CAPITULO V

UN MATRIMONIO FELIZ Y UNA FATAL DECISION

Luego de su conversión y llamamiento al ministerio, comenzó para él un período feliz en su vida, cuando las bendiciones de Dios descansaban sobre el joven predicador. Todo parecía ir bien. El comenzó una campaña bajo carpa. Para un predicador joven como él, de veinticuatro años de edad, la campaña fue sumamente exitosa. Se estimó que tres mil personas asistieron por noche a la campaña y que hubo muchas conversiones. En el servicio bautismal que siguió a la campaña. Unas 130 personas fueron bautizadas en agua. Fue en esta ocasión cuando apareció una LUZ CELESTIAL SOBRE LA CABEZA DE EL, cuando bautizaba al creyente número 17.

Esto fue presenciado por la vasta multitud que miraba desde la orilla del río Ohio. Este suceso fue publicado en un periódico de la localidad. La gente que había sido convertida en esta campaña, le construyó un templo, el cual hasta el presente lleva el nombre de "Tabernáculo Branham".

Los años que siguieron fueron unos de gran provecho y bendición en los cuales las bendiciones del Señor reposaron sobre él. Para este tiempo él también recibió algunas visiones que él no entendió a plenitud hasta años más tarde, cuando una revelación más completa del plan de Dios para su vida le fue dada a conocer.

 

MATRIMONIO

 Fue para este tiempo que él conoció una excelente joven cristiana, cuyo nombre era Hope Brumback. Después de algunos meses de noviazgo, la joven aceptó la proposición de William Branham, y se casaron. Dejemos al Hno. Branham narrar en su forma simple pero siempre dramática, la historia de su timidez, la proposición por carta, su matrimonio y los eventos que siguieron:

"Yo era un muchacho de campo de pequeña estatura y era muy tímido. Considerando lo tímido que yo era, quizás Ud. se preguntará cómo fue posible que yo llegara a casarme. Yo conocí una buena muchacha cristiana.

Yo la consideraba maravillosa. Mis convicciones exigían una muchacha que no bebiera ni fumara. Era difícil encontrar esa clase de muchacha en aquel entonces, y ahora es peor.

Yo amaba a esta buena muchacha pero yo no tenía suficiente valor para decírselo. Pero sabía que tenía que hacerlo pronto -ella era demasiado buena muchacha para perder tiempo conmigo- pues quizás podría aparecer otro pretendiente. Yo sólo ganaba veinte centavos la hora y su papá ganaba algunos cientos de dólares al mes.

Todas las noches que la veía decía dentro de mí: "Se lo voy a decir esta noche." Y cuando se lo iba a decir se me formaba como una pelota en la garganta y tenía que dejarlo para otro día. Ya no sabía qué más hacer. ¿Saben Uds. lo que por fin tuve que hacer? Le escribí una carta y así se lo dije.

Bueno, aquella carta tenía un poco más de romance que un simple "Apreciada señorita." Yo hice todo lo posible por escribirle una buena carta, pero aun así creo con seguridad que fue muy pobre. Por la mañana me preparé para echarla al buzón; pero de momento vino a mi pensamiento lo que podría pasar si la carta caía en las manos de su mamá. Pero de todas formas tenía que hacerlo porque yo no me atrevía a dársela personalmente. Finalmente tuve suficiente valor para echarla al buzón el lunes temprano en la mañana.

Yo estaba supuesto a pasar por ella el miércoles para llevarla a la iglesia. Toda esa semana, de lunes a miércoles la pasé nervioso. Llegó el miércoles y fui a buscarla. Según iba, pensé en qué sucedería si su mamá salía y me decía: "William Branham." Yo sabía que yo me las entendía bien con la muchacha, pero con la mamá no estaba seguro.

Finalmente toqué en la puerta y llamé a Hope, que era el nombre de la muchacha. Ella salió a la puerta y dijo: "¿Quieres entrar? " Le dije: "Si no te parece mal, me quedaré en el balcón." Yo me aseguré de no entrar en la casa. Entonces ella me dijo: "Está bien, estaré lista en algunos minutos."

