CAPITULO II

NACIMIENTO PECULIAR Y NIÑEZ

Comenzaba a amanecer en una preciosa mañana de abril de 1909, en el montañoso campo de Kentucky, no muy lejos del sitio donde nació Abraham Lincoln cien años atrás. Los rayos del sol ya habían comenzado a penetrar por las ventanas de la humilde cabaña, muy pobre por cierto, cuando de repente se oyó la voz de un bebé que acababa de nacer. Los pajaritos ya habían comenzado su melodioso y acostumbrado cántico muy peculiar del campo.

Pareció al padre del pequeño como que la estrella de la mañana había brillado con más intensidad que en ninguna otra mañana. El pequeñito lloraba y lloraba mientras sus pequeñas manitas rozaban el rostro de su madre quinceañera. Parado al lado de la cama estaba su padre de dieciocho años, vestido con unos pantalones típicos de la gente de campo y sus mangas arrolladas hasta sus codos.

"Lo llamaremos William", dijo el padre mientras se inclinaba a besar al niño. "Bien -dijo la madre- porque entonces lo llamaremos Billy." Lejos estuvo de esta madre el pensar que esas pequeñas manos que tocaban su rostro, un día serian usadas por el Todopoderoso para traer libertad a su pueblo de la esclavitud y de la enfermedad.

¿Quién se iba a imaginar que este niño nacido en la montaña, un día llevaría el mensaje del Evangelio alrededor del mundo entero; que iría a casa de reyes y grandes magistrados a ofrecer la oración de fe por el enfermo y afligido? De todas las familias de aquel sitio, la familia Branham era la más pobre. Sin duda que los caminos del Señor son inescrutables; ¿cómo hubiesen creído si alguien hubiese dicho que Dios a través de este niño algún día haría que demonios fueran reprendidos, que el ciego viera, que el mudo hablara, que el sordo oyera, que cánceres fueran sanados, y que millares de millares cayeran sobre sus rodillas pidiendo misericordia con lágrimas de arrepentimiento? Tampoco hubiesen creído cómo aviones volarían de continente a continente a tan grande velocidad para traer enfermos a su presencia al igual que trenes y autobuses traerían centenares de enfermos a recibir la sencilla oración de fe de este siervo de Dios y ser libertados de toda clase de enfermedades.

Cómo del sur y del norte, del este y del oeste vendrían a oír la sencilla historia de Jesús, predicada en forma tan peculiar, y con demostración del Espíritu y poder.

Según se acercaban los vecinos para ver al niño, dicen ellos que en el cuarto donde estaba el niño había un raro sentir que todos podían percibir. ¿Quién puede dudar que esta rara sensación que ellos sintieron fuera producida por la presencia del ángel que ha acompañado al Hno.Branham toda su vida y quien más adelante le habría de aparecer en persona para hablar con él cara a cara?

El primer día de su vida, algo muy raro sucedió. Después que la partera lo había bañado, lo puso al lado de su madre y fue a abrir la ventana. La ventana no tenía cristal y el aire y la luz sólo eran controlados abriendo o cerrando la ventana. El sol había comenzado a asomarse sobre el campo y unos pequeños rayos de luz habían penetrado al cuarto. Junto con estos rayos de luz vino también un halo de luz muy brillante en forma circular, como de aproximadamente un pie de diámetro y se posó sobre la cama donde estaban la madre y el niño.

Este es el mismo halo de luz que ha sido visto por miles de personas, y sin duda alguna es también el mismo que apareció en la famosa fotografía tomada en Houston, Texas, durante la campaña celebrada en enero de 1950.

Cuando la partera y los padres se dieron cuenta de este fenómeno, comenzaron a llorar; tenían miedo, no sabiendo lo que significaba. No fue sino hasta muchos años más tarde que estas gentes que vieron este halo sobre el niño, pudieron comprender que Dios tenía su mano puesta sobre este hombre para un gran ministerio que habría de traer al mundo.

La familia Branham no era religiosa ni le prestaba atención a nada que tuviera que ver con religión. Su abuelo era católico y a su padre y madre no les interesaba el cristianismo. Pero por lo que había acontecido el día de su nacimiento, su madre lo llevó a una iglesia bautista vecina. Esta fue su primera visita a una iglesia y también la última por muchos años.

