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El encanto de los mercados de la ciudad de México



Mercado     "De una ciudad deben conocerse sus mercados y sus panteones. Lo demás es turismo". A pesar de su extremismo, estoy de acuerdo con la afirmación de Guillermo Fadanelli. Si tenemos en cuenta el refrán ese de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo", podemos llegar a la conclusión de que si los panteones son la ciudad de los muertos, los mercados son la de los vivos que, desde siempre, necesitan llenar sus estómagos para poder continuar residiendo en la ciudad de los vivos.
    Una de las ventajas de los lugares que todavía "no han hecho méritos suficientes" para pertenecer a los países del llamado "primer mundo" es la de contar con una filosofía de las relaciones comerciales si cabe más humana, donde la frialdad y lo impersonal de los grandes centros comerciales se sustituye por lugares como los mercados, donde la relación entre comprador y vendedor es completamente diferente.
    En la ciudad de México existen multitud de centros comerciales al estilo europeo o gringo. Entre ellos se encuentran la Comercial Mexicana, Leclerc, Aurrerá, Gigante, etc. Cuando uno entra a cualquiera de esos establecimientos, tiene la extraña sensación de que podría estar en México o en cualquier ciudad europea o americana. La misma distribución de los productos, las mismas caras tristes de sus emplead@s y la misma insípida pulcritud.
    Pero afortunadamente, además de esos macro-centros para frustrad@s, existen en la ciudad de México muchos mercados donde el acto de comprar se convierte en otra historia, donde supone un pequeño placer caminar por sus pasillos y observar cómo el oficio más viejo del mundo, el comercio, se puede desempeñar de otra manera.
    Los mercados están tan llenos de vida que visitarlos se convierte en un ejercicio reconfortante. Por un lado está el mercado en sí, es decir, el conjunto de locatarios que ofertan sus productos, que se esmeran en colocar su mercancía de modo que nos atraiga, que nos preguntan a nuestro paso qué estamos buscando o qué deseamos y que, cuando nos convertimos en sus clientes, nos miman y nos dan un trato más cálido.
    Pasear por el interior de los mercados de la ciudad de México se convierte en un ejercicio para esquivar a los diablos, los carros metálicos de dos ruedas empleados para transportar las mercancías. Quienes manejan estos carritos se mueven por los pasillos a toda velocidad y a la voz de "va por ahí, va por ahí" nos advierten de que debemos hacernos a un lado porque en caso contrario, nos enviarán "al diablo".
    Después de acostumbrarnos a esquivar a los diablos podremos comenzar a deleitarnos con la gran variedad de alimentos que se ofertan y, para las personas que proceden de otros países, será la oportunidad de aprender algo sobre la riqueza y diversidad de la gastronomía mexicana.
    Muchos de los mercados, además de los tradicionales puestos de frutas y verduras, carnes y pescados, disponen de lugares para saborear los antojitos mexicanos o sentarnos a degustar una comida corrida. Los precios son bastante económicos y además tendremos oportunidad de compartir nuestra mesa con otros comensales.
    Si bien los mercados de alimentos son importantes, no lo son menos aquéllos que están especializados en otros productos: muebles, ropa y calzado, flores, juguetes, dulces, etc. Yo también recomiendo visitar estos últimos.
    Sería una buena idea realizar una guía de los mercados de la ciudad de México, donde poder reflejar la idiosincrasia y particularidades de cada uno de ellos. Yo tuve oportunidad de visitar el de Sonora, La Merced, La Lagunilla, Jamaica y Arcos de