CAPITULO IV

 CONVERSION DE WILLIAM BRANHAM

 William Branham, el muchacho, aunque él había recibido esas extraordinarias manifestaciones de la providencia Divina en su vida, sin embargo no era aún convertido. Por un tiempo él resistió el llamamiento. A la edad de catorce años fue seriamente herido mientras cazaba y tuvo que permanecer meses recluido en un hospital.

Dios trató con él, pero aun él no hacía caso. Sin embargo, la urgencia del llamamiento venía a ser más y más consciente para él. En vista de que sus padres no eran Cristianos, él no tenía ningún estímulo en su hogar, y según iba creciendo, el enemigo trató de ahogar esa tranquila y pequeña voz que siempre estaba hablando a su corazón.

 

 EL SE VA AL OESTE

 Cuando él llegó a la edad de 19 anos decidió marcharse hacia el oeste para trabajar en un rancho. En una semana de septiembre del año 1927, él le dijo a su madre que iba en un viaje de campo a Tunnel Mill, una localidad como a 14 millas al norte de Jeffersonville.

El le dijo eso porque comprendió que si su madre llegaba a saber algo de sus planes de irse al oeste, ella hubiera tratado de impedir que él hiciera el viaje. Pero cuando su madre supo de él otra vez, en vez de estar en Tunnel Mill, estaba bien lejos, en Phoenix, Arizona. En realidad, en el fondo de su corazón, él sabía que estaba huyendo de Dios. El gozó de la vida en el rancho por un tiempo y de la novedad del Oeste, pero como todos los placeres del mundo, pronto se volvieron viejos.

De sus experiencias en el Oeste y del llamado de Dios que estaba siempre en su corazón, él decía:

"Muchas veces he oído el viento soplando entre los altos pinos. Parecía como si yo pudiera oír Su Voz llamando en medio del huerto, diciendo: 'Adam, ¿dónde estás tú? Las estrellas parecían estar tan cerca que uno las podía coger con las manos. Dios parecía estar muy cerca.

"Una cosa que yo recuerdo muy bien de Arizona, son las carreteras en el desierto. Si uno se aparta en algún momento de la carretera, se puede perder fácilmente. Algunas veces los turistas ven pequeñas flores del desierto y se salen del camino para cogerlas. Ellos vagan por el desierto y se pierden, y algunas veces mueren de sed. Así es en el Camino Cristiano. Dios tiene un Camino. El habla de ese Camino en Isaías 35.8.

Es llamado el "Camino de Santidad." Muchas veces pequeños placeres del mundo nos alejan del Camino. Entonces perdemos nuestra experiencia con Dios. En el desierto, cuando uno está perdido, algunas veces aparecen espejismos. Para aquellos que están muriendo de sed, el espejismo seria un río o un lago. Ellos corren y se lanzan dentro de ellos, sólo para darse cuenta que se están bañando en arena caliente. Algunas veces el diablo le muestra algo que él dice ser muy bueno. Eso es sólo espejismo es algo que no es real.

Si usted lo escucha, se encontrará amontonando tristezas sobre su cabeza. No le haga caso, querido amigo. Crea a Jesús, quien da agua viva para aquellos que están hambrientos y sedientos."

 

UN MENSAJE TRISTE

Un día el jóven recibió una carta de su hogar informándole que uno de sus hermanos estaba muy enfermo. Era Eduardo, el que le seguía en edad a él. El no pensó que la enfermedad era muy seria y creyó que todo se normalizaría. Sin embargo, una tarde, unos cuantos días después, él regresó al rancho desde la ciudad, y mientras él atravesaba el pasillo del rancho, le fue dado un mensaje escrito que decía: "Bill, sal hacia el pasto del norte, muy importante.

El de inmediato salió al pasto del norte y la primera persona con la que se encontró, fue con un viejo ranchero estrella solitaria a quien llamaban "Pop". El viejo tenía una expresión de tristeza en su rostro, y dijo: "Bill, muchacho, tengo malas noticias para ti." En esos mismos momentos, el capataz venía subiendo. Ellos le dijeron que su hermano, Eduardo, había muerto.

Usted puede imaginarse lo que significaba este choque para el joven al comprender que nunca más volvería a ver vivo a su hermano en este mundo. Desde entonces los acontecimientos comenzaron a suceder. Cada vez que él resistía a Dios, tragedia o tristezas de alguna forma venían sobre él. Cuando él se sometía y obedecía a Dios, el Señor le bendecía y prosperaba. Indudablemente que esa misma lección debe ser aprendida por cada persona viviente. Ojalá que todos pudiéramos aprender por el sufrimiento de otros, en vez de aprender por nuestras propias experiencias amargas.

