Capítulo 7: EL SORTEO por Sandra Hernández Martín |
Cuando Misugi Jun y Matsuyama Hikaru llegaron al Consejo Superior de
Deportes, en el distrito Kasumigaseki*
de Tokyo, se encontraron con que los distintos representantes de los treinta y seis países que componían la zona
AFC de la FIFA ya estaban allí. No tardaron en darse cuenta de que también había acudido un nutrido grupo de periodistas deportivos. Desde que la selección japonesa había ganado el Mundial
Sub-16, el interés del país por
el fútbol había crecido de manera exponencial. Ahora todo lo relaccionado con ese deporte era noticia, de tal manera que era impensable que en los
informativos de televisión y en los periódicos no apareciese los resultados
del sorteo para la fase de clasificación de la Copa de Asia Juvenil, que
se iba a celebrar allí mismo en pocos minutos.
- Bueno, mira el lado bueno de llevar este traje, Matsuyama-kun -le dijo Misugi a su compañero cuando vio el panorama-. Saldremos elegantes en la tele.
Por toda respuesta, Matsuyama emitió un profundo suspiro. Desde luego, a Misugi no le faltaba razón, pues el nuevo traje oficial de Japón era ciertamente elegante: una chaqueta de sastre azul marino,
pantalones de
sastre grises y corbata roja sobre una camisa blanca. La chaqueta llevaba
bordado en el bolsillo el escudo de la Asociación Japonesa de Fútbol, Yatagarasu, que representaba al antiguo dios del sol (una especie de gallo
con tres patas que sujetaba un balón sobre un fondo azul y amarillo, colores
que simbolizaban la juventud y el juego limpio, respectivamente**). El uniforme era elegante, si, pero también incómodo, sobre todo la corbata.
Lo peor era que el seleccionador pretendía que lo llevaran para acudir a las
concentraciones y en los viajes del equipo, y Matsuyama no terminaba de hacerse a la idea de tener que estar en un avión con la corbata puesta.
- Mejor esquiva a los periodistas, Misugi-kun -le dijo Matsuyama,
empujándole ligeramente para que se apartara del camino de un cámara-. Yo no tengo
ninguna gana de salir por la televisión hoy.
- Pues a mí si me interesa -dijo Misugi, dejandose arrastrar-. Yayoi-chan
me ha dicho que estará pendiente del sorteo...
- Aoba-san está muy ocupada hoy como responsable del entrenamiento del
equipo -le recordó Matsuyama. Misugi había dejado a Yayoi de encargada del
entreno de aquella tarde, donde los jugadores iban a tener que correr varias
manzanas hasta que estuvieran demasiado cansados para protestar-. Lo último
que va a poder hacer es verte por la tele. ¿Te quieres dar prisa?
Los dos amigos entraron en el edificio, donde encontraron menos
periodistas. Rápidamente les salió al encuentro Munemasa Katagiri, con sus
eternas gafas de sol oscuras y un cigarrillo encendido entre los dedos.
- Hola, muchachos -saludó el representante de la selección.
- Buenas tardes, Katagiri-san -saludaron los dos muchachos al unísono, inclinandose incluso al mismo tiempo.
- Caray, qué compenetración -comentó Katagiri distendidamente mientras le
pegaba una calada al cigarro-. Ese buen entendimiento nos vendrá muy bien en partidos futuros...
-Matsuyama y Misugi se miraron algo azorados-. Si estáis
buscando al seleccionador, está en el salón de actos con Hyuga. Disculpadme, chicos, pero aquí dentro no permiten fumar... -añadió, mientras se dirigía a la puerta de salida a toda velocidad.
- Ese hombre es una auténtica chimenea andante -comentó Misugi sin perderle
de vista mientras andaban hacia el salón de actos. Caminaba tan distraído que
casi se chocó con Hyuga, que salía en aquel momento a ver si veía a sus compañeros de equipo.
Kojiro llevaba puesto también el traje nuevo de la selección, y se
veía a la legua que, acostumbrado como estaba a llevar ropa mucho más informal,
estaba realmente incómodo con aquel traje-chaqueta. Parecía incluso más incómodo que
Matsuyama, que no había parado de quejarse de la corbata prácticamente
desde que se la había ajustado al cuello.
- Vaya, ya creía que no ibais a aparecer -dijo Kojiro.
- Hola, Hyuga-kun -saludó Misugi, inclinándose en el saludo ritual que Hyuga
respondió, para después estrecharle la mano. Matsuyama hizo otro tanto inmediatamente después.
- Me alegra verte, Hyuga -dijo Hikaru.
- Lo mismo digo -respondió Kojiro-. ¿Os habéis enterado ya?
- ¿De qué?
- De que vamos a tener que salir al escenario en el sorteo. Seremos los encargados de sacar las bolas de nuestros rivales -informó Kojiro de mala gana.
- ¡¿Queeeé?! -preguntó Matsuyama, incrédulo.
- Como lo oyes -le confirmó Hyuga, cruzándose de brazos.
