Capítulo 10: FIN DEL ESPEJISMO por Sandra Hernández Martín |
Mientras Matsuyama trataba de averiguar qué había querido decir Hyuga
con aquellas enigmáticas palabras, el Musashi atacaba. En aquel preciso instante,
Oda se movía entre los defensas del Toho para abrir un hueco
que sus compañeros pudiesen aprovechar, pero su esfuerzo fue inútil porque el Musashi acabó perdiendo el balón sin dar demasiada sensación de peligro.
Y el partido volvió a la misma tónica que los veinte minutos anteriores.
El Toho se encontró con la buena formación defensiva del Musashi, sin encontrar
huecos claros, y acabaron pasando otra vez a su capitán, con la esperanza de que esta vez pudiera hacerse con el balón. Con Takeshi prácticamente anulado
por Soda y la defensa tan cerrada del Musashi, el Toho no encontraba otra manera
de llegar al área contraria. Matsuyama se adelantó de nuevo y volvió a interceptar el pase, pero
esta vez las cosas iban a ser distintas, porque Kojiro entró en acción. El goleador del Toho se echó al suelo y entró a Matsuyama, que había cometido el
gran error de creer dormido al tigre. Hikaru perdió el balón con una facilidad
pasmosa y Hyuga aprovechó el momento de desconcierto de su marcador para marcharse solo directamente a
portería. Dos defensores le salieron al paso mientras Matsuyama reaccionaba y le perseguía, pero Hyuga se los quitó de en
medio y, ya al borde del área, se preparó para tirar a puerta con su tiger
shoot.
La entrada posterior de Matsuyama a ras del suelo llegó tarde. Para
entonces el balón volaba ya hacia la portería del Musashi, con la endiablada potencia característica de los tiros de Hyuga. El campo entero enmudeció, unos
esperando cantar gol, otros rezando para que fallase, hasta que el balón se estrelló contra el larguero y después se fue fuera. La portería se quedó
temblando por el tremendo impacto, al igual que el altísimo portero del Musashi,
que ni siquiera se había movido del sitio.
- Sólo ha sido un aviso -le advirtió Hyuga a Matsuyama, que ya se había
levantado del suelo-. A partir de ahora jugaré en serio, y tú no podrás hacer
nada para detenerme.
Kojiro se dio media vuelta y caminó con paso majestuoso hacia el centro
del terreno de juego, como si el campo fuera de su propiedad.
- Eso lo veremos -murmuró Hikaru, siguiéndole con la mirada. Conocía de sobra
las bravatas de Hyuga como para no tenerle miedo. Si había conseguido dominarle
durante todo lo que llevaban de partido, ¿quien decía que no iba a ser capaz de
seguir haciéndolo?
Ozaki Jo, recuperado ya del susto, puso el balón en movimiento. El
portero del Musashi tenía un saque potente que llegaba mucho más allá de la línea divisoria entre los dos campos, y esta vez no fue una excepción. Allí
saltaron Honma e Hideto, ambos con la intención de obtener el balón para sus respectivos equipos, y al final terminó imponiéndose el centrocampista del Toho.
Hideto no se molestó siquiera en mirar a ver si Takeshi estaba desmarcado, dio
por supuesto que Soda estaba haciendo su trabajo, así que avanzó en solitario hasta cruzar el medio campo, donde sabía que comenzaba la presión del Musashi. Pero desde el principio quedó claro que las cosas no iban a volver a
ser como en los veinticinco minutos anteriores, porque Hyuga no se iba a quedar quieto esta vez ante los problemas de su equipo. El capitán del Toho abandonó
su puesto en la delantera para ir a buscar el balón en persona. Matsuyama le siguió, pero todos sus intentos por impedir que se hiciera con el esférico
fueron nulos, y al final Hyuga controló el balón y echó a correr hacia la portería quitándose de en medio a todo defensa que le salía al paso. Finalmente,
cuando estaba cerca del área, Hikaru le alcanzó y le cerró el paso.
- Aquí termina tu recorrido -se jactó mientras entraba. Las barridas de
Matsuyama tenían fama de ser muy eficaces, pero en esa ocasión no sirvió de nada. Hyuga estaba listo y se le saltó limpiamente, aprovechando los segundos
que necesitó Matsuyama para levantarse en preparar otra vez su tiger shoot.
