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El cerro del Chapulín



Chapulín     En la ciudad en la que el tráfico no se detiene, de l@s automovilistas haciendo sonar compulsivamente el claxon de sus vehículos, de la música a todo volumen en los mercados callejeros y de la basura amontonada en las calles, existen todavía lugares en los que poder olvidarse por un rato de todas estas formas de contaminación y respirar un aire algo menos nocivo para nuestros pulmones.
    Si bien muchos de los escasos parques existentes han sucumbido a la degradación al no recibir los cuidados necesarios para evitar ser engullidos por la mancha urbana, existen aún pequeños oasis que han logrado sobrevivir y nos brindan la posibilidad de disfrutar de un día de campo sin necesidad de salir de la ciudad.
    Uno de esos lugares es el Bosque de Chapultepec. Situado al oeste de la ciudad de México, este gigantesco pulmón de 170 kilómetros cuadrados es uno de los lugares preferidos por l@s capitalin@s para abordar el Metro y aventarse un domingo cualquiera hasta allí para pasar un día en familia.
    Son tres las secciones que integran el Bosque de Chapultepec, cada una de ellas con su propia personalidad y atractivo. Si deseamos visitar la primera de las secciones tenemos dos opciones para llegar hasta ella: hacerlo utilizando la línea 1 del Metro y apeándonos en la estación Chapultepec o caminando por el Paseo de Reforma hasta alcanzar la denominada Puerta de Leones.
    Una vez allí lo primero que encontraremos será un gigantesco monumento en forma de hemiciclo de mármol rosado dedicado a los Niños Héroes, homenaje a los cadetes del Colegio Militar que dieron su vida por defender el Castillo de Chapultepec de la invasión norteamericana el 13 de septiembre de 1847.
    Detrás de este monumento asoma el castillo, la construcción más significativa de esta primera sección y, por ende, de todo el Bosque. Donde los antiguos mexicas construyeran un teocalli, se levantó en tiempos de la colonia un castillo que, con el paso del tiempo y las modificaciones sufridas merced a los caprichos de sus ocasionales moradores, se convirtió en la construcción que hoy podemos observar y que alberga en su interior el Museo Nacional de Historia. Un paseo por el interior del castillo nos ofrece una idea del lujo y al mismo tiempo de la incomodidad con que se desarrollaba la vida en ese lugar hace unas décadas. Las vistas desde la terraza del castillo son magníficas, magníficamente grises en días en que la contaminación nos impone su oscuro velo o magníficamente claras en contadas ocasiones.
    Después de haber saboreado los encantos del castillo podemos descender hasta la orilla del lago y rentar una chalupa para ejercitar un poco los brazos a golpe de remo. Es un milagro que estas embarcaciones floten y una auténtica aventura dar un paseo en ellas. Quienes no deseen tentar a su suerte pueden dar un paseo por los alrededores del lago y entretenerse viendo a los chamacos que prefieren no perder su tiempo inútilmente y lo ocupan en intentar capturar alguno de los pececillos que nadan en el lago.
    En la orilla oeste del lago hay una construcción denominada La Casa del Lago. Se trata de un espacio cultural donde podemos disfrutar de un amplio programa de actividades que incluye música, exposiciones, presentaciones de libros, cine, teatro, eventos infantiles y muchas cosas más.
    Para los amantes de los animales enjaulados existe cerquita de esta casa un Parque Zoológico de libre acceso y con un montón de especies diferentes.
    Aunque todo el Bosque sea un gran centro de convivencia los peques tienen un espacio exclusivamente diseñado para ell@s en el que pueden pasárselo a lo grande en los diferentes juegos existentes.
    Esta primera sección del bosque cuenta también con tres importantes museos: el de Antropología, el de Arte Moderno y el Rufino Tamayo.
    No obstante para mí el mayor atractivo del bosque lo representan los múltiples caminos y senderos que se despliegan por todas partes invitándonos a recorrerlos sin prisa y topándonos en nuestro caminar con bonitas fuentes, esculturas, monumentos y diversos rincones con encanto.
    De las tres secciones del bosque seguramente esta primera es la que mayores atractivos concentra para el visitante y, por tanto, la más saturada.
    Si deseamos mayor tranquilidad podemos desplazarnos a la segunda sección del bosque. En ella hay tres zonas claramente diferenciadas: por un lado, el denominado Lago Mayor y su entorno, por otro, la Feria o Parque de Juegos Mecánicos y finalmente, la zona de museos que comprende: el Museo Tecnológico, el Papalote o Museo del Niño y el Museo de Historia Natural.
    A mí particularmente me agrada pasear rodeando el Lago Mayor, quedarme prendado observando la imagen del restaurante reflejada en las aguas del lago y asombrarme con el aspecto de ric@s y famos@s de l@s clientes del Café.
    A un costado de la segunda sección del bosque se encuentra el Panteón Civil de Dolores por si nos cansamos de la ciudad de los vivos y queremos visitar la de los muertos.
    Y finalmente llegamos a la gran olvidada, la tercera sección del Bosque de Chapultepec. Me refiero a ella como la gran olvidada porque no esperen encontrar aquí grandes atracciones. Apenas cuenta con algún parque acuático y un club hípico. Aquí el mayor de los atractivos es poder caminar de forma despreocupada, sin encontrarnos apenas con alguna otra persona en nuestro camino y disfrutando de la parte del bosque en que las huellas de los humanos se han dejado sentir menos.
    En fin, este es el Bosque de Chapultepec. Al momento de escribir este relato me he dado cuenta de la grandiosidad que supone para una ciudad como esta disponer de un lugar tan rico y diverso. A mí me ha llevado varios días visitar sus tres secciones y disfrutar de todos sus atractivos pero estoy seguro de que cuando mi reloj interior dé la señal de alarma de tanto asfalto, tanto ruido y tanta contaminación volveré a visitar, no importa cuál de sus secciones, el bosque que se extiende alrededor del cerro cuyo perfil dicen que a la distancia se asemeja a una langosta o saltamontes, el cerro del Chapulín.



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