Capítulo 8:      ¿UN CHICO FAMOSO?

por Sandra Hernández Martín


          Soda y Oda acababan de terminar de cenar y estaban sentados delante de la televisión en la sala de recreo, jugando con el mando a distancia mientras buscaban una buena película que ver aquella noche. Era viernes por la noche, y se suponía que cualquier joven de su edad estaría deseando salír por ahí, pero ellos dos estaban demasiado cansados para eso. Aoba-san era una entrenadora muy dura y, puestos a elegir entre Misugi y su novia, elegían a Jun con gran diferencia. Aoba-san era inflexible, y lo habían comprobado aquel día con creces: les había tenido corriendo durante una hora, a distintos ritmos. Con mucho, preferían a la Aoba Yayoi encargada del equipo, que se ocupaba con dulzura de ellos, y no a la Aoba Yayoi montada en bicicleta que les gritaba a pleno pulmón que no se parasen.
  - Cambia de canal más rápido -le dijo Oda a Soda, que era el que tenía el mando en la mano.
  - Esto no va más rápido, Oda -contestó Soda reprimiendo un bostezo.
  - He oído que os han pegado hoy una buena paliza... -intervino una voz femenina a sus espaldas.
          Ambos se volvieron y se encontraron con Hideoki Akemi. Su sonrisa pícara casi derritió a los muchachos, que no hacían más que pelearse por ella desde que Matsuyama les dijera en el entrenamiento del martes que la había conocido. Desde entonces, los dos chicos pasaban todo el tiempo con Hikaru, porque Akemi había cogido gran confianza con el ex-capitán del Furano y hablaban a menudo, y tanto Soda como Oda querían estar todo el tiempo posible al lado de una de las chicas más guapas del colegio.
  - Me han dicho que Yayoi-chan os ha tenido corriendo hasta que habéis tenido la lengua arrastrándose por el suelo -siguió picándoles Akemi.
  - ¡Bah!¡Eso no ha sido nada! -se apresuró a decir Oda, sacando pecho con orgullo-. En Furano los entrenamientos eran diez veces más duros, y yo nunca me cansaba... -presumió el delantero delante de la chica.
  - Si, ha sido coser y cantar -dijo Soda, que no quería quedarse atrás delante de su posible rival.
          Cualquiera que les hubiera visto a ambos después de terminar de entrenar aquel día se reiría a carcajada limpia ante tantas mentiras.
  - ¿Y entonces por qué estáis sentados los dos delante del televisor? ¿No pesáis salir esta noche? -preguntó la chica-. ¿O es que estáis demasiado cansados?
  - ¿Ves? Eso era precisamente lo que le estaba diciendo yo a Soda-kun, ¿sabes? Pero el me decía que estaba muy cansado y yo tampoco quería insistir... 
  - ¿Yo? Pensaba que el cansado eras tú, Oda... -se defendió Soda.
  - ¡Vaya! ¿No son esos Matsuyama y Misugi? -preguntó Akemi señalando la pantalla de la televisión con un dedo. Rápidamente se sentó entre los dos chicos (qué decir tiene que ninguno de ellos protestó en absoluto), le arrebató el mando a Soda y subió el volumen, para escuchar lo que decía-. Vaya, que elegantes están con ese traje -comentó Akemi-. ¡Eh, mirad! -gritó, dirigiéndose al resto de la gente que estaba en la sala, que en realidad eran tres o cuatro personas que estaban jugando al ajedrez-. ¡Mirad quiénes salen en la tele! ¿Quién es el otro que está a su lado? -preguntó.
  - Hyuga Kojiro, creo -dijo Soda-. ¿Qué hacen esos tres en el escenario?
          En aquellos momentos, efectivamente, los tres jugadores salían sacando las bolas del bombo, mientras la voz del reportero, la voz en off, iba explicando cómo habían quedado los grupos al final. El periodista se jactaba que a Japón le había tocado un grupo realmente fácil y que, como campeones del mundo que eran, no iban a tener ninguna dificultad en llegar a la fase final en Emiratos Árabes. Acto seguido, la imagen cambió y apareció Matsuyama con un collar de micrófonos alrededor del cuello, en el momento en que los periodistas le habían cazado para preguntarle su opinión mientras Misugi y Hyuga organizaban el partido entre le Musashi y el Toho.
  - ¡Hikaru! -exclamó Oda, sonriendo. Sabía que, aunque no le importaba hablar con la prensa y siempre era amable y paciente con ellos, a su amigo no le gustaba nada tener que hacerlo. 
