CAPITULO VIII

"UN RECUENTO DE LAS VISIONES DEL HERMANO BRANHAM"

El propósito de escribir estas visiones es dar la gloria a Dios y a Su Hijo Jesucristo. Ellas me fueron mostradas por Su Ángel, y al escribirlas no lo hago buscando gloria personal. Muchos me han pedido que las escriba, y he sentido en mi corazón relatar algunas. Ellas son sagradas para mí.

Algunas de estas visiones requieren tiempo para realizarse, pero siempre llegan a cumplirse tal como me son mostradas. Cuando me pongo a pensar cómo el Dios Todopoderoso ha querido mostrarle estas cosas a Su humilde siervo, esto me hace sentir pequeño. Digo estas cosas para que la gente crea a Jesucristo y creyendo sean salvos.

VISION I
"VISION DEL PUENTE EN EL RIO OHIO"

La primera visión que recuerdo, la tuve cuando contaba siete años de edad. Esta visión quizás no tenga el mismo significado espiritual que las demás, pues yo era muy joven y como tal no entendí bien. Pero era Dios dejándome entrever por vez primera, cuál habría de ser la función de este don, por medio del cual yo he visto suceder cosas antes de llegar a cumplirse.

En esta visión que vino a mí cuando jugaba con mi hermano, una construcción de un gran puente sobre el río Ohio, éste lo cruzaba de un lado a otro. Mientras los obreros trabajaban, vi que algo se desprendió y un número de trabajadores cayó al río donde murieron. Vi exactamente el sitio donde lo habrían de construir veinte años más tarde. Esto, lo cual parecía imposible entonces, llegó a suceder tal y como me fue mostrado en visión.

VISION II
"ADVERTENCIA CONTRA EL ESPIRITISMO"

Una noche, no mucho tiempo después de mi conversión, regresaba de un sitio apartado donde acostumbraba orar; era debajo de un roble. Eran aproximadamente, entre la una y las tres de la madrugada. Papá y mamá sintieron cuando yo entré a mi cuarto, y me llamaron para decirme que mi hermanita estaba enferma. Me arrodillé, oré por ella y luego me fui a mi cuarto. Después de haber entrado sentí un ruido, era como si dos cables eléctricos estuvieran rozando y produciendo una chispa.

Para ese tiempo yo trabajaba de probador de líneas; entonces pensé si quizás había un cortocircuito en la casa; pero de pronto el ruido cambió y una extraña luz llenó mi cuarto, sentí entonces la sensación como si hubiese estado suspendido en el aire. Me dio mucho temor, y llegué a creer que me estaba muriendo.

Después de esto noté que aquella luz me rodeó. Miré hacia arriba y vi una enorme estrella en el mismo lugar de la luz. Aquella luz se iba acercando más y más. Sentí que la respiración se me iba y quedé mudo. Entonces aquella enorme estrella bajó y se posó sobre mi pecho.

Luego la escena cambió. Me encontré repentinamente en una loma verde con abundante hierba. Al frente de mí, había un jarro cuadrado bastante antiguo. Dentro del jarro había algo parecido a una mosca que trataba de salirse. Cuando viré hacia mi derecha, allí estaba parado aquel poderoso ángel mirándome. Él me dijo: "Observa lo que te voy a mostrar."

Entonces vi un brazo que lanzó una piedra y rompió el jarro. La mosca trató de escapar, pero no podía volar; su cuerpo parecía muy grande para tan pequeñas alas. De aquella mosca salieron muchas moscas, y una de ellas voló a mi oído. Entonces el ángel me dijo: "Estas moscas que has visto, representan espíritus malos, tales como espíritus de adivinación y de sortilegio."

Entonces me amonestó: "Ten cuidado." Esto se repitió tres veces. Después de lo cual volví en mí. Aquella noche no pude dormir. Al otro día tuve mucho cuidado; velaba el mínimo movimiento, esperando que algo sucediera en cualquier momento. Todo aquello era nuevo para mí; fue mi primera advertencia por visión.

Al mediodía fui al abasto a comprar algo para el almuerzo. Allí trabajaba un amigo mío que hacía poco yo lo había llevado al Señor, me era de mucha ayuda en la obra del evangelio. Mientras compraba, yo le relataba la visión que había tenido; cuando de repente llegó una dama que entró por la puerta principal.

Inmediatamente sentí algo raro; supe que un espíritu malo había llegado. Se lo hice saber a mi hermano Jorge DeArk. La dama entró y dirigiéndose al hermano de Jorge, le dijo: "Busco a un hombre llamado William Branham. Me ha sido dicho que es un hombre de Dios." Entonces él me llamó. Cuando fui a donde ella estaba, me preguntó: "¿Es Ud. William Branham el profeta de Dios? " Le contesté: "Yo soy William Branham."

Ella entonces volvió a preguntarme: "¿Es Ud. aquél que obró un milagro en el Sr. William Merril, en el hospital, y también sanó a Mary O'Honion, después de 17 años paralítica? " Yo le contesté: "Yo soy William Branham, Jesucristo los sanó a ellos."

Ella continuó diciendo: "Yo perdí una herencia y deseo que Ud. me la localice." No entendí lo que quiso decir con aquellas palabras acerca de su herencia, pero sí pude entender que ella había sido enviada por Satanás para hacerme esta proposición. Entonces le dije: "Señora, Ud. se ha equivocado de persona, quizás Ud. busca a un "médium espiritista." Ella me miró y me dijo: ¿"No es Ud. un "médium espiritista?" Le dije: "No lo soy. Los médium son del diablo, yo soy un cristiano y tengo el Espíritu de Dios." Al oír esto me miró fríamente. Antes de que yo dijera una palabra más, oí al Espíritu de Dios que me dijo que ella era una "médium espiritista", y que ella era la mosca que había volado a mi oído en la visión. Entonces le dije a la señora: "Anoche, el Señor me envió Su ángel en visión para advertirme de su llegada y me dijo que tuviera cuidado. Yo le doy gracias a Dios por Su mano protectora. Este trabajo que Ud. hace es del diablo, y Ud. ha venido a contristar al Espíritu de Dios." Ella sintió algo en su corazón y dijo que necesitaba alguna medicina. Le dije: "Señora, deje de hacer estas cosas y su corazón estará bien." Apenas salía ella del abasto cuando cayó muerta en la acera de un ataque al corazón.