El balón salió disparado, literalmente, del pie de Hyuga, volando como
un auténtico misil a la portería contraria. Ozaki Jo volvió a quedarse inmóvil,
sin hacer nada mientras el balón entraba por su izquierda. De todas formas, muy
poco podría haber hecho para detener aquel tiro con el que el gran Hyuga Kojiro
había marcado el primer gol para su equipo. De esta manera cumplía la amenaza que un par de minutos antes le había hecho a Matsuyama.
- El primero -dijo Hyuga mientras regresaba a su campo, tan tranquilo, como si
marcar aquel gol hubiera sido la cosa más sencilla del mundo.
Matsuyama apretó los puños y se dio media vuelta. Había sido lento en
la carrera y se había precipitado en la entrada, por eso había venido el gol. Pero aún quedaba mucho partido por delante, y si Hyuga pensaba que se iba a
quedar de brazos cruzados estaba muy equivocado. Hikaru se dirigió a la portería,
agarró el balón, que estaba caliente y olía a quemado por la fricción contra la
red, y después se lo pasó a Honma.
- Aún no nos han vencido -le dijo a su capitán, que asintió.
El Musashi sacó, pero el Toho ya no era el mismo equipo. Habían
recuperado a su capitán y, con él, toda su confianza. El balón duró en poder del
Musashi lo que una piruleta a la puerta de un colegio, es decir, nada, antes de que el Toho lo recuperase y se lanzase al ataque. El esférico finalmente fue
a parar a los pies de Hyuga, que repitió la misma jugada anterior y tiró a puerta,
aunque Matsuyama llegó a tocar el balón con la puntera de la bota y lo desvió a
corner por milímetros.
- Muy justo, Matsuyama -le dijo Hyuga. Hikaru no respondió, no había nada que
decir. Otra vez había estado lento, y sólo por suerte había sido capaz de evitar
el gol-. ¡Takeshi! -gritó el delantero-. ¡Ocúpate tú de sacarlo!
- Si, capitán -contestó inmediatamente el muchacho, contento de poder tocar el
balón a su aire, aunque fuera así. Soda le tenía frito.
Takeshi colocó el balón en el córner, se separó un par de metros y esperó
a que el resto de su equipo se colocase en el área rival. Cuando golpeó el balón
lo hizo de manera magistral, un saque al segundo palo donde lo esperaba Hyuga. El delantero y su marcador saltaron a un tiempo, pero el capitán del Toho era
más potente fisicamente y saltó mucho más consiguiendo cabecear. Su remate fue
impecable, casi de libro, pero Ozaki Jo no estaba dispuesto a dejarse marcar un nuevo gol tan pronto. El portero del Musashi reaccionó bien y detuvo el esférico,
aunque, eso sí, bien cerca de la línea de gol.
Mientras el Toho se lamentaba, Ozaki aprovechó la oportunidad y le mandó
el balón al único jugador de su equipo que se había quedado adelantado. Oda controló con el pecho y echó el balón al suelo. Por delante tenía a dos defensas
y a Wakashimazu Ken, pero no se acobardó. Se libró bien de los defensores con un
autopase por el que luego tuvo que correr como un demonio para lograr controlarlo,
pues le salió algo largo, y después enfiló directamente a puerta corriendo lo
más deprisa posible, pues podía notar el aliento de los defensas en la nuca. Le
faltaban dos metros para pisar área cuando Wakashimazu salió de su portería.
Oda sabía que era uno de los mejores porteros del Japón, y reconocía que le
ponía algo nervioso, pero aquella era la oportunidad más clara que había tenido
en todo el partido y no pensaba echarla a perder, así que entró en el área. Justo
cuando casi tenía al portero encima, Oda metió el pie debajo del balón y lo
levantó por encima del cuerpo del portero, a la par que lo impulsaba hacia delante.
Sonrió al ver la sorpresa pintada en el rostro de Wakashimazu, que no esperaba verse revasado por una vaselina, pero la felicidad se borró de su rostro al ver
moverse al arquero.
Los reflejos de Wakashimazu eran increíbles, inhumanos.
Oda no estaba
muy seguro de cómo lo había hecho, pero Ken se había puesto en pie en décimas de
segundo y se había lanzado hacia atrás con una rápidez increíble. Como Ozaki Jo
había hecho un minuto antes, Wakashimazu Ken detuvo la vaselina de Oda a escasos milímetros antes de que esta se convirtiese en gol.
El portero se quedó unos segundos tendido en el suelo cuan largo era con
el balón en las manos, luego se levantó y se limpió el sudor de la frente mientras
sonreía en dirección a Oda. En la sonrisa de Ken no había superioridad, ni
presunción. Era una sonrisa de reconocimiento a la labor del rival, que a punto
había estado de marcar.
