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La calle, un gran mercado



Una de las cosas que más llaman la atención a las personas que visitan la ciudad de México es observar cómo algunas calles están convertidas en enormes bazares, donde uno puede encontrar cualquier cosa que se le ocurra.
El de los vendedores ambulantes es un sector de gran importancia en esta ciudad, con sus organizaciones y sus líderes. Para poder instalarse en la calle es necesario primero pedir autorización al líder correspondiente y pagarle su cuota. El líder, a su vez, ha de tener buenos contactos con el gobierno de la ciudad para permitirle instalarse en un espacio que teóricamente está destinado para el tránsito de vehículos y personas.
L@s vecin@s y los comerciantes de las zonas afectadas por estas invasiones se quejan de las molestias que traen acarreadas los ambulantes: suciedad, competencia desleal, ruidos y dificultades para acceder a sus hogares principalmente.
La batalla entre el gobierno de la ciudad, que intenta ordenar el comercio informal y los ambulantes, que se resisten a abandonar un territorio que con el paso del tiempo han hecho suyo, es constante.
En el siguiente artículo intento acercarte algo de lo que se ve y escucha en cualquiera de esos mercados ambulantes callejeros.





    Quienes ya conozcan la ciudad de México no me podrán negar que una de sus señas de identidad es el comercio. El comercio en cualquier lugar: en la calle, en el Metro, en el mercado, en el tianguis, en el bazar, en los centros comerciales, en el autobús...
    Un día que estaba con mis cuates platicando acerca de las diferentes maneras que tienen l@s chilang@s para ganarse la vida me hicieron el siguiente comentario: "Mira güey, aquí l@s obrer@s, y l@s emplead@s, en general están tan mal pagad@s, que a menudo deben de recurrir a buscar unos ingresos extra para complementar su escasa paga" Es entonces cuando el papá recurre a doblar turnos o cuando el resto de los miembros de la familia deben "buscarse la vida", cada uno a su manera, para aportar al hogar familiar el complemento económico necesario.
    También este tipo de trabajos están mal pagados pero la suma de tres, cuatro o cinco malos salarios da como resultado un ingreso familiar que permite, aun sin ningún lujo aparente, llegar a final de quincena.
    ¿Y los comerciantes? ¿Qué tal les van las cosas a ell@s? Pues qué quieren que les diga, a unos muy bien y a otros no tanto. Cuando digo comerciante no me estoy refiriendo al dueño de una cadena de supermercados, que sin duda también lo es. Me refiero fundamentalmente al pequeño comerciante. Aquel que tiene su changarro, es decir, su propio negocio, más grande o más pequeño, pero suyo de él.
    Son esta clase de comerciantes los que nos hacen recordar a quienes nos regresamos a esta ciudad que nuevamente nos encontramos en el Distrito Federal. Y a quienes no hayan venido jamás por estas tierras, ¿cómo les puedo explicar yo lo que se siente cuando uno pasea por banquetas y calzadas convertidas en escaparates, probadores, cajas de caudales... en definitiva, en escenario para la práctica de uno de los oficios más viejos del mundo: el comercio?
    El chiste está en que el tráfico no se interrumpe en las calles donde los comerciantes exponen su mercancía al numeroso público allí concentrado. Los carros, los taxis, los bici-taxis, los micros del transporte urbano, los vendedores y vendedoras acarreando grandes cantidades de mercancía de un lado para otro... Cada quien a su manera se abre paso por calles que no son precisamente anchas avenidas.
    Yo pienso que sólo en un lugar como México, y por extensión en los países menos favorecidos económicamente del continente americano, es posible el perfecto orden caótico, la convivencia en espacios reducidos sin que aparezca la discordia, la puesta en práctica de la máxima de "vive y deja vivir"