Unos días después yo conversaba con unos mecánicos en un taller. Les hablaba del amor de Cristo y también les contaba la visión, e iba a pedirles que entregaran sus corazones al Señor y que se arrepintieran, cuando el dueño del taller vecino me dijo: "Oye Billy, tú eres bienvenido a mi taller, pero cuando entres, deja afuera esa religión fanática." Yo le contesté: "Donde Cristo no es recibido, allí yo no entraré. Yo sólo hablo la verdad que Dios me ha revelado." Luego de haber dicho esto, él se rió burlonamente y me dio unas palmaditas por la espalda y se fue a su taller'; pero antes de llegar, su propio yerno retrocediendo su camión cargado, lo tumbó y le pasó por encima de sus pies y tobillos.

Dos días más tarde, mientras predicaba al aire libre en una calle, una dama con su mano manca me dijo: "Sé que la unción de Dios está sobre ti; por favor, cuando ores recuerda mi mano manca, que ha estado en esta condición por algunos años." Yo le respondí: "Si crees verdaderamente, estira tu mano, porque Jesús te ha sanado." Inmediatamente su mano se enderezó y fue sana en aquella misma hora.

Aquella pobre mujer lloraba de gozo mientras arrodillada daba gracias a Dios por Su misericordia.

Otra mujer que estaba parada a su lado, dijo: "Si esa religión de Billy es la verdadera, yo no quiero nada de ella." Pero mientras ella volteaba para irse, algo peculiar sucedió; ella tropezó con unas planchas que habían en el piso y cayéndose se rompió su brazo en 15 sitios. La mano que ella se fracturó, fue la misma que Dios sanó en la otra señora.

VISION III
"VISION DE LA UNIDAD DE LA IGLESIA"

Como dos meses después de los bautismos en el río Ohio, cuando la estrella apareció delante de centenares de personas que estaban a la orilla; Dios me dio una visión. Yo me preparaba para poner la piedra angular de mi tabernáculo. El sargento Ulrey de los voluntarios de América, un amigo mío, traería la música para el servicio de la primera piedra. Ese mismo día fui despertado como a las seis de la mañana. Ya el sol en Indiana había salido y parecía como sí toda la naturaleza cantara de alegría. Miré por la ventana y oí cómo trinaban los pajaritos; las abejas hacían su acostumbrado zumbido; el aire estaba inundado del buen perfume de la fragante madreselva.

Me acosté allí y pensaba: "Oh Gran Jehová, que maravilloso eres, hace poco estaba oscuro y ya el sol volvió a salir, y toda la naturaleza se regocija con él." Seguí pensando: "Pronto este mundo frío y oscuro se regocijará juntamente con la naturaleza al levantarse el HIJO de Justicia trayendo salud en Sus alas." Mientras adoraba al Señor, de repente, sentí al ángel en mi cuarto. Al voltearme en la cama, inmediatamente, caí en una visión.

Creo que esta visión, aunque para aquel tiempo no la entendí, tiene mucho que ver con mi ministerio en este tiempo, en el cual me empeño por traer las iglesias a un compañerismo; exhortándoles que no dejen que ideas sectarias los separen y que cada cristiano se sienta en libertad de escoger su iglesia de preferencia, pero que al mismo tiempo tenga compañerismo y amor divino hacia los demás.

En la visión yo me encontré parado a la orilla del río Jordán predicando el evangelio a las gentes. Oí un ruido parecido al que hacen los cerdos. Miré a mí alrededor y dije: "Este sitio está contaminado. Este es lugar sagrado, suelo que el mismo Jesús pisó." En la visión yo predicaba en contra de esto, cuando de pronto el ángel del Señor me llevó a mi tabernáculo. Aunque todavía no se había puesto la piedra angular, lo vital como fue construido, y como es en la actualidad. Yo miré a mi alrededor y había gente por todas partes y una gran multitud estaba en pie. En la visión vi tres cruces, que luego coloqué en mi iglesia, tal como las había visto en la visión; la más grande en el púlpito por estar en el centro. Entonces exclamé: "¡Oh, esto es maravilloso! " Entonces el ángel del Señor vino a mí en la visión y me dijo:

"Este no es tu tabernáculo." Él me dijo: "No, ven y ve." Entonces él me llevó fuera y mientras yo miraba el cielo azul, me dijo: "Este es tu tabernáculo." Volví a mirar hacia abajo y me di cuenta que estaba en medio de un bosquecillo, y en el centro donde yo estaba parado había un camino como un pasillo. Los árboles estaban sembrados en grandes jarros vedes. En un lado habían manzanas y en el otro ciruelas grandes. En el lado izquierdo y en el derecho había dos jarros vacíos.

Entonces oí una voz del cielo que habló y dijo: "La mies está lista, pero los obreros son pocos." Entonces yo dije: "¿Qué puedo hacer? "Cuando volví a mirar me di cuenta que los árboles parecían bancos de iglesias en la visión de mi tabernáculo. En lo profundo había un árbol muy grande que estaba lleno de toda clase de frutos, y a cada uno de sus lados, había un árbol pequeñito sin ningún fruto que semejaban tres cruces. Yo pregunté: "¿Qué quiere decir esto, y qué de esos jarros vacíos? Él me contestó: "Tú has de sembrar en ellos." Entonces me paré en medio y comencé a arrancar ramas de ambos árboles, y las planté en los jarros vacíos. De repente crecieron dos árboles enormes en los jarros vacíos, y llegaron hasta el cielo. Luego vino un viento recio que estremeció los árboles y una voz habló":Extiende tus manos y recoge la mies, tu has hecho bien." Al extender mis dos manos, aquel viento recio hizo caer una gran manzana en mi mano derecha y una enorme ciruela en mi mano izquierda. Entonces me dijo: "Come el fruto que es agradable." Comencé a comerlo. Primero di una mordida a una de las frutas, y luego mordí la otra, ambas frutas eran deliciosamente dulces.

Creo que esta visión tiene que ver con la unión del pueblo de Dios. En la visión yo fui llevado del uno al otro, con el propósito de traer un mismo fruto de ambos árboles. Luego oí otra vez una voz que dijo: "La mies está lista, pero los obreros son pocos." Miré al árbol del centro y tenía grandes racimos de manzanas y ciruelas que colgaban alrededor del árbol formando una cruz. Caí debajo del árbol y clamé:

"Señor, ¿qué puedo hacer? " Entonces aquel viento hizo que cayeran frutas a mi alrededor, luego oí una voz diciendo: "Cuando salgas de la visión, lee 2 Timoteo 4." Eso se repitió tres veces.