  - ¡Ahí le tenemos! -dijo Soda riéndose-. Mírale que serio, parece un jugador profesional...
  - Callaos, que no oigo lo que dice... -dijo Akemi, imponiendo silencio.
          Le acababan de preguntar si estaba contento con el grupo que les había tocado, que era realmente fácil.
  - "En mi opinión, hoy en día cualquier equipo es peligroso" -decía Matsuyama, diplomático. Otro periodista le recordó (como si necesitara que se lo recordasen) que Japón era actualmente el mejor equipo del mundo, y que eso les daba ventaja-. "Ser campeón del mundo es un arma de doble filo" -oyeron decir a Matsuyama-. "Proporciona respeto, pero también hace que los contrarios se motiven aún más para ganarte. O al menos eso es lo que Japón siempre ha hecho."
  - ¡Muy buena respuesta! -dijo Soda. 
  - "Pero en el último mundial las únicas selecciones que participaron del grupo AFC fueron Malasia y Japón. ¿Nos da esto una idea del nivel que podemos esperar de la Copa de Asia?" -oyeron que le preguntaban a su compañero.
  - Ese tipo va de nuevo a la carga -dijo Oda-. Quiere que Hikaru le diga que Japón simplemente es el mejor y se llevará el trofeo de calle...
  - "Bueno, desde la fase de clasificación ha pasado mucho tiempo, se habrán corregido errores y se habrán reforzado los equipos" -razonaba en ese momento Matsuyama-". No creo que nos vayamos a encontrar a las mismas selecciones, o al menos no el mismo juego. Todo será más difícil. No podemos fiarnos de nadie más que de nosotros mismos, eso es lo único que nos asegurará la victoria. Lo que si es seguro es que Japón no jugará con miedo ante ninguna selección, porque nunca lo hemos hecho."
          Y acto seguido, el noticiario empezó a desarrollar otra noticia que nada tenía que ver con el sorteo de la Copa de Asia y, para los chicos de la residencia, perdió todo su interés.
  - ¡Vaya con Matsuyama-kun! -dijo Soda-. No sabía que se le daba tan bien hablar con la prensa...
  - Si tú supieras... -murmuró Oda.
  - Ha hablado con mucha elegancia, y ha sido muy diplomático -sentenció Akemi-. No te rías de él.
  - Si yo no me rio -dijo Soda-. Por cierto, ¿quiénes ha dicho al final que eran los rivales de Japón?
  - Irán, Kuwait, Kyrgyzstan, Filipinas, Bangladesh y Tajikistán -se oyó una voz a espaldas de todos.
          Matsuyama estaba plantado en la puerta de la sala de recreo, ya sin la chaqueta (que llevaba bien doblada bajo el brazo) y con el nudo de la corbata suelto a la altura del pecho. Al entrar en la residencia le habían atraído el pequeño alboroto que salían del lugar. Y, cuando llegó, se encontró con que el motivo era... ¡él mismo! Al verle en la puerta, Soda y Oda aplaudieron y le vitorearon.
  - ¡Aquí está el chico más famoso de la residencia! -anunció Soda.
          Hikaru cerró los ojos y sacudió la cabeza, mientras se le escapaba un suspiro resignado, y entró en la habitación con paso cansado. 
  - ¿Qué te pasa? Has hablado muy bien... -dijo Oda-. ¿Tienes pensado quitarle el puesto a Katagiri-san como representante de la selección? -siguió bromeando el delantero.
  - Ni por todo el oro del mundo -dijo Hikaru, sentándose pesadamente en uno de los sillones, cerca de sus amigos. La cena con la Asociación era la cosa más aburrida que recordaba haber hecho, eso le había cansado más que el partido de semifinales contra Francia, y eso que había tenido hasta tanda de penaltis.
  - Dejadle en paz, chicos -salió en su defensa Akemi-. Has hablado muy bien, Matsuyama, en serio -le dijo la chica.
  - Gracias, Hideoki-san -dijo Hikaru-. Al menos alguien sale en mi defensa, aunque no me conozca desde que tenía tres años... -añadió.
  - Es más divertido meterme contigo -dijo Oda captando la indirecta.
  - Me acordaré de eso -dijo Matsuyama reprimiendo un bostezo.
  - ¿Y qué piensas realmente del grupo de Japón, Matsuyama? -le preguntó Soda.