Yo tenía un carro viejo modelo T-Ford, pero ella me dijo: "La iglesia no queda muy lejos, vamos a caminar." Esto me alarmó y pensé que algo había sucedido. Fuimos a la iglesia pero ella no dijo nada en el camino. Estaba tan nervioso esa noche que no oí nada de lo que dijo el predicador. Ud. sabe, una mujer puede mantenerlo en suspenso.

Después que salimos de la iglesia, comenzamos a caminar. Era una noche de luna. Pero todavía ella no me decía nada. Al fin pensé que ella no había recibido la carta. Esto me hizo sentir mejor. Pensé que quizás el cartero la había entregado en otra casa. Pronto volví en mí nuevamente.

Entonces ella volteó y me dijo: "Billy, recibí tu carta." Entonces dije para mí:

"Y ahora, ¿qué voy a hacer? " Luego le pregunté: "La. . . la leíste? " Ella dijo:

"Uhjuh." Me puse más nervioso que nunca. Ya estábamos llegando cerca de la casa. Volví a preguntarle: "Pero, ¿la leíste toda? " Ella dijo: "Uhjuh." Ya habíamos llegado a las escaleras. Me preocupaba si ella habría de llevarme a donde estaba su madre. Le dije rápido: "¿Qué crees de eso? " Ella me contestó: "Está bien."

Yo no hablé con la mamá, pero sabía que tarde o temprano iba a tener que hablar con uno de sus padres. Pensé que era más fácil hablar con el papá, ya que él y yo nos llevábamos bien. Una noche fui donde él, él estaba sentado en su Buick. Ustedes saben, yo sólo tenía un T-Ford. Entonces le dije: "¡Óigame! Ese sí es un buen carro."

Y él me contestó: "Tú también tienes un buen Ford." Entonces yo le dije:

"Es... este, es. . . esteeeee..." El me miró y me dijo: "Está bien, BilIy, te puedes casar con ella." ¡Oh! ¡Qué alivio! Entonces le dije: "Pero Ud. sabe, yo sólo gano veinte centavos la hora haciendo zanjas. Pero yo haré todo lo que pueda por ella, le seré fiel y la amaré con todo mi corazón." El puso sus manos sobre mis hombros y me dijo: "Billy, yo preferiría dártela a ti que a cualquiera otra persona que yo conozca, porque yo sé que tú serás bueno con ella y la amarás."

Nos casamos, no creo que hubiera un sitio en el mundo más feliz que nuestro pequeño hogar. Era maravilloso. No teníamos mucho mobiliario: una cama plegadiza, una alfombra vieja y una estufa que yo había comprado de segundas manos y le había cambiado las parrillas. Pero créame, aquello era un hogar. Yo prefiero vivir en una choza y tener favor con Dios, que vivir en la mejor casa que pueda haber.

Todo iba a las mil maravillas. Mi esposa ahorraba su dinero para comprarse un traje que le gustaba mucho. Yo me sentía tan bien cuando podía hacer algo por ella. A los dos años tuvimos un nene, el pequeño Billy Paul. Cuando lo oí llorar en el hospital me pareció ser un nene, se lo entregué al Señor antes de verlo.

 

EL ASISTE A UNA CONVENCION DEL EVANGELIO COMPLETO

Yo había ahorrado algún dinero con el propósito de comprarme un equipo de pescar y fui al lago de Pawpaw en Michigan a pasar unos días allá. Pronto me vi escaso de dinero y tuve que regresar. En mi viaje de regreso, al cruzar el río de Mishawaka vi una gran multitud que se reunía para unos servicios.

Me pregunté que clase de gente seria ésta y decidí asistir también a los cultos. Fue aquí cuando me relacioné por primera vez con Pentecostés. Averigüé que esta gente se había reunido para una convención. Eran gentes bien expresivas, todo esto era nuevo para mí. Comenzaron a cantar "Sé que fue la sangre, sé que fue la sangre."

Todo el mundo batiendo las manos. Yo dije: "¿Qué clase de gente serán estos?

Rápidamente se levantó un obispo y predicó sobre el bautismo del Espíritu Santo.

Cuanto más largo predicaba, más me convencía yo de que quizás algo había en esto.