Cuando la visión se fue, me di cuenta que estaba en mi cuarto. Cogí la Biblia y comencé a leer: "Predica la Palabra ... porque vendrá el tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina (divisiones doctrinales en la iglesia), antes teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias . . . haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio."

Arranqué aquella página de mi Biblia y juntamente con mi testimonio los enterré en el mismo lugar donde puse la primera piedra de mi tabernáculo. Esa sana doctrina, creo que es el AMOR DIVINO del uno para con el otro.

El pastorear no era mi trabajo, aunque poco después pasé por alto la visión, y como consecuencia gran sufrimiento vino sobre mí, porque no quise ir cuando Él me llamó. Pero más tarde Él me envió al campo evangelístico para que hiciera esta labor. He vivido el cumplimiento de esta visión, y le doy gracias a Dios por este humilde ministerio por medio del cual me esfuerzo en hacer la parte que me corresponde para unir el verdadero pueblo de Dios, para que sean de un mismo sentir y de un mismo pensar.

VISION IV
VISION DE LA SANIDAD DE DOS NIÑOS INVALIDOS

"Y acontecerá que Yo derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, y vuestros ancianos soñarán sueños." Estas son las palabras de un profeta; y yo creo que estamos viviendo en ese tiempo.

La visión que voy a relatar fue muy sobresaliente; y me fue mostrada en la casa de mi madre en donde me quedé aquella noche antes de estallar la guerra en Europa. Recuerdo que me levanté como a la media noche, sentía una carga en mi

corazón y estuve orando un buen rato, pero no sentí ningún alivio. Pasaron dos horas cuando de repente entré en una visión. En la visión me encontré subiendo una loma en dirección a una casa bastante vieja.

Entré a la casa y noté que en la sala había una silla roja y una cama. Sentada en la silla estaba llorando una anciana con espejuelos, en la cama hacia la derecha, estaba un niñito de pelo castaño de tres o cuatro años de edad. Pude notar que estaba terriblemente afligido. Su mano y su piernecita parecían estar vendadas. Parada en la puerta del centro, estaba una mujer de pelo oscuro, aparentemente su madre. Ella lloraba amargamente. Recostado sobre el lado de la cama estaba un hombre alto de tez oscura, era su padre. Dije dentro de mí: "¿No es extraño? Hace un rato estaba en la casa de mi madre." Luego miré a mi derecha y allí estaba parado el ángel del Señor, vestido de blanco. De momento no supe qué hacer, pero mi corazón sintió compasión por el niño que estaba postrado en la cama.

Entonces el ángel habló diciéndome: "¿Vivirá el niño? " "No sé" le contesté. Entonces volvió a decirme: "El padre trajo su niño a ti para que pongas tu mano sobre su estómago." Seguidamente el padre lo trajo a mí, y yo oré por el niño. Inesperadamente el padre dejó caer al niño, quien se golpeó la piernecita enferma, la cual comenzó a enderezarse. Entonces dio un paso, y luego otro y siguió hasta llegar a la pared. Después de esto, el niño vino a mí, caminando y dijo: "Hermano Branham, ya estoy bien." El ángel me preguntó: "¿Has considerado esto? " Le contesté: "Si, lo he hecho." Luego el ángel me ordenó que no me moviera. Él me tomó y me trasladó a un camino de campo, donde había mucha gravilla. Miré hacia mi derecha y había un cementerio con lápidas grandes. Entonces el ángel me dijo:

"Lee los nombres y cuéntalos." Así lo hice. Entonces me llevó, y me puso en un cruce de cuatro calles donde había un colmado, y unas cuatro o cinco casas. Saliendo del colmado (abasto), venía un anciano con bigotes blancos, pantalones de trabajo, y un sombrero amarillo. El ángel me dijo: "El te guiará." Entonces trasladándome por tercera vez, me llevó a una casa y entrando en ella, vi una mujer joven llorando en la puerta. Entré a la casa y noté que a mi izquierda había una estufa vieja. El cuarto estaba forrado con papel amarillo, con pequeñas figuras rojas. En la pared, había una inscripción: "Dios bendiga nuestro hogar." En el centro estaba una cama grande de bronce y en la esquina, un catre. En la cama había alguien sufriendo terriblemente. Vi que era una muchacha paralítica. Miré y allí estaba el ángel del Señor parado a mi derecha. Me preguntó: ¿"Podrá vivir esa muchacha? " Yo le contesté, "No lo sé, Señor."

Entonces, me dijo: "Pon tu mano sobre ella y ora." Mientras oraba, oí una voz en el cuarto, diciendo: "Gloria a Dios." Cuando miré, la muchacha se estaba levantando. Su brazo derecho estaba encogido, pero vi que se enderezaba. Entonces noté que su pierna torcida llegó a ser normal. Oí que algunos lloraban y glorificaban a Dios.

Apenas salía de la visión, cuando oí que alguien me llamaba: "Hermano Branham, Hermano Branham." Miré el reloj y me di cuenta que habían pasado algunas horas. Ya estaba amaneciendo y alguien me buscaba. Era un joven llamado, John Himmel. Yo lo había bautizado a él y a su esposa.

Él me dijo: "Hno. Branham, estoy en apuros. En la guerra yo me descarrié, entonces perdí un hijo, y ahora mi pequeñito está al borde de la muerte. El doctor me dijo que él no puede vivir. Me da vergüenza pedirle este favor, pero, ¿iría Ud. a

orar por mi hijito? " Yo le dije que iría.

Él me dijo que iba a buscar a su primo, el hermano Snelling, quien hacía poco se había convertido (él ahora es pastor asociado en mi tabernáculo), para que nos ayudara en la oración. Le dije: "Muy bien"; sin saber que él habría de ayudar a cumplir la visión.

Mientras viajábamos hacia la casa del hermano, le pregunté: "Señor Himmel, ¿no vive Ud. en una casita de dos cuartos? ". Me contestó: "Sí, señor." "¿No tiene el cuarto del frente una silla reclinable y una camita en donde está el niño acostado? ¿No tiene el niño pelo castaño y pantalones azules'? " El exclamó " Eso es correcto, así es el niño, Hno. Branham. ¿Ha estado Ud. alguna vez en mi hogar?" Le dije:

"Cuando Ud. me llamó, apenas salía yo de su casa." Por supuesto, él no entendió. Le pregunté: Hno. Himmel, ¿me cree Ud.? ." "Con todo mi corazón", contestó él. Entonces le dije: "Así dice el Espíritu, su hijo vivirá." En ese momento vino sobre él una gran convicción; detuvo su auto, y se recostó sobre el guía y gritó: "Oh Señor, ten misericordia de mí pecador." Y allí mismo entregó su corazón al Señor; algunas millas antes de llegar a su hogar, y antes de ver a su hijo sano.