Tornémonos de nuevo al Hno. Branham mientras él relata los efectos de esa noticia en él, de su triste viaje a su hogar, y los eventos que siguieron, los cuales, finalmente resultaron en su conversión a Cristo:

"Cuando comprendí la noticia de la muerte de mi hermano, por un momento no podía moverme. El era la primera muerte en la familia. Pero yo quiero decir que lo primero en que pensé fue si él estaba preparado para morir. Mientras me volteaba y miraba la amarilla pradera, lágrimas corrían por mis mejillas.

Yo recordaba cómo luchábamos juntos cuando éramos muchachos pequeños y cuánto sufrimos o cuán duro había sido para nosotros. Ibamos a la escuela con casi nada de comer. Los dedos se nos salían de los zapatos, y teníamos que usar abrigos viejos prendidos con alfileres hasta el cuello porque no teníamos camisa que ponernos. Cómo recuerdo también que nuestra madre un día nos tenía "pop corn" (cotufas) en una lonchera para nuestro almuerzo.

Nosotros no comíamos con el resto de los muchachos. Nosotros no podíamos gozar de alimentos como los que ellos tenían. Siempre nos íbamos detrás de la colina a comer. Yo recuerdo que el día que teníamos "pop corn" creíamos que teníamos la gran merienda. Por consiguiente, para asegurar de que yo obtendría mi parte de ello, salí antes de mediodía y tomé una buena parte a mano llena antes de que mi hermano tomara su parte.

Parado allí mirando la pradera quemada por el sol, yo pensé en todas esas cosas y me pregunté si Dios lo habría llevado a un mejor lugar. Entonces Dios volvió a llamarme, pero, como siempre, yo traté de resistirlo.

Yo me preparé para regresar a casa para el entierro. Cuando el Rev. Mc. Kinney de la Iglesia de Port Fulton, un hombre que es como un padre para mí, predicó en el servicio funeral, hizo mención de que "Quizás haya alguno aquí que no conoce a Dios; si así es, acéptelo ahora." Oh, cómo yo me agarré a mi silla; Dios estaba tratando conmigo de nuevo. Querido lector, cuando Él le llame, contéstele.

Yo nunca olvidaré cómo papá, el pobre viejo, y mamá lloraban detrás de la marcha fúnebre. Yo deseaba regresar al Oeste, pero mamá me suplicó tanto que me quedara que finalmente acepté quedarme si podía encontrar trabajo. Pronto conseguí un trabajo con la Compañía de Servicio Público de Indiana.

 

ENFERMEDAD

 Corno dos años más tarde, mientras probaba unos relojes medidores en el taller de contadores, en los trabajos del gas en Nueva Albany, yo fui asfixiado con gas, y por semanas sufrí de eso. Fui donde todos los médicos que conocía. No tenía mejoría. Sufría de acidez estomacal causada por el efecto del gas. Me iba poniendo peor cada momento. Fui llevado a especialistas en Louisville, Kentucky.

Ellos finalmente dijeron que era mi apéndice, y dijeron que tenia que ser operado. Yo no lo podía creer porque nunca había sentido un dolor en mi lado. Los médicos dijeron que no podían hacer nada más por mí hasta que me sometiera a la operación. Finalmente accedí a que me la hicieran, pero insistí que usaran anestesia local, para poder observar la operación.

Yo quería que alguien que conociera a Dios estuviera a mi lado. Yo creía en la oración pero no podía orar. Así que el ministro de la Primera Iglesia Bautista fue conmigo a la sala de operaciones. Cuando me tomaron para cambiarme de la mesa de operaciones a mi cama, sentí que me ponía cada vez más débil. Mi corazón casi no estaba latiendo. Sentía la muerte sobre mí. Mi respiración se acortaba cada vez más.

Yo sabía que había llegado al final de mi carrera. Oh, amigo, espere hasta llegar allí, entonces pensará usted en las muchas cosas que ha hecho. Yo sabía que nunca había fumado, bebido, o tenido ningún hábito sucio, pero yo sabía que no estaba listo para encontrarme con mi Dios.

Si usted sólo es un miembro de iglesia formal y frío, se dará cuenta cuando llegue a su fin, que no está preparado. Así que si eso es todo lo que usted sabe de Dios, yo le pido aquí mismo que doble sus rodillas y le pida a Jesús que le dé la experiencia del nuevo nacimiento, como aquel del cual El habló a Nicodemo en el capitulo 3 de Juan, y ¡Oh! ¡cómo repicarán las campanas de júbilo! Alabado sea Su Nombre.