    Yo no les puedo mostrar el colorido de las calles llenas de gente y de productos, ni hacer de altavoz de las voces entremezcladas que en ellas se escuchan, ni acercarles hasta sus narices la mezcla de olores recios que en ellas se respiran. Eso sólo lo obtendrán si se acercan hasta el mero lugar y lo recorren sin prisa, dejándose llevar por la marea de gente unas veces, por su instinto otras y por su sentido común la mayor parte de ellas.
    Sin embargo sí puedo compartir con ustedes los resultados del trabajo de campo que realicé un día cualquiera en las calles Moneda, Correo Mayor, del Carmen, República de Bolivia, de Colombia... partiendo de la calle Moneda que es una de las que desemboca en el Zócalo capitalino.
    Caminando por estas calles, y cerrando los ojos, escucharíamos una sucesión ininterrumpida de voces que tratan de imponerse unas a otras en una encarnizada batalla y que inicialmente nos resulta complicado poder aislarlas para comprender lo que nos están intentando hacer llegar hasta nuestros oídos. Pero si continuamos con el ejercicio de agudizar el oído, empezaremos a discernir unas de otras y esto es lo que escucharemos, eso sí, en un tono muy potente y algunas veces melódico.
    Pásele señor, aquí hay lugar / ¿Qué le ponemos señor? / ¿Qué se va a llevar el señor? / Bolsas, señor, lleve bolsas / Por docenas se la pongo a dos cincuenta / Cuántos joven, cuántos joven / ¿Una lupita patrón? Para la letra pequeña, la letra borrosa. Le vale diez pesos, diez pesos le cuesta / Se va a llevar... veinte chocolates con avellana por diez pesos / Dos encendedores, cinco pesos / Súbale, una calle, una dirección, súbale (un bici-taxi ofreciendo sus servicios) / Anillos, dorados, de a peso, anillos, dorados, de a peso / Ahí está la rosa perfumada, ahí está el regalo oiga, agárrele oiga, agárrele / Le vale de a varo, de a varo, de a varo / Peluche musical, de a veinte. A veinte, a veinte, a veinte / Aquí sí estamos dando barato oiga. Los de a treinta a veintiséis, oiga / El traca-traca de a cinco pesos / Lleve tres docenas de pinzas, diez. Llévese tres docenas, diez / Súbale, súbale, ¿quiere servicio?, súbale (otro bici-taxi) / La nieve, la nieve (no se refiere a que esté empezando a nevar sino que lo grita un vendedor de nieves, algo parecido a los helados) / Quinientos cotonetes a diez, quinientos a diez (los cotonetes son los bastoncillos para limpiar los oídos) / Tres paquetes de pilas doble, diez pesos / Son seis pares de calcetines por treinta mira / De a varito, de a varito la pieza / A treinta y cinco le vale la gorra / Puro mayoreo, puro mayoreo (mayoreo es la venta al por mayor. Lo contrario sería menudeo) / Control universal (mando a distancia), multicontactos (interruptores), extensiones (alargaderas) / Rematote, rematote (rematar es cuando se ofrece un producto muy barato porque uno se lo quiere quitar de encima a toda costa, aun "perdiendo" dinero) / Esto va a ser nomás que un ratito. Annais, Carolina Herrera, Channel, Stéfano, Christian Dior. Para pura gente conocedora. Lo vengo a rematar, oiga. A diez y quince varotes / Te vale de a cinco, te vale de a cinco. Llévate la correa (para atar a l@s niñ@s pequeñ@s y que así no se pierdan en las aglomeraciones) / Una rica congelada de rompope, una congelada, una congelada (una especie de polo elaborado con un licor a base de aguardiente, leche, huevos, azúcar y canela) / Sesenta le vale, sesenta le cuesta. La mochila de moda, oiga, la mochila de novedad / Cinco tacos de canasta por tres varos, cinco tacos de canasta por tres varos / Escójale, escójale / Cinco, cinco, cinco varotes / Barabara, barabara, barabara, barabara (supongo que barabara procede de la palabra barato) / Órale gente, órale gente / Lleve su trompo (peonza) económico por cuatro varos / Pipipipi, pipipipi, pipipipi. Ahí está, el reloj despertador, por diez varos...
¿Qué te pareció? Y esto es una minúscula muestra de lo que allí se puede llegar a escuchar.



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