Cuando llegamos a la casa, encontramos al niño al borde de la muerte. Sus pulmones estaban llenos y apenas podía respirar. Le dije: "Tráigame al niño." Cuando oré por él, no sucedió nada; el niño casi no podía respirar, y parecía que se iba a ahogar. Yo esperaba su sanidad inmediatamente.

Aquí fue donde me di cuenta que se puede cometer un error, si no se está pendiente del mínimo detalle de la visión. Todo debía estar exactamente como lo había visto en la visión; de no ser así, la visión no se cumpliría. Noté que la anciana que vi sentada en la silla, no estaba. No le pude decir nada a nadie, pero me di cuenta, que debía esperar hasta que todo estuviera como lo vi en la visión.

Ellos me preguntaron qué había sucedido, pero no les respondí nada; yo debí haber esperado que Dios cumpliera la visión. Pensé que la falta había sido mía, por haber querido apresurar la visión. Esperé hora y media.

Ya el Sr. Himmel y el Sr. Snelling, se estaban poniendo sus abrigos para irse. El niño estaba moribundo. Ya eran las seis, cuando miré por la ventana y vi una anciana con espejuelos (por la parte de atrás de la casa). Comencé a glorificar a Dios. La dama fue misteriosamente movida a entrar por la parte de atrás de la casa (usualmente ella entraba por el frente), mientras los otros se marchaban por el frente. Cuando la abuelita entró, preguntó: "¿Cómo ha seguido el niño? ." Al oír esto, la madre comenzó a gemir, diciendo: "No, no, se está muriendo." Mr. Snelling volteó, y yo le cedí el sillón reclinable rojo. El se quitó su sombrero y llorando se sentó. La anciana se quitó los espejuelos para limpiarlos, y se sentó en la otra silla. La madre estaba llorando recostada en la puerta del centro. Por fin todo estaba como lo había visto en la visión.

Caminé hacia la puerta del frente, y le dije al Sr. Himmel: "¿Me cree Ud. todavía? " Él me contestó: "Todavía le creo, Hno. Branham." Le dije que sentía lo que había sucedido, pero no le pude explicar anteriormente que me había adelantado a la visión. Entonces dije: "Tráigame el niño."

El se dirigió hacia la cama, tomó al niño y me lo trajo. Entonces oré: "Padre, desde lo más profundo de mi corazón, te pido que me perdones por haberme adelantado a la visión. Manifiesta Tu poder delante de esta gente, para que sepan que sólo Tú eres Dios y que yo soy Tu siervo. En el Nombre de Jesús, proclamo que el niño vivirá."

 Mientras tenía mis manos sobre el niño, él comenzó a gritar de repente: "Papá, papá." Entonces, despertó. El niño abrazó a su padre, y todos comenzaron a llorar. Le dije: "Tome al niño y acuéstelo en la cama, porque "ASI DICE EL SEÑOR", de aquí a tres días sus piernas se enderezarán. Para ese tiempo el niño será normal completamente."

Al tercer día, muchos se reunieron para ir a la casa donde estaba el niño. Mi esposa estuvo presente como testigo. La familia no sabía que yo estaría allí. Cuando la madre abrió la puerta y me vio, dijo: "Oh, aquí está el Hno. Branham, entre Hno. Branham. El niño está bien."

Cuando entré, todo el mundo se arremolinó por las ventanas para ver qué estaba haciendo. Yo me quedé quieto y no dije una sola palabra.

Fue como Pablo dijo en el último día de aquella tempestad, después que el ángel del Señor le había aparecido: "Yo sé que sucederá como Él me dijo, porque yo confío en Dios." Yo sabía que el niño iba a caminar hacia mí. Estuve parado un momento. Entonces, el pequeñito me miró, cruzó el cuarto, puso su mano en la mía y dijo: "Hermano Branham, ya estoy bien." ¡Aleluya! Las promesas de Dios nunca fallan. Cuando la visión se cumple es perfecta.

VISION DE LA SANIDAD DE LA NIÑA PARALITICA
(Segunda parte de la visión IV)

En relación con la otra parte de la visión, le dije a mi congregación, que en alguna parte del mundo había una niña con un brazo y una pierna encogida, que también seria sanada como cumplimiento a la visión.

Pasaron dos semanas. Finalmente, mientras regresaba de mi trabajo, Herb Scott, mi superior, me dijo: "Oye, Billy, aquí hay una cartita para ti." Yo estaba ocupado y puse la carta en mi bolsillo, pero mientras bajaba la escalera me pareció como si algo me dijera: "Lee la carta." La abrí, y hasta donde puedo recordar, esto era lo que decía:

Apreciado hermano Branham:

Tengo una niña de catorce años de edad que tiene su brazo y su pierna afectados con artritis. Nosotros pertenecemos a la iglesia Metodista, y vivimos en South Boston, Indiana.

Leímos su folleto titulado: JESUCRISTO, EL MISMO AYER, HOY, Y PARA SIEMPRE. Nuestro pastor nos dijo que no creyéramos nada de eso. Que sólo era otro ismo. Pero después del culto de oración sentí un gran deseo de escribirle. No sé si Ud. podrá venir a orar por ella para que Dios haga un milagro con la niña. .

 Sinceramente:
Sra. Harold Nale.

Algo me dijo que ésta era la niña. Le mostré la carta a mi esposa y ella también sintió que esa debía ser la niña de la visión.

Decidí ir a South Boston. Nunca había estado allí, no sabia donde estaba ubicado aquel sitio; pero el hermano Wiseheart, un diácono de mi iglesia, me dijo que él sabía donde era el sitio y que iría conmigo.

Un hombre y su esposa, fueron también en mi auto. La señora, había sido sanada en mi campaña, y tanto ella como su esposo querían ir, ellos querían ver el cumplimiento de la visión.

Siempre tuvimos un poco de dificultad para encontrar el sitio, nos extraviamos en los pueblos, y antes de llegar al lugar, tuvimos que viajar algunas millas más. Al fin y al cabo fuimos dirigidos a otra carretera, y mientras yo iba guiando el auto, sentí algo raro en mi cuerpo.

Me pareció que no podía respirar. La hermana Brace me miró, y dijo: "Algo anda mal, Ud. se ve pálido." Le dije: "No hermana, es el ángel del Señor que está cerca." Detuve mi auto, me bajé, puse mi pie sobre el parachoques delantero del auto, y miré a mi alrededor.

