y se desmayó cayendo sobre la acera próxima a una taberna.

 El hermano Branham fue y oró por ella, y luego de la oración se levantó y confesó cómo ella había resistido el llamado de Dios a su corazón.

 Los cultos habían sido programados sólo para unos días, entonces algunos de los ministros de la ciudad vinieron al hermano Branham y le pidieron que continuara los cultos por más tiempo del que estaba planeado. Luego de arrodillarse y haberle pedido dirección a Dios, él les dijo que continuaría mediante la voluntad de Dios.

 Noche tras noche el interés iba creciendo. Muchos testimonios iban llegando cada noche. Una de las primeras en la fila de oración fue una anciana de setenta años que tenía un cáncer en la nariz, del tamaño de un huevo; todo el grupo notó esto. Una semana más tarde después de haber orado por ella, la anciana regresó a la carpa para informar que el tumor se le había desaparecido.

 Las sanidades se multiplicaban y ya eran innumerables. El número de enfermos en la fila de oración crecía noche tras noche; y a menudo el hermano Branham oraba hasta las dos de la madrugada. Esto llegó a ser una costumbre para él por muchos meses.

Tanta era su compasión por los enfermos que le era difícil al evangelista dejar a la gente sin orar por ellos.

La campaña continuó hasta el 25 de junio. La mañana siguiente él regresó a Jeffersonville, Indiana.

 

Prefacio

Capítulo I - Capítulo II - Capítulo III - Capítulo IV - Capítulo V - Capítulo VI - Capítulo VII - Capítullo VIII

Home

 

Hosted by www.Geocities.ws

1