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Fin de semana a ritmo de mariachi



Con motivo de la III edición del Congreso Internacional del Mariachi y la Charrería, se celebraron a lo largo del mes de marzo de 2002 en la ciudad diferentes actos.
Conferencias, exhibiciones, conciertos, entregas de galardones, talleres de música y homenajes dieron paso en los días finales (sábado 23 y domingo 24 de marzo de 2002) a tres actos principales: un festival de mariachi en el Zócalo capitalino, un concierto del mariachi Vargas de Tecalitlan en el Gran Hotel Ciudad de México y finalmente un desfile de mariachis y charros desde el monumento a la Revolución hasta el Zócalo.
A mí me encanta la música de mariachi. Esta es la crónica de un fin de semana vivido a tope y disfrutando de la música tradicional mexicana.





Amor, maldito amor. Amor y mujeres ingratas, amor y hombres cínicos. La dicha y el dolor, la risa y el llanto, la vida y la muerte.
Amor y desamor. Si nos dejan nos vamos a querer toda la vida... Amor de mercado y amor de surtidor.
Mujeres consuelo y mujeres imán. Amor, desdichado amor. Si nos dejan haremos de las nubes terciopelo...
Mariachi, sentimiento cantado que nace desde las vísceras. Puritito corazón. Si nos dejan... Amor, bendito amor.



    Sábado en la tarde.
    A partir de las tres de la tarde del sábado 23 se escuchó el mariachi en el Zócalo. Ante un reducido y selecto público desfilaron por el escenario Martín Carrión, el mariachi Oro de Cuenca (Ecuador), la tabasqueña Cristian Santos, Fernando Santos del Distrito Federal, la jarocha y guapísima María de la Luz, desde el municipio de Nezahualcóyotl, en el estado de México, la dicharachera Lidia López y finalmente, desde la ciudad de Bogotá (Colombia), el mariachi Azteca Internacional.
    Fue tarde de violines y trompetas, de guitarras y guitarrones, donde l@s artistas invitad@s tuvieron ocasión de repasar temas escritos por los grandes compositores de la canción mexicana (el maestro Lara, Mario de Jesús y otros más).
    Durante aproximadamente tres horas l@s diferentes solistas y grupos desfilaron por un escenario "adornado" para la ocasión por Laurita y Rosi, edecanes de una conocida marca de cervezas mexicana, quienes no pararon de hacer tonterías, una con más gracia que la otra, durante la celebración de la gala.
    "Si nos dejan", "Mi potrillo Rosillo", "La cigarra", "Querido México", y una peculiar versión de "A mi manera", fueron algunos de los temas que pudimos escuchar l@s allí reunid@s.
    "Tiempo para disfrutar de la música popular mexicana y para que los organizadores del evento aprovecharan para lanzar alguna que otra pedrada a quienes, en este país, arrinconan a menudo lo propio y suspiran por lo ajeno con claro espíritu malinchista.

    Sábado en la noche.
    El mismo día, a las 20:30 horas, estaba anunciada la presencia en el Gran Hotel Ciudad de México del mariachi Vargas de Tecalitlan, según algunos el mejor mariachi del mundo mundial. Los 120 pesos que costaba asistir al evento y la sospecha de que fuera éste un acto más bien elitista, hicieron que este humilde narrador de acontecidos declinase acudir al gran hotel pero a cambio se aventase a la gran Plaza Garibaldi para continuar la noche a ritmo de mariachi.
    Para quienes no la conozcan les diré que Plaza Garibaldi es lugar donde "se comercia" con el mariachi. Allá acuden mexican@s y extranjer@s a escucharlos. Algun@s pagan y se sienten privilegiad@s porque el mariachi toca para ell@s. Otr@s, mientras tanto, escuchamos a una distancia prudencial y nos sentimos privilegiad@s porque las notas que salen de trompetas y violines, de guitarras y guitarrones, se elevan en el aire y a nadie pertenecen.
    Garibaldi, lugar de rateros, de prostitutas y de alcohol, mucho alcohol. Garibaldi y sus cantinas: el Tenampa, el Rincón del Mariachi, el salón Tropicana... Garibaldi, donde el macho mexicano hace alarde de su "generosidad" regalando unas canciones a su amada o amante. Garibaldi, donde los pobres se quedan y los ricos pasan. Garibaldi, donde el mal de amores se mata a base de balazos de tequila, donde los compadres lloran sus penas y se consuelan mutuamente. Garibaldi, lástima que estés obligada a contemplar algunos de los contemporáneos mariachis, con su celular amarrado al cinto y moviendo el culito al ritmo de músicas foráneas para solaz de las viejas. ¡Pendejos! Garibaldi, donde si no te ahogas en alcohol, nadarás en la inmensidad del mar del mariachi. Garibaldi.