Allí estaba el cementerio y el mismo número de lápidas con los mismos nombres que había visto en la visión. Me monté en el auto y dije: "Estamos en la carretera exacta" La Sra. Brace comenzó a llorar. Continuamos la marcha unas millas adelante, entonces les dije: "Cuando lleguemos al abasto, en aquel cruce más adelante, un anciano con ropa de trabajo de color azul y un sombrero amarillo saldrá y nos guiará."

Pronto llegamos al abasto que tenía el frente pintado de amarillo, y cerca del mismo habían de cuatro a cinco casas. Les dije: "Este es el sitio."

Mientras subía un poco, saliendo del abasto venía un anciano con pantalones azules, bigotes blancos y un sombrero amarillo. Cuando la Sra. Brace lo vio, se desmayó en el carro. Cuando el anciano se acercó, le pregunté: "¿Sabe Ud. donde vive, Harold Nale, un hombre que tiene una hija paralítica? " Él me contestó, "Si señor, ¿para qué lo quiere Ud.?

Le dije: "El Señor va a sanar a su hija. Dígame dónde se encuentra la casa." Miré al pobre anciano y lágrimas bajaban por sus mejillas y sus labios comenzaron a temblar mientras me dirigía a la casa.

Cuando llegué a la casa, la madre de la muchacha salió a recibirme, "Ud. es el hermano Branham", dijo ella, "le conozco por fotografía." Ella nos invitó a entrar, y allí, tal como yo lo había visto en la visión, estaba la vieja estufa, la pared tenía un papel amarillo con figuras rojas, la cama de bronce, y la muchacha acostada en la cama, exactamente como me había sido mostrada en visión por el Señor. También había una placa con la inscripción: "Dios Bendiga Nuestro Hogar."

 La Sra. Brace, al ver todo esto, volvió a desmayarse por segunda vez. Entonces algo sucedió. De momento me encontré caminando hacia la cama en donde estaba la niña, puse mis manos sobre ella y dije: "Señor, sea Tu poder manifestado para la sanidad de ésta muchacha, conforme a la visión que Tú me has mostrado."

Inmediatamente su brazo torcido se enderezó, se levantó de la cama y también su pierna se enderezó. Ya el Sr. Brace había logrado que su esposa se repusiera lo suficiente a tiempo para que pudiera ver el milagro de la muchacha levantarse. Cuando ella vio que la muchacha se levantó de su cama, volvió a desmayarse por tercera vez, cayendo sobre los brazos de su esposo.

La joven se levantó de su cama, y entrando al otro cuarto se puso su ropa y regresó peinándose su cabello con la mano que había estado paralítica. Este suceso puede ser verificado por la Sra. Brace, quien vive en Salem, Indiana, para el tiempo que esto es escrito.

"VISION V"
"LA VISION DE MILLTOWN"

Unas cuantas semanas después de la visión anterior, nuevamente me encontraba en la casa de mi madre. Como la mayor parte de las otras visiones, ésta vino a mí como a las dos o tres de la madrugada.

Me pareció encontrarme en un bosque, mientras caminaba por él sin saber hacia donde me dirigía, oí un clamor muy conmovedor. Era como el balido de una ovejita. Yo me preguntaba: "¿Dónde estará esta ovejita? " Inmediatamente comencé a buscarla en aquella niebla densa y oscura.

Al principio me pareció que decía: "Bah-h-h-, Bah-h-h-." Pero según se acercaba el balido, me parecía voz humana, diciendo: "M-i-l-l-town, Mill-town."

Yo nunca había oído ese nombre, entonces la visión se fue de mí. Comencé a decirle a mi gente que en algún lugar había una ovejita de Dios en apuros, y que era en un sitio llamado "Milltown." Un hombre llamado George Wright, quien había asistido a mi iglesia, dijo que él conocía un sitio llamado Milltown, el cual quedaba muy cerca de donde él vivía. El sábado siguiente fuimos a Milltown; al llegar miré alrededor, pero no vi nada que me diera una idea de qué era lo que el Señor quería que hiciera en aquel lugar. Finalmente decidí celebrar un culto al aire libre, frente a un abasto, pero el hermano Wright, que estaba conmigo, me dijo que él tenía que hacer una diligencia primero, y me invitó para que fuera con él. Le dije: "Está bien, iré." Nos dirigimos en el auto hacia allá y al subir una loma, vi una iglesia Bautista bastante grande, situada al lado de un cementerio. El Hno. Wright me dijo: "Esta iglesia ya no la usan, excepto para funerales."

Tan pronto él me dijo eso, algo se movió dentro de mi corazón. Allí era donde el Señor me quería. Cuando le dije esto al Hno. Wright, él me dijo: "Iré y buscaré las llaves para que Ud. entre y la vea."

Mientras él fue a buscar las llaves, me senté en la escalera y me puse a orar: "Padre Celestial, si éste es el sitio, permite que pueda entrar." Así lo permitió el Señor y anuncié un servicio; pero de inmediato me di cuenta que iba a tener dificultades en aquel sitio, porque las iglesias allí, habían enseñado en contra de la sanidad divina.

Al primero que invité para la campaña de avivamiento, me dijo: "Estamos muy ocupados para asistir a ese avivamiento, aquí nosotros criamos gallinas y no tenemos tiempo para eso. Al poco tiempo este hombre murió, por tanto, no pudo seguir criando pollos.

El sábado siguiente comenzamos el avivamiento. Sólo cuatro personas asistieron.

La congregación estaba compuesta por la familia del Hno. Wright. La siguiente noche fue un poco mejor. La tercera noche, un hombre de aspecto áspero llegó a la puerta de la iglesia y limpiando su pipa, entró y se sentó en los asientos traseros.

Entonces le preguntó al Hno. Wright: ¿"Dónde está ese pequeño fanfarrón? Quiero darle una buena mirada." El Hno. Wright vino donde yo estaba y me dijo que se había presentado un caso bastante difícil. Con todo, antes de terminar el servicio aquella noche, este hombre estaba en el altar clamando a Dios por misericordia. Su nombre era William Hall, y ahora es el pastor de aquella iglesia. Pronto la gente iba aumentando. Oportunamente hice mención de la visión. Entonces el Hno. Hall vino y dijo: "Hermano Branham, detrás de la montaña, vive una muchacha quien ha estado leyendo su libro "Jesucristo, el mismo ayer, hoy, y por los siglos", ella ha estado postrada por ocho años y nueve meses, y nunca se ha levantado de su cama. Ella está tuberculosa y los doctores dijeron años atrás que no había esperanza. Tendrá ahora 23 años de edad. Cada día se pone más débil, y sólo pesa como 40 libras. La joven ha estado rogando para que Ud. venga a orar por ella, pero sus padres pertenecen a una iglesia por aquí, y les ha sido dicho que si alguno de esa iglesia viene a su campaña, será despedido de la iglesia. ¿Iría Ud. hermano Branham? " Entonces yo le respondí: "Si Ud. logra convencer a sus padres, yo iré." Sentí que el Señor me estaba dirigiendo a ese sitio. El nombre de la joven era Georgie Carter, y su padre era superintendente de una mina de piedra. Su madre mandó a decirme que yo podía bajar a ver la muchacha, pero ni ella ni su esposo estarían en la casa mientras yo estuviera allí.