Decidí quedarme otro día más. Como no tenía dinero suficiente para pagar un hotel, me fui y metí el carro en un sembrado de maíz y allí pasé la noche.

Al día siguiente me levanté bien temprano y me fui para la iglesia. Yo había comprado pan y leche, tratando de que me rindiera el poco dinero que me quedaba. Cuando llegué a la iglesia, ya había bastante gente reunida para el servicio de la mañana. Aquella noche habían muchos predicadores sentados en la plataforma. El líder dijo: "No tenemos suficiente tiempo para oírlos predicar a todos, pero les vamos a pedir que se pongan de pie y digan su nombre." Cuando llegó mi tumo me puse en pie y dije: "Evangelista William Branham", y me volví a sentar.

La tarde siguiente pusieron a predicar a un hermano de color, ya anciano.

Me asombró que pusieran a predicar a un hombre tan viejo frente a una congregación tan grande. El predicó sobre el tema "¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos a la tierra, cuando todas las estrellas alababan juntas? " ¡ Vaya!. Aquel anciano se remontó como a un millón de años antes que el mundo fuera creado.

El casi tocó todo lo que había en el cielo, luego bajó y predicó sobre el arcoiris y por allí siguió hasta cubrir todo lo que había en la tierra, hasta llegar a la segunda venida del Señor. Al terminar el sermón estaba tan ágil como un hombre joven. Al bajarse de la plataforma él dijo: "Ustedes no tienen suficiente sitio para yo predicar." Me di cuenta que Dios había hecho algo por este hombre que no había hecho conmigo.

Cuando comenzó a predicar me compadecí de él, pero cuando ya había entrado en calor, entonces me compadecía de mí mismo. Esta gente tenía algo que yo no tenía, y yo lo quería. Aquella noche volví al sembrado de maíz y allí dormí nuevamente. Por la mañana, yo supuse que nadie me conocía y decidí ponerme unos pantalones que no eran muy apropiados para la ocasión, pero me los puse de todas maneras. El otro pantalón estaba muy arrugado debido a que lo había usado de almohada. Este iba a ser el último día que iba a poder estar, pues apenas me quedaba el dinero para la gasolina. Me fui para la iglesia y cuando llegué estaban cantando y batiendo las manos, alabando al Señor. Yo quería el Bautismo del Espíritu Santo, si el Señor me lo concedía.

 

LE PIDEN QUE PREDIQUE EN LA CONVENCION

El ministro encargado se puso de pie y dijo: "Hemos tenido el servicio de testimonios dirigido por el predicador más jóven aquí. El otro predicador joven que le sigue es William Branham, de Jeffersonville." El dijo: "Venga, Reverendo Branham, si está en el edificio." Créanme, esto me asustó. Miré para abajo y me di cuenta del pantalón que tenía puesto. Me quedé quietecito.

De hecho, yo nunca había visto altoparlantes. Yo no quería pararme a predicar frente a todos estos predicadores tan tremendos. Volvieron a llamar: "¿Sabe alguien dónde está el Rev. Branham? " Esta vez me bajé más todavía en mi asiento. Otra vez volvieron a llamar.

Un hermano de color que estaba sentado a mi lado, me preguntó: "¿Sabe quién es? " Esta vez no iba a mentir, por tanto le dije: "Sí, yo sé quién es." El dijo:

"Ve y búscalo." Le dije: "Oigame, yo soy el Hno. Branham, pero es que yo no quiero subir a la plataforma con estos pantalones." Entonces él me dijo: "Esta gente no se fija en la forma en que usted viste, ellos lo que miran es lo que hay en su corazón.

Entonces le dije: "Por favor, no diga nada." Pero este hombre de color no aguantó un momento más. Gritó: "Aquí está, aquí está." Mi corazón casi se desmayó. No sabía qué hacer. Pero aquella noche en el sembrado de maíz yo había orado al Señor: "Señor, si esta es la gente que yo siempre he anhelado encontrar, tan alegres y libres, concédeme favor con ellos."