  - ¿No has visto la tele? Ahí lo he dicho todo -le dijo Hikaru, sin soltar prenda-. Es la pura verdad.
  - Son equipos fáciles -dijo Soda-. No puede ser que te los tomes tan en serio.
  - Me preguntó si Alemania, Italia o Argentina pensaron eso de Japón en el mundial... -dijo Matsuyama-. Nunca se sabe, Soda. Nunca se sabe.
  - Diplomático hasta el final, ¿eh? -dijo Soda. Hikaru se encogió de hombros.
  - ¿Cuando es el primer partido? -preguntó Oda.
  - Dentro de quince días, en Tokyo, contra Kuwait. Mikami dará la lista de convocados una semana antes -dijo Matsuyama-. Ah, hablando de partidos. El sábado que viene jugamos contra el Toho.
          Matsuyama se consideró vengado por las bromas que acababa de sufrir cuando vió las caras de espanto que pusieron Soda y Oda después de que soltara la noticia de aquella forma.

          El lunes por la mañana Misugi Jun aprovechó que no podía hacer ejercicio físico y se escabulló de la clase de gimnasia con un objetivo: encontrar a Nitta Shun para que empezase desde aquella misma tarde a entrenar en el equipo sub-18 o preuniversitario del Musashi. Llevaba dándole vueltas a aquella idea todo el fin de semana, y deseó muchas veces tener el teléfono de Nitta para llamarle el mismo día en que Hyuga le había dado la noticia de que Takeshi jugaría con el Toho. 
          En su afán de presumir de la potencia de su equipo, Hyuga había revelado a Misugi más cosas de las que debería, mientras que el entrenador del Musashi aún guardaba ases en la manga. En primer lugar el Toho se prepararía para anular su juego, cuando en realidad él no iba a jugar... y además contaría con la presencia de Nitta, que era un jugador valiosísimo. 
          La mente de Jun trabajaba rápido con la estrategia, y ya tenía un par de jugadas en la cabeza para Nitta. Contaba con dos excelentes pasadores en el equipo, como eran Matsuyama y Soda, y la punta de velocidad de Nitta Shun venía a las mil maravillas para lo que tenía pensado. Además, Nitta tenía otra buena cualidad: su excelente disparo a puerta. Eso abría muchas posibilidades ofensivas...
  - ¡Nitta-kun! -llamó Misugi al delantero, al que vio pasillo adelante. Agitó una mano para que este se diera cuenta de su presencia.
  - Hola, Misugi-sempai -saludó Nitta, algo extrañado de encontrarse a Misugi por las aulas de su curso, y más en el cambio de clase-. ¿Qué haces por aquí?
  - Hola, Nitta. Vengo a hacerte una propuesta -dijo Misugi, directo al grano-. Quiero que juegues en mi equipo, con los preuniversitarios.
  - No tengo edad suficiente -contestó Nitta escuetamente.
  - Te equivocas: el Toho propuso a la Asociación Japonesa de Fútbol que la gente de tu edad pudiera jugar con los mayores, para meter a Takeshi con los preuniversitarios, y lo han permitido -le explicó el entrenador-jugador escuetamente-. Así que puedes jugar con los sub-18. Los entrenamientos son a las seis... -comenzó a informarle Misugi, convencido de que el otro diría que sí. 
          Se equivocaba.
  - No -le interrumpió Nitta.
          Misugi abrió la boca, pero no emitió sonido alguno debido a la sorpresa. Pasado un momento, fue capaz de hablar de nuevo.
  - Creo que no me has entendido... -dijo Jun, confundido.
  - Te he entendido perfectamente -dijo Nitta-. Y te digo que no jugaré con los mayores. 
  - ¿Por qué no? -preguntó Misugi, que estaba tan sorprendido que no se le ocurrió decir otra cosa.
  - Tengo mis razones -contestó Nitta, sin dar más explicaciones-. Disculpa, pero tengo clase.
          Mudo de asombro, Misugi vio como Nitta se daba media vuelta y se dirigía de nuevo a su clase.
  - ¡El sábado jugamos contre el Toho! -gritó Misugi a la desesperada. Nitta se detuvo un momento y volvió la cabeza hacia él-. En el parque Uroki, a las cinco -añadió en tono más comedido-. Piénsatelo.
          Pero Nitta negó con la cabeza y entró en su clase, dejando a Misugi helado en el sitio y con un sabor amargo en la boca.
          Su as en la manga se había perdido.

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