Cuando entré al cuarto, vi mi librito sobre la cama y le pregunté: "¿Crees lo que has leído? "; me dijo: "Si señor, lo creo." Lo dijo en voz tan bajita, que tuve que acercarme para saber lo que había dicho. Para ese tiempo, yo no entendía tanto de sanidad Divina como lo entiendo ahora; sólo oraba por los enfermos según los veía ser sanados en la visión.

Entonces le mencioné sobre el caso de Nale, la muchacha que había sido sanada, y le sugerí que orara para que Dios me dirigiera por medio de una visión a orar por ella. (Más tarde aprendí, por supuesto, que todos pueden ser sanados creyendo la palabra de Dios, aun cuando el Señor todavía me muestra muchas sanidades por visión).

La campaña siguió adelante. Dios continuó bendiciendo hasta el punto que cientos asistían a los servicios. Un día tuve un servicio bautismal, en Totton Ford, en Blue River. Aquella tarde tenía que bautizar unas 30 o 40 personas. Poco tiempo antes, un ministro había celebrado unos cultos en ese mismo sitio y había predicado en contra del bautismo por inmersión. Pero Dios en aquella tarde manifestó Su poder en tal forma, que más de quince de su grupo fueron a las aguas y se bautizaron con la ropa que tenían puesta.

Toda aquella semana, Georgie había estado orando: "Oh Señor, envíame al Hno. Branham otra vez, muéstrale por visión para que yo sea sanada y pueda bautizarme con el resto de ellos." El día de los bautismos llegó, la muchacha casi no podía descansar y se mantuvo llorando. Su madre trataba de consolarla, pero su corazón estaba quebrantado y no podía ser consolada.

Terminado el servicio bautismal, fui a la casa del Hno. Wright para cenar. El Hno. Brace, quien había estado en el cumplimiento de la otra visión, también se encontraba con nosotros. En ese preciso momento, el Espíritu me habló diciéndome: "No comas nada ahora, sino vete al bosque a orar."

Entonces les dije: "Voy al bosque un rato a orar, pero cuando esté la cena, toquen la campana y yo vendré inmediatamente." Entonces me fui al bosque, a cierta distancia, y allí comencé a orar. Pero me fue dificultoso orar allí; me mantuve pensando que podía llegar tarde al culto. Con todo, comencé a orar con todo mi corazón, y pronto me perdí en el Espíritu.

Al rato sentí una voz en alguna parte del bosque llamando. Me levanté, ya el sol se había puesto y estaba oscuro. La campana de la cena había tocado, pero no la había oído, y ya algunos habían salido a buscarme.

Cuando me levantaba, vi una luz amarillenta que venía del cielo y alumbraba el bosque; una voz habló y dijo: "Pasa por la casa de los Carters." Eso fue lo que pude oír. Entonces pude percibir voces por todo el bosque llamando: "Oh hermano Branham; oh, hermano Branham"; luego comencé a salir del bosque y casi caí en los brazos del Hno. Wright. Él me dijo: "La cena ha estado servida hace horas, y lo hemos estado llamando, ¿qué le ha pasado?" Le dije: "No puedo comer, vamos a la casa de los Carters. El Señor me ha enviado allá para la sanidad de Georgie." Él me dijo: "¿Está seguro?

Él llamó y el Hno. Brace vino, nos montamos en el auto y nos fuimos para la casa de los Carters, que estaba como a siete millas de distancia. Le dijimos a los demás que cenaran y luego se fueran para la iglesia.

No podíamos esperar por ellos, pues la visión me había dicho que fuera de inmediato. Dios estaba obrando en ambos extremos de la soga. Recuerdan Uds., así fue cuando el ángel le habló a Pedro, la gente estaba reunida en la casa de Marcos y todos estaban orando.

Georgie se había inquietado demasiado, no podía estar tranquila. Su madre estaba tan deprimida que se fue al otro cuarto y allí comenzó a orar. Ella oraba: "Padre; ¿qué puedo hacer? Ese señor la ha intranquilizado, y ya ella tiene nueve años en esa condición moribunda. ¿Quién es este hombre? ."

De momento ella se perdió en el espíritu de oración, y de repente oyó una voz que le dijo: "Mira hacia arriba." Mientras levantaba la cabeza, le pareció haber visto una sombra en la pared. Se dio cuenta que era una persona parecida a Jesús. Ella le preguntó: "Señor, ¿qué puedo hacer? ."

En la visión el Señor le dijo: "¿Quién es éste que entra por la puerta? ." Entonces ella me vio a mí y a dos hombres que me seguían. Ella me reconoció por la forma de mi frente y la manera en que cargaba mí Biblia: Entonces comenzó a decir: "No estoy soñando, no estoy soñando." Corrió al otro cuarto y exclamó: ¡Georgie, ha sucedido algo! " Y comenzó a relatarle la visión. Cuando ya casi terminaba, oyó el ruido de la puerta. Cuando miró, yo acababa de llegar.

Yo no toqué en la puerta, simplemente abrí y entré. La madre cayó sobre la silla casi desmayada. Caminé directo a la cama y dije: "Hermana sé de buen ánimo, Jesucristo, a quien tú le has servido, amado y orado; ha oído tu oración y me ha enviado conforme a la visión. Levántate, ponte sobre tus pies, El te ha sanado." La tomé de la mano . . . Recuerdo que ella no había podido levantarse de su cama por años. Apenas podían cambiarle la sábana de su cama de tantos achaques que tenía. Ya su cara se veía cuadrada; sus ojos estaban hundidos, y sus brazos parecían palos de escoba en su parte más ancha.