- Veo que Hyuga ya os ha puesto en antecedentes -intervino Mikami, el seleccionador. Iba vestido exactamente igual que sus jugadores, salvo por la
corbata, que era gris-. La Asociación Japonesa de Fútbol se ha enterado de que veníais y ha querido homenajearos de esta forma.
- Pues se podían haber guardado su homenaje -dijo Kojiro.
- O sea -resumió Matsuyama mirando a Misugi-. Que al final saldrás en televisión.
-Misugi sonrió.
Y, al final, los tres jugadores tuvieron que subir al escenario, después de haber sido reclamados por el presidente de la Asociación. Todos los
allí presentes brindaron un gran aplauso a los representantes de los campeones
del mundo, cuyo deseo más inmediato era desaparecer de allí cuanto antes y dejar de ser el centro de atención. Pudiera parecer que, acostumbrados como
estaban a ser el punto de mira de multitudes cuando jugaban al fútbol, aquellas
situaciones multitudinarias no les afectaran. Pero no era así en absoluto. Preferían jugar mil veces contra Alemania que tener que aparecer en un
espectáculo como aquel.
En el bombo habían depositado treinta bolas que contenían los nombres
de los distintos equipos. En realidad, el grupo AFC de la FIFA lo componían treinta y seis países, pero Emiratos Árabes no entraba en el sorteo porque
estaba clasificado automáticamente por ser el país anfitrión. Los cinco restantes eran los cabezas de serie de los cinco grupos que se formarían para
jugar aquella primera fase. Japón, como campeón del mundo, era el cabeza de
serie del grupo B. China (el actual campeón de la Copa de Asia) era el cabeza
de serie del grupo A, y Malasia (que se había clasificado para el Mundial de
Francia), Corea del Sur y Thailandia eran el resto de los cabezas de serie de
los grupos C, D y E, respectivamente. Era bueno saber que Japón evitaría a esos cinco países hasta la fase
final de la Copa de Asia, aunque en el bombo aún quedaban equipos potentes.
Pero resultó que aquellos tres jugadores japoneses no sólo se iban a
encargar de sacar las bolas de su grupo, sino que serían los encargados de sacar... ¡todas las bolas! O al menos eso dijo el Presidente de la Asociación
Japonesa de Fútbol, que hacía de maestro de ceremonias. Así que no les quedó
más remedio que aguantar y pasarse todo el acto metiendo y sacando la mano del
bombo, hasta que los cinco grupos, con sus siete países, estuvieron totalmente
configurados. De aquellos se clasificarían sólo los primeros y los segundos de
grupo, junto con el mejor tercero de los cinco grupos, hasta formar los once
equipos que se unirían a los Emiratos Árabes en la fase final de la Copa de
Asia.
- Al menos nos queda un consuelo -comentó Kojiro cuando bajaban las escaleras
del escenario una vez finalizado el acto, entre los aplausos de la gente-. Nuestro grupo es realmente fácil.
El grupo, ciertamente, era asequible. El equipo más peligroso era Irán,
y después estaban los otros cinco: Kyrgyzstan, Filipinas, Bangladesh, Kuwait y
Tajikistan.
- No está mal -coincidió Misugi.
El presidente había dado por finalizado el acto cuando los tres
jugadores llegaron a su sitio. Mikami, mientras terminaba de tomar sus notas, les
felicitó por lo bien que lo habían hecho. Katagiri bromeó un poco y desapareció
rápidamente para fumarse otro cigarrillo. Había aguantado toda la ceremonia (que
duró cerca de una hora) sin fumar.
- Disculpadme, tengo que visitar un lugar antes de irnos -dijo Hikaru al final.
- ¿Dónde vas? -le preguntó Misugi, sin entender.
- Al servicio -le aclaró Matsuyama, que se tuvo que abrir paso a empujones
entre la gente que abandonaba el lugar-. Creo que jamás me acostumbraré a estas
aglomeraciones -fue lo último que dijo antes de dejar a sus compañeros solos.
- Tokyo siempre es así -dijo Hyuga sentándose al lado de Misugi-. Tiene mucha
suerte de no vivir aquí.
- Ya lleva una semana viviendo aquí, Hyuga-kun -anunció Misugi por el ausente Hikaru. Kojiro abrió los ojos como platos por la sorpresa.
- ¿Cómo? -preguntó finalmente.
- Es uno de los refuerzos del Musashi para esta temporada -dijo Misugi-. Junto con Soda Makoto y
Kazumasa Oda-añadió Jun, dejando caer la bomba-. ¿No lo sabías?
Por supuesto que no lo sabía, pero la intención de Misugi no era en
absoluto informar a Hyuga. Por el tono en que lo dijo, se entendió a la perfección que acababa de advertir a Kojiro que el Toho podía ir preparándose a fondo. No lo iban a tener tan fácil (si es que aquello resultó fácil) como el año anterior.
- Pues no. ¿Ahora juegan en el Musashi? -le preguntó Kojiro para confirmar.
- Por el momento sólo entrenamos -dijo Misugi, aunque sin revelar nada más-.
Es cuestión de tiempo que empecemos a jugar -dijo Misugi, con aire grandilocuente-. Y, ¿cómo le va al
Toho?