El padre del pequeño era leñador y tenía que pasar mucho tiempo separado de su familia, especialmente en el otoño y en el invierno, debido a que se le hacía imposible viajar frecuentemente, motivado a la mucha nieve y al mal tiempo. Cuando esto sucedía, la madre y el niño se quedaban solos.

Fue en una de estas ocasiones que Kentucky experimentó una de las peores tormentas de nieve. Tal pareció como si los acontecimientos hubieran conspirado contra la vida de estas dos criaturas. El niño apenas contaba seis meses de edad cuando esto sucedió estando el padre lejos del hogar. Tan tremenda fue esta tormenta de nieve que dejó paralizada toda aquella zona debido a la mucha nieve. La reserva de comida con la que contaba la familia Branham era muy poca y rápidamente le empezó a faltar la comida y calor, pues el frío era intenso.

La madre, envolviendo sus pies en sacos, salía al campo a buscar leña. Luego de cortarla la traía a la cabaña y allí la almacenaba, lista para mantener la chimenea prendida. Pasaron algunos días y la situación seguía empeorando. Apenas tenían qué comer para mantener sus fuerzas.

Finalmente ella se debilitó tanto que tuvo que desistir de salir a buscar leña. La reserva de alimento se había agotado y también la leña. En esta situación critica, la madre decidió recoger toda la ropa de cama que tenía disponible y se envolvió con el niño a esperar el fin.

Fue entonces cuando Dios envió su ángel protector y les libró de la muerte. Un vecino que vivía a cierta distancia de la familia se sintió inquietado por saber la condición de la familia Branham al no ver salir humo de su chimenea. A cada momento que miraba hacia la humilde cabaña se sentía más preocupado por saber su condición.

Pasados unos días, la convicción de que algo andaba mal llegó a ser tan profunda que él decidió hacer una investigación, aun cuando esto significaba tener que caminar por encima del hielo, lo cual era peligroso, pues la cabaña no estaba muy cerca que digamos. Pero de todas formas, este vecino dirigido por la mano de Dios llegó hasta la cabaña. Al llegar a la cabaña, sus temores fueron confirmados, porque nadie respondía de adentro de la casa ni había huellas que indicaran que alguien había salido de la cabaña y además la puerta estaba cerrada por dentro.

El vecino decidió romper la puerta para entrar y cuando así lo hizo, quedó sorprendido por lo que vio frente a él: La madre y el niño arropados completamente con la ropa de cama, estaban al borde de la muerte por el frío y la falta de alimento. El bondadoso vecino seguidamente junto la leña y prendió un fuego que calentó la cabaña. Luego fue a su casa a conseguirles algo de comer.

Su acto de misericordia fue hecho a tiempo. "Amados lectores -dice el Hno. Branham- creo que aquel hubiese sido nuestro fin; de no haber sido por nuestro cariñoso Salvador, quien a su debido tiempo habló al corazón de este bondadoso vecino. El siempre está cerca y aparece en el tiempo oportuno."

No pasó mucho tiempo cuando tuvieron que mudarse de Kentucky al estado de Indiana donde el padre fue a trabajar como un agricultor, cerca de Utica. Un año más tarde se volvieron a mudar un poco más abajo en el valle cerca de Jeffersonville, Indiana, una ciudad de tamaño moderado, la cual vino a ser el pueblo donde habría de criarse William Marrion Branham.

 

DIOS HABLA POR PRIMERA VEZ AL MUCHACHO

Varios años pasaron y el muchacho era de unos siete años de edad, habiendo entrado apenas en una escuela rural, unas millas al norte de Jeffersonville. Para este tiempo fue que Dios habló al joven por primera vez. Dejemos al Hno. Branham narrar en sus propias palabras la historia de esta tan peculiar visitación.

"A esta edad fue cuando por primera vez me interesé por el futuro. Siempre he amado la cacería y la pesca, y en esa tarde tan hermosa a fines de septiembre, algunos de mis amigos habían ido a pescar a un pozo cercano donde abundaban los peces grandes. Aquella tarde yo lloré mucho porque no pude ir con ellos a pescar, pues papá me había dicho que tenía que cargarle agua del estanque.