Pero cuando le dije que Jesucristo la había sanado, ella se levantó inmediatamente. Su madre comenzó a llorar. Por primera vez en nueve años había visto a su hija caminar, no por su propia fuerza, sino por el poder del Espíritu de Dios, y sin ninguna ayuda humana. Cuando ya me iba de la casa, su hermana entró corriendo, y también comenzó a llorar.

Más tarde cuando su padre llegó y la vio sentada en el piano tocando, casi se desmayó. Luego fue al pueblo y comenzó a decir a todo el mundo lo que había sucedido. La muchacha salió al patio de su casa y sentándose en el césped, comenzó a bendecir la hierba y la hojas, y mirando al cielo dijo: ¡Oh Dios, cuán bueno has sido conmigo! " Estaba tan contenta.

El templo se llenó aquella noche. El domingo siguiente tuvimos otro servicio de bautismos. Tanto Georgie, como la otra joven de apellido Nale, se bautizaron en Totton Ford, aquel domingo.

Georgie actualmente toca el piano en la iglesia bautista del pueblo de Milltown, y goza de perfecta salud. Recuerde esto amigo lector, JESUCRlSTO ES EL MISMO AYER, HOY, Y POR LOS SIGLOS.

 

 VISION VI
"VlSlON EN RELACION CON SU SANIDAD"

 Otra visión que ha significado mucho para mí y que se relaciona con la maravillosa sanidad que yo habría de recibir, vino a mi poco después de tener la visión de Cristo. Recuerdo que estaba tan contento como el día de mi conversión al Señor.

Mientras me dirigía hacia la carretera, yo estaba regocijándome y gozándome, ya era oscuro y yo caminaba por el medio del camino, cuando de pronto se me apareció mi perro negro y grande que venía en dirección a mí. Creí que me iba a morder y traté de alejarlo de mí, gritándole: "apártate, apártate, perro."

Al hacerle esto, vi que aquel perro creció y se convirtió en un hombre de tez oscura, alto, grande y vestido de negro. Entonces me dijo: "Me llamaste perro, ¿no es cierto? Le dije: "Oh, cuanto lo siento pensé que era un perro porque estaba caminando sobre sus rodillas y sus manos."

Con voz airada me volvió a decir: "Me llamaste perro y te voy a matar." Entonces vi que sacó una navaja de su correa. Le rogué: "Por favor, entiéndame señor, no sabía que era un hombre, creí que era un perro.

Según se me acercaba, parecía un demonio. Me empujó sobre una alcantarilla y me gritó nuevamente: "Te voy a enseñar, te voy a matar. Le dije: "Señor, no temo morir, yo he recibido a Jesús en mi corazón. Él es mi ayudador y mi fortaleza, sólo quiero que Ud. entienda que fue un error decir eso." Pero él sin compasión, me seguía diciendo: "Te mataré." Yo estaba indefenso arrinconado en la pared cuando él levantó su puñal para herirme.

Yo grité, cuando de momento oí una voz del cielo. Un poderoso ángel bajó del cielo y se puso a mi lado y miró con firmeza a este hombre que estaba con la navaja en la mano, ya para apuñalearme. El hombre inmediatamente retrocedió, y tirando el puñal al piso salió corriendo tan aprisa como pudo.

El ángel me miró, se sonrió y volvió a subir al cielo nuevamente. Este ángel se me pareció mucho al que más tarde me visitó. Creo con seguridad que esta visión se cumplió hace aproximadamente dos años, cuando el diablo me tenía arrinconado con una terrible nerviosidad que poco faltó para quitarme la vida. Pero cuando aquello parecía el fin de mi vida, entonces Dios envió a Su ángel a la escena y me libró.

Durante algunos lapsos de años yo sufría periodos de nerviosismo. En una campaña estuve en el púlpito día y noche orando por los enfermos, reservando un ratito solamente para dormir. En otras reuniones los cultos se extendían a menudo hasta las dos de la madrugada.

Me di cuenta que estaba cometiendo un error al hacer esto, pero al ver tantos cuerpos plagados de enfermedades, mi corazón sentía compasión por ellos al pensar que en muchos casos era asunto de vida o muerte.

Gradualmente me fui debilitando, pero luchaba por continuar. Finalmente, después de las reuniones en Tacoma y Eugene, le dije a los hermanos que estaban conmigo que tendría que cancelar todas las campañas que habían sido programadas, para irme a descansar.

De hecho, mis nervios se habían debilitado en tal forma, que yo me preguntaba a mí mismo, si acaso podría regresar al campo evangelístico nuevamente.

Regresé a mi hogar en Jeffersonville, pero tal parecía que no podía recuperar mis fuerzas. Pensé que iba a morir. Un día, uno de los diáconos de mi iglesia, Curtis Hooper, vino a visitarme y me preguntó cómo me sentía, si estaba mejor. Le dije que no, que no me sentía que había mejorado.

Entonces él me dijo: "Hno. Branham, yo tengo un trabajo que hacer en el campo de aviación, venga conmigo, esto le hará bien." Cuando llegamos al sitio, me sentí tan mal que pensé que no iba a regresar a mi casa. Me fui al hangar y allí comencé a orar. Yo gemía: "Oh Dios, sé que he cometido errores, te pido que me perdones. La gente quiere que haga esto y aquello, estoy todo confuso. Sólo Tú puedes ayudarme, Señor, ya no soporto más."

De alguna forma regresé a mi casa. Para ese tiempo fui a la Clínica Mayo para hacerme unos exámenes y averiguar qué era lo que tenía. Por lo tanto, a mediados del caluroso agosto, yo estaba en Rochester, Minnesota, pasando cinco días en la clínica.

Los doctores que me atendieron, eran de los mejores, y ellos hicieron todo lo mejor que pudieron para determinar cuál era mi enfermedad; ellos me practicaron toda clase de exámenes.

Mientras tanto, yo oraba. Le decía al Señor que gente con toda clase de nerviosidades y desajustes, había venido a mis campañas y Él las había sanado. Le dije también cómo Él me había mostrado maravillosas visiones de las sanidades de

otros, y ellos habían sanado. En mi oración le decía: "Señor, Tú nunca me has mostrado una visión acerca de mi liberación de esta terrible nerviosidad."

Era tanta la debilidad, que parecía como si no pudiese controlarme a mí mismo para creer la Palabra de Dios. El siguiente día se me practicarían los últimos exámenes.

Aquella mañana me levanté bien temprano, y pensaba dentro de mí: "En pocas horas recibiré un informe de cuál es mi enfermedad."