- Estamos los de siempre -contestó Hyuga.
- Menos Takeshi, claro... -se atrevió a insinuar Misugi.
Sawada Takeshi era dos años menor que ellos y, como le pasaba a
Nitta, no podía jugar como preuniversitario. Y todo el mundo sabía que Takeshi era
una pieza fundamental en el esquema ofensivo del Toho.
- No, Takeshi incluido -dijo Kojiro. Esta vez a quien le tocó abrir los ojos
como platos fue a Misugi-. La directiva del colegio ha propuesto a la Asociación de Fútbol Japonesa que se permita jugar a los menores de dieciséis años en el
campeonato preuniversitario. Al fin y al cabo, el periodo preuniversitario
es hasta los dieciocho años, y Takeshi tiene catorce -dijo el delantero, que sabía que estaba dejando a Misugi de piedra-. Y la Asociación nos ha dado la razón. Takeshi jugará con nosotros, en definitiva.
Hyuga había devuelto la pelota a
Misugi; patear los tiros contrarios
era algo en lo que el delantero era especialista, y lo acababa de demostrar. Con esas palabras, le acababa de decir a Misugi Jun que no sentía ningún temor por su nuevo
Musashi.
- Vaya, pues no tenía ni idea de eso -admitió Misugi. De repente, los ojos se le iluminaron al recordar la baza de
Nitta, pero no soltó prenda. Prefería tener guardado un as en la manga-. ¿Sabes lo que sería interesante? -le dijo
a Kojiro, aunque no esperó su respuesta-. Organizar un partido amistoso entre el Toho y el
Musashi.
Hyuga simuló pensárselo un momento, aunque en realidad no tenía nada
que pensar. Aquel partido era una oportunidad para conocer las debilidades de
su reforzado contrario.
- No estaría mal -contestó Kojiro.
- Nos serviría de entrenamiento a ambos después del verano -dijo Misugi. Su
rival asintió.
- No creo que el Toho ponga ninguna pega. Llevamos tiempo deseando probar
nuestra forma -dijo Hyuga-. ¿Dónde jugaríamos?
- Mmm... en zona neutral. ¿Qué te parece el campo del parque Uroki? -propuso
Misugi.
- Perfecto. ¿Cuándo os viene bien jugar? -preguntó Hyuga.
- ¿Y a vosotros?
- Nosotros estamos preparados siempre -contestó Kojiro con orgullo, aunque
Misugi sabía que era totalmente cierto.
- Ah, pues muy bien. ¿Que tal el sábado de la semana que viene, a las cinco
de la tarde? -dijo Jun. Kojiro asintió dando su conformidad.
- El Toho estará allí -dijo Hyuga.
- Y el Musashi -dijo Misugi, que tendió la mano a Hyuga para sellar el reto
con un apretón.
En aquel preciso momento, Mikami regresó de saludar al presidente de
la Asociación, y anunció a los muchachos que éste acababa de invitarles a todos a una cena a la que no podían rehusar. Estarían todos los altos mandatarios del
fútbol japonés.
- ¿Dónde está Matsuyama? -preguntó el seleccionador, cayendo en la cuenta de
la ausencia del jugador.
- Ha salido... -empezó a explicar Misugi.
- Ah, pues nos reuniremos con Katagiri y con él fuera. Al presidente aún le queda hablar con la prensa y con algunos representantes internacionales, y me ha dicho que nos adelantemos y vayamos al restaurante por nuestra cuenta -les explicó-. Venga, vamos.
Los tres salieron al recibidor del Consejo Superior de Deportes. Allí
un nutrido grupo de periodistas, armados con sus cámaras, micrófonos y grabadoras de bolsillo, rodeaban una solitaria figura que contestaba como bien podía
a las preguntas de los reporteros, con una nube de micrófonos rodeándole el cuello.
- ¡Es Matsuyama-kun! -dijo Misugi con una sonrisa en los labios al recordar
que Hikaru le había dicho que no tenía ninguna gana de salir en la televisión.
Observó que su compañero se desenvolvía con gran naturalidad y gran paciencia
delante de las cámaras, a pesar de todo, y deseó llegar lo antes posible a casa para ver qué preguntas le habían hecho y qué había contestado.
- Voy a sacarle de ahí... -dijo Mikami-. Salid fuera y buscad a Katagiri.
Los dos compañeros obedecieron al seleccionador, y no tuvieron que
buscar mucho para encontrar a Munemasa Katagiri, que estaba recostado en la
pared acabando el pitillo. Momentos después salieron Mikami y Matsuyama.
- Aquí está la estrella -le susurró Misugi en voz baja cuando Hikaru llegó
a su altura.
- Menos bromas, Misugi-kun. ¿Que me he perdido? -preguntó después.
- Bueno, nos vamos de cena con la Asociación de Fútbol -le informó
Misugi-.
Ah, y nos enfrentaremos al Toho el sábado de la semana que viene. ¿Verdad? -le preguntó a
Kojiro, que asintió.
- ¡¿Qué?! -preguntó Matsuyama, sin salir de su asombro.
NOTAS:
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