- La próxima vez -amenazó Oda, devolviéndo el gesto al portero.
- Ni lo sueñes -replicó Wakashimazu, de buen humor. Hasta el momento, era la
única vez que había tenido que emplearse a fondo, y eso le gustaba. Luego se volvió hacia sus jugadores-. ¡Vosotros! ¿A qué infiernos estáis jugando? ¡A
ver si volvemos más rápido! -les regañó a voces.
- ¡Muy bien, Oda-kun!
Oda casi se cae por la impresión que le dio oír aquella voz. ¡Era la voz
de Hideoki Akemi! El chico la buscó entre el público y, cuando la encontró (tan
guapa como siempre y acompañada de muchas de sus compañeras de equipo), el chico
le dedicó su mejor sonrisa y un gesto de la victoria con los dedos.
- ¡Sigue así! -gritó ella haciendo bocina con las manos.
- ¿Ves? La tengo en el bote -le dijo Oda a uno de los defensas del Toho,
que evidentemente no sabía de que iba el tema y le miró como si estuviera loco.
Si Oda Kazumasa estaba rozando la gloria, su mejor amigo Matsuyama Hikaru
se alejaba minuto a minuto cada vez más de ella. Diez minutos después de la gran
oportunidad de Oda habían sido suficientes para comprobar que nada de lo que hacía Matsuyama para detener el avance de Hyuga servía,
absolutamente nada. El seis del Musashi estaba jugando como siempre, y se encontraba bien, pero no
había manera de impedir que el delantero se hiciese con la pelota. No importaba
lo rápido que corriese, las veces que se enfrentara a él o lo bien que entrase.
Hyuga siempre saltaba más alto, corría más rápido y tiraba más fuerte. El Hyuga
Kojiro al que había logrado detener durante aquellos primeros veinte minutos
nada tenía que ver con el Hyuga Kojiro de los últimos veinte, era un espejismo,
un reflejo de la realidad.
Diez minutos habían bastado para hacer dolorosamente evidente que Hyuga
había jugado muy por debajo de sus posibilidades durante los primeros veinte minutos, que había estado fingiendo
descaradamente, y que él se había tragado el cuento como un auténtico novato. Kojiro se encontraba en una forma excelente,
y desde el mundial de Francia había mejorado ostensiblemente. Él, sin embargo, se había pasado el verano estudiando y ahora, al lado del capitán del Toho, parecía un aficionado. Y, aunque no podía negarse que Matsuyama se estaba dejando
la piel en cada enfrentamiento con Hyuga y que se negaba a rendirse, lo único que
había impedido que el Toho marcase un nuevo gol era la suerte. Sólo por suerte
lograba tocar el balón lo suficente como para descolocarle antes del tiro o desviarlo fuera, pero no podían seguir dependiendo de eso.
Era cuestión de tiempo que el Toho marcase. Desde hacía varios minutos
el Musashi estaba encerrado en su campo, sacando balones del área con el más antiguo de los métodos: el patadón hacia delante. Hasta
Oda estaba metido
en labores defensivas. Y, a medida que pasaban los minutos, el Toho se hacía cada vez más fuerte, tanto que hasta el impecable marcaje de Soda sobre Takeshi
comenzó a fallar. Al encontrarse el jugador del Toho más arropado por su equipo,
empezó a sentirse capaz de enfrentarse a Soda cómodamente, a la par que Soda tenía que dividir su atención entre el marcaje de Takeshi y ayudar al resto
de la defensa a detener ataques cada vez mejores. Asi que ocurrió lo inevitable, y Takeshi acabó recibiendo el balón en solitario. El pequeño jugador entró en
el área y se dispuso a tirar a puerta.
- ¡Ni hablar! -gritó Soda, poniéndose por delante en un alarde de velocidad.
Pero Takeshi no era idiota, y en el último momento desvió su tiro y
lo convirtió en un pase para su capitán, que siempre estaba preparado. Hyuga se adelantó y pegó al balón de volea tal y como le venía.
- ¡No! -dijo Matsuyama, estirando una pierna. Estaba harto de seguir a Hyuga
por todo el campo y quedar como un aficionado. Iba a hacer algo bien de una vez por todas.
La suerte, que había estado con él hasta el momento, decidió abandonarle
completamente en ese preciso instante. El tiro de Hyuga se estrelló contra su rodilla izquierda, la pelota salió rebotada y acabó entrando en la portería
sin que Ozaki Jo pudiera hacer nada por evitarlo.
Había sido sólo cuestión de tiempo.
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