    Domingo en la mañana.
    Una hora antes de lo previsto para dar inicio al desfile me encuentro en el monumento a la Revolución. Los primeros caballos se encuentran ya amarrados en las calles adyacentes al lugar donde se erige el monumento, arrancando de los arbolitos alguna que otra hoja a modo de aperitivo. Pronto se deja ver por allí la tabasqueña Cristian Santos, l@s colombian@s del mariachi Azteca, las lindísimas edecanes Laurita y Rosi y l@s ecuatorian@s, que según parece, vinieron echándose su caminata.
    La plaza se llena de colores, de vestidos tradicionales, de caballos que se encabronan, de policías, de montones de mierda equina que los esforzados del servicio de recogida hacen desaparecer rápidamente, de música de viento y de cuerda, de banderas y estandartes.
    A las 12:00 horas da inicio el desfile. Avenida de la República, cruce con el Paseo de la Reforma. Algun@s automovilistas que se impacientan o saludan, quién sabe, a la comitiva haciendo sonar el claxon de sus carros. Avenida Juárez, algunos carros comienzan a adelantar a la comitiva a la altura de la Alameda Central. México, tierra de contrastes. El colosal edificio todavía en construcción del hotel Sheraton, observa medio dormido el paso de esta singular comitiva donde se mezclan caballos y caballeros, amazonas y músicos.
    Los escasos paseantes de esta mañana dominical observan con una mezcla de perplejidad y satisfacción el paso de la treintena de caballos, las bandas de música y los laceros charros realizando sus ejercicios con el lazo.
    "¡Viva México!" grita un espontáneo, al mismo tiempo que manda a la chingada al país del tío Sam (una de las banderas que integra la comitiva es la de las barras y estrellas).
    Un segundo comentario por parte de otro espontáneo acerca de la bandera gringa ("pinches vaqueros") sirve para que su portadora reflexione y seguidamente doble cuidadosamente la bandera y la recoja.
    Francisco I. Madero, la Casa de los Azulejos. El público agolpado en las banquetas va aumentando conforme nos acercamos a nuestro destino. Laurita se arranca a bailar. L@s fotógraf@s anónim@s aprovechan para inmortalizar con sus sofisticadas cámaras el histórico momento. No, a Laurita no@ A los mariachis y a los caballos.
    "Se vale aplaudir mis amores". Al fondo, el Palacio Nacional nos aguarda. La gigantesca bandera que preside el Zócalo también se inclina para saludar respetuosamente a la comitiva. "Ay cobija, ahora sí me calientas". En el Zócalo el sonido de violines y trompetas se mezcla con otros ritmos, otros colores y otros olores.
    Pino Suárez prolonga inesperadamente el paseo. Y es que estos charros están tan orgullosos de enseñar sus artes a l@s demás, que decidieron prolongar un tantito nuestro paseo matutino. La comitiva se detiene un instante antes de volver a emprender su marcha por República de Uruguay y 20 de Noviembre para desembocar una vez más en el Zócalo. Vuelta de honor a la Plaza de la Constitución en medio de una gran expectación y finalmente la comitiva se divide en el crucero de 16 de Septiembre y 5 de Febrero. Los caballos, jinetes y amazonas se marchan, esta vez al trote, en busca de sus remolques y el resto de la comitiva se retira a descansar al Gran Hotel.
    Son las 13:00 horas del domingo 24 de marzo de 2002.



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