  

DIOS LE HABLA

 Comenzó a oscurecerse más el cuarto del Hospital, com6 si fuera un gran bosque, Yo podía oír el viento soplando entre las hojas, aunque parecía estar soplando bien adentro en el bosque. Quizás usted haya escuchado el viento soplando entre las hojas que se va acercando cada vez más. Yo pensé: "Bueno, esa es la muerte que viene a buscarme." ¡Oh! , mi alma iba a encontrarse con Dios; yo traté de orar pero no podía.

Más cerca vino el viento, más duro y más fuerte. Las hojas susurraban y de pronto sentía haberme ido. Parecíame haber vuelto a ser el pequeño niño descalzo, parado en aquella vereda bajo el mismo árbol. Yo escuché esa misma voz que dijo: "Nunca bebas ni fumes." Y las hojas que escuché eran las mismas que soplaron en aquel árbol aquel día. Pero esta vez la voz dijo: "Yo te he llamado y tú no has querido venir." Las palabras se repitieron por tres veces. Entonces yo dije: "Señor, si ese eres Tú, permíteme volver de nuevo a la tierra y predicaré Tu Evangelio desde los terrados y las esquinas de las calles. Yo le contaré a todo el mundo sobre esto."

Cuando esta visión pasó, me di cuenta de que me sentía mejor. Mi cirujano se encontraba todavía en el edificio. El vino y me miró, y quedó sorprendido. El miró como creyendo que estaría muerto; entonces dijo: "Yo no soy un hombre que visito iglesia, mi práctica es muy grande, pero yo sé que Dios ha visitado a este muchacho." Por qué él dijo eso, yo no lo sé.

Nadie había dicho cosa semejante. Si yo hubiese sabido entonces lo que sé ahora, me hubiese levantado de la cama gritando alabanzas a Su Nombre. Después de algunos días se me permitió regresar a mi hogar, pero todavía estaba enfermo y fui obligado a usar espejuelos por causa del astigmatismo, un defecto de la vista. Mi cabeza temblaba cuando miraba algo fijamente.

 

CONVERSION Y LLAMAMIENTO

Yo comencé a buscar a Dios. Yo fui de iglesia en iglesia tratando de conseguir algún lugar donde hicieran esos llamamientos al altar como lo hacían antes. Lo triste del asunto fue que no encontré ninguno.

Una noche sentí tanta necesidad de Dios y de una experiencia real, que me fui a la vieja cabaña detrás de la casa, y traté de orar. Yo no sabía cómo orar, de modo que entonces sólo comencé a hablarle como le hablo a cualquier persona. De repente apareció una luz en la cabaña y formó una cruz, y la voz desde la cruz me hablaba en un lenguaje que no podía entender.

Después se fue. Yo estaba extasiado. Cuando volví en mí de nuevo, yo oré:

"Señor, si eres Tú, por favor ven y háblame otra vez."

Yo estaba leyendo mi Biblia desde que regresé del hospital, y había leído en Ira. de Juan 4: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios."

Yo sabía que algo se me había aparecido, y mientras oraba volvió a aparecérseme. Entonces fue cuando pude sentir como si me hubieran quitado mil libras de peso de mi alma. Brinqué y corrí hacia la casa y me parecía que estaba corriendo en el aire.

Mamá me preguntó: "Bill, ¿qué te ha pasado? "Yo le contesté: "Yo no sé, pero de seguro que me siento bien y muy liviano." No pude permanecer más tiempo en la casa. Tenía que salir afuera y correr.

Yo sabía que si Dios quería que yo predicara. El me sanaría; por lo tanto fui a una iglesia que creía en la unción con aceite, y fui sano instantáneamente. Yo me di cuenta que los discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo y, por consiguiente, podían sanar los enfermos y hacer milagros poderosos en Su Nombre.

Así que comencé a orar por el Bautismo del Espíritu Santo. Un día, como seis meses más tarde Dios me dio el deseo de mi corazón. El me habló en una gran luz diciéndome que predicara y orara por los enfermos y El los sanaría sin importar qué tipo de enfermedad. Entonces comencé a predicar y hacer lo que El me dijo que hiciera.

De vez en cuando la gente me ha preguntado si yo he recibido el bautismo del Espíritu Santo. Eso siempre me ha impresionado como una pregunta misteriosa. Porque es imposible que ningún don del Espíritu Santo funcione libremente a menos que el individuo que posea el don haya también recibido al Dador del don.

 

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