Bueno, el Señor me concedió favor delante de ellos, pero yo siempre he detestado pararme delante de una congregación con aquella clase de pantalones. Todo el mundo tenía la mirada puesta en mí, tenía que hacer algo. Me paré y fui a la plataforma. Mi rostro estaba enrojecido. Cuando vi aquellos micrófonos frente a mí, dije:

"Pero, ¿qué es esto? " Oré al Señor: "Señor, si alguna vez has ayudado alguien ayúdame a mí ahora."

 Abrí mi Biblia y mis ojos enfocaron el versículo: "El hombre rico levantó sus ojos en el infierno." Y de aquí prediqué."Entonces daba él voces. Allí no habían cristianos y él lloraba. Allí no habían iglesias y él gritaba. Allí no habían flores, y él gritaba. Allí no estaba Dios y él gritaba." Yo era más bien un predicador formal pero según predicaba, algo se apoderó de mí, y el poder de Dios descendió en la congregación.

 

LOS HERMANOS LO INVITAN A CONDUCIR AVIVAMIENTOS

Después que terminó el culto que duró como dos horas más, salí afuera. Un predicador se me acercó, un hombre alto con botas de vaquero él mismo se dio a conocer. Me dijo: "Yo soy de Texas y tengo una buena iglesia allá, ¿qué te parece si tienes dos semanas de cultos conmigo? "Otro predicador de Florida vino y me dijo:

"Oye, ¿qué piensas acerca de estar conmigo para unos cultos? "Tomé una hoja de papel y comencé a apuntar todas aquellas direcciones que me daban, y al momento tenía suficientes invitaciones para cubrir un año completo.

¡Oh! ¡Qué contento estaba! Salté a mi carro viejo y me fui para Indiana. Cuando llegué a casa, mi esposa salió corriendo y puso sus brazos sobre mí: me miró y me preguntó: "¿Por qué estás tan contento? " Le dije: "Me encontré con la gente más contenta que jamás haya podido encontrarme. De verdad que siempre están contentos, y no se avergüenzan de su religión.

Algo ha pasado conmigo desde entonces. Ellos me pusieron a predicar en su convención y, lo que es más, me han invitado para que les predique en sus iglesias." Entonces le dije: "¿Vas conmigo? " Ella me contestó: "Amor, yo he prometido ir contigo a donde quieras hasta que la muerte nos separe." Quiera el Señor premiar su fiel corazón.

Entonces decidí ir y decírselo a mamá. Cuando llegué a ella, le dije: "Mamá, tengo algo que decirte." Entonces le conté lo de las invitaciones. Ella me preguntó:

"¿Y qué vas a hacer para conseguir dinero? " Sólo teníamos diecisiete dólares para nosotros, pero sentimos que el Señor supliría.

Me abrazó y me bendijo. Todavía ella ora por mí. Ella me dijo: "Hijo, nosotros teníamos esa clase de religión en nuestra iglesia años atrás, y yo sé que es real."

 

UNA DECISIÓN FATAL

Amigos, lo que voy a decir ahora, espero que sirva para vuestra enseñanza. Deje que mis errores resulten en vuestra bendición. Familiares y amigos me aconsejaron para que yo no aceptara lo que yo sabía era el llamado de Dios para mí. Algunos me dijeron que la gente con la que yo me había encontrado en la convención, eran "basura". Luego me di cuenta, y lo digo con reverencia, que lo que ellos llaman "Basura" es la crema de la sociedad.

Se me dijo también que mi esposa no tendría suficiente para comer, que un día comería y el otro tendría que ayunar. Otros me dijeron que era mi deber quedarme en Jeffersonville atendiendo la obra allí. Yo les oí y decidí quedarme en Jeffersonville y no salir. Nunca pudimos imaginarnos lo que acontecería ocho meses más tarde cuando fuimos atrapados mi familia y yo en la gran tragedia de la desastrosa inundación del río Ohio en el año 1937.

Fue en este tiempo que la unción de Dios, que había venido sobre mí, me dejó. Realmente no volvió a regresar hasta cinco años más tarde. Mi iglesia hasta entonces había sido una iglesia próspera, pero había comenzado a decaer. Todo comenzó a ir mal. Con mi iglesia decayendo, no supe qué hacer. Entonces empezó el período negro de mi vida, cuando la inundación del río Ohio mató muchas personas y fue también responsable de la muerte de mis dos seres más queridos.

 

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