Siempre estaré agradecido de Dios por lo que sucedió a continuación. De repente entré en una visión. Lo primero que vi fue un niño como de siete años de edad. Yo estaba a su lado enseñándole a cazar, y cerca de nosotros había un tronco de un árbol viejo; yo le dije al niño que no se acercara a ese árbol, porque allí vivía una peligrosa bestia.

Tomé del suelo una vara y con ella le pegué al árbol por un lado. De repente, de una de sus ramas salió corriendo un animalito, como de seis pulgadas de largo. Parecía una comadreja (animal de cuerpo alargado y patas cortas, caza de noche y es muy perjudicial), tenía ojos negros y pequeñitos, y una mirada aguda. ¡Oh, era una criatura muy astuta!

Noté que nos iba a atacar; yo no tenía revólver, sólo tenía un cuchillo de cazar. Sabía que estaba indefenso con esa arma. Pensé poner al niño a mis espaldas para protegerlo, pero cuando lo fui a hacer, el niño había desaparecido.

Rápido como un relámpago, el animalito tiró a morderme. Pero antes que él intentara herirme, oí al ángel del Señor que habló a mi lado derecho, diciendo:

"Recuerda, sólo mide seis pulgadas de largo."

Entonces el animalito me saltó al hombro izquierdo, luego brincó al derecho y, luego volvió al izquierdo otra vez tan rápido como pudo. No pude apuñalearlo con el cuchillo y cuando abrí mi boca para decir algo, él corrió por mi garganta hacia mi estómago, y comenzó a revolverse violentamente una y otra vez, y otra vez, y otra vez. Yo grité: "Oh, ¿qué puedo hacer?"

Nuevamente oí aquella voz decir: "Recuerda, sólo mide seis pulgadas de largo."

Cuando la visión me dejó, miré a mi niñita Becky y a mi esposa acostadas en la cama dormidas. Entendí que la visión se refería a mi problema estomacal y a mi nerviosismo. Para ese tiempo yo no aguantaba nada en mi estómago y había rebajado hasta 100 libras. Entonces recordé que el ángel había dicho: "Recuerda, sólo mide seis pulgadas de largo." Yo le pedía al Señor que me ayudara a entender la visión: entonces me puse a pensar si esto significaría que sólo duraría 6 meses; pero no me pareció ser esa la interpretación correcta. Todavía para ese tiempo yo no me había puesto a considerar cada cuanto tiempo me venían esos períodos de nerviosismo. Sentí que mis labios hablaron por sí solos, diciendo: "Quizás signifique que los tendré 6 veces." Entonces sentí al Espíritu Santo descender sobre mí personalmente. Un gran bautismo del Espíritu Santo vino sobre mí nuevamente, luego volvió por tercera, cuarta, quinta y sexta vez.

Entonces me puse a contar las veces que había tenido estos periodos de nerviosismo. La primera vez fue cuando tenía 7 años de edad. Para ese tiempo yo lloraba mucho por los problemas de mi hogar; mi padre tomaba mucho licor, y por esta razón me torné melancólico y muy nervioso.

Cada siete años, esta nerviosidad regresaba a mí. Al contar las veces que la había tenido, noté que ésta era la sexta vez. Me alegré muchísimo, porque entendí que el Señor me había mostrado por visión que éste sería el último período de nerviosismo.

Yo había pensado que los doctores iban a querer operar y cortar algunos de los nervios que van al estómago. Pero la cuchilla del doctor, era aquella pequeña navaja mostrada en la visión. Yo estaba indefenso.

Entonces fui a buscar el informe médico. Cuando los doctores se reunieron, comenzaron a hacerme preguntas. Yo se las contesté de acuerdo a mi mejor entendimiento Entonces uno de los doctores principales habló diciéndome: "Joven, siento tener que decirle esto: su condición es algo que Ud. ha heredado de su padre. Su papá tomaba mucho licor antes de Ud. nacer, Ud. nunca estará bien de esta condición Sus nervios afectan su estómago, esa es la causa de su problema estomacal. No hay cura para esto, y nosotros nada podemos hacer; ¡Ud. padecerá de esto toda su vida!."

Piense en esto, los mejores doctores del mundo me habían acabado de decir que no tenía cura; según ellos, mi destino era sufrir por el resto de mi vida de esta terrible condición nerviosa. Pero gloria a Dios, porque antes de ellos decirme esto, ya Dios me había hablado por medio de una visión; y me había dicho que sería lo último de esta terrible cosa.

Regresé a mi hogar. Mi madre me encontró y me dijo: "Hijo, he tenido un sueño contigo" En otra ocasión ella también había soñado conmigo. Fue unos días antes de mi conversión, cuando ella me vio parado sobre una nube blanca predicándole a todo el mundo (esto se ha cumplido prácticamente. Espero pronto estar visitando las naciones europeas, también África y Australia).

 Ella continuó diciéndome: "Hijo, la otra noche (la misma noche que yo tuve la visión), yo estaba durmiendo sola en mi cuarto. En el sueño yo estaba trabajando y te vi acostado en una cama casi muerto. Yo esperaba tu muerte de un momento a otro. Entonces oí un ruido raro, era como el arrullo de palomas. Corrí hacia donde tú estabas y entonces vi descendiendo del cielo seis palomas blancas en forma de una "S". Al bajar cada una venía y se posaba sobre tu pecho, una cada vez. Aquellas palomas eran las más blancas que yo he visto, y decían: "cuu, cuu, cuu." Las palomas actuaban muy apenadas.

Entonces tú dijiste: "Gloria a Dios", cada una bajó su cabecita y volvieron a volar formando otra vez la letra "S", y así subieron al cielo, arrullando según se iban. Luego te levantaste y estabas en perfecta salud."

¡Oh, cuan alentado me sentía! Dos días más tarde, estaba sentado en mi balcón, leyendo un libro del Hno. Boosworth, " Confesión Cristiana." Entonces abrí mi Biblia. Yo no creía en abrir la Biblia esperando recibir un mensaje del sitio en donde la abra, pero en esta ocasión lo hice, y mis ojos cayeron en Josué, capítulo I, donde dice: "Esfuérzate y sé valiente, porque el Señor estará contigo en donde quiera que vayas", Dios me había hablado por revelación, por visión y por su Palabra.

De repente oí una voz decir: "Yo soy el Señor tu sanador." Lo acepté, entré a mi casa. Tomé a mi esposa por el brazo y le dije: " Querida, Dios me ha sanado."

Gloria a Dios. Yo le amo con todo el corazón. Hoy me siento mejor que nunca. Estoy tan agradecido de Él. Lo estaré mientras viva. En mi corazón, Jesús me acompañó, Él contestó mi oración.

 

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