Mi padre tomaba mucho licor y en este tiempo del año era cuando se destilaba una especie de licor muy fuerte y a mí me había tocado cargar agua al alambique, que seguramente estaría trabajando esa noche. Cuando venía de regreso con mis baldes llenos, bajando por el camino me detuve a descansar debajo de un árbol, llorando porque no había podido ir con mis amigos a pescar.

Mientras estaba sentado allí junto al árbol, algo sucedió que nunca podré olvidar. Aparentemente, oí como el viento soplando entre las hojas del árbol, miré hacia arriba y no había ningún movimiento en las hojas, tampoco había señal de viento; era una tarde bastante quieta.

Me retiré del árbol y al mirar hacia arriba, noté que en cierto lugar había un remolino del tamaño de un barril; el viento parecía estar soplando sobre las hojas de un sitio específico del árbol. El ruido se hacía más fuerte y de repente de en medio de este remolino salió una voz audible y me dijo: "NUNCA FUMES NI BEBAS NI EN NINGUNA MANERA DESHONRES TU CUERPO, PORQUE TENGO UNA OBRA PARA TI CUANDO TENGAS MAYOR EDAD."

Tanto fue el miedo que me dio aquella voz que no supe qué hacer. Llorando corrí a casa, pero a nadie le conté lo que había acontecido. Asustado y temeroso caí sobre los brazos de mi madre; ella creyó que una serpiente me había mordido, pero le expliqué que solamente estaba asustado, entonces me acostó en la cama y hasta iba a llamar al doctor, creyendo que yo había sufrido un ataque de los nervios.

Ahora, amigos, comprendo que muchos se burlan de esto que les cuento, pero no soy responsable por lo que otros dicen, solamente soy responsable de decir cuál fue mi propia experiencia.

Desde ese día en adelante yo me desviaba de aquel sitio, tratando de esquivar aquel árbol, según yo pensaba en aquel árbol había un hombre escondido, y todavía creo que es la verdad. Lo cierto es que era el Angel del Señor. Años más tarde me encontré con El, cara a cara, y El habló conmigo.

Debido a esta forma tan rara de Dios tratar conmigo, nunca pude beber ni fumar. Recuerdo una vez que iba al río con mi padre y otro hombre amigo de mi padre. Ellos me ofrecieron un trago de whiskey, y como yo quería obtener favor con este hombre para que me prestara un bote, acepté el trago; pero tan positivo como les hablo, volví a oír ese extraño sonido como de un viento agitando las hojas.

Mirando alrededor y no viendo señal de que estuviera soplando el viento, volví a llevar la botella a mis labios nuevamente, cuando de repente oí aquel ruido, pero esta vez más fuerte. El temor se apoderó de mí como en otras ocasiones, tiré la botella y salí corriendo, mientras mi padre me llamó un niñito afeminado.

¡Oh, cuánto me dolió eso! Más tarde volví a ser llamado de igual forma por una amiga mía cuando le dije que no fumaba. Airado por su burla, tomé un cigarrillo en mi mano y lo iba a prender para fumar de todas formas, cuando nuevamente fui sorprendido por ese familiar sonido, lo que hizo que tirara el cigarrillo al piso y saliera corriendo y llorando porque yo no podía ser como los demás muchachos. Al mismo tiempo las burlas de mis compañeros retumbaban en mis oídos, mientras corriendo me alejaba de aquel sitio.

Siempre he sentido una sensación como si alguien caminara conmigo a mi lado y tratara de decirme algo, especialmente cuando estoy a solas. Nadie parecía entenderme, ni aún yo mismo. Los muchachos con los que me asociaba nada querían saber de mí porque yo no fumaba ni bebía, ni tampoco asistía a bailes de los cuales todos ellos participaban. Así pues, parecía como si yo hubiera de ser a través de toda mi vida, la "ovejita negra", sin encontrar alguien que me pudiera comprender, y ni aún entendiéndome a mí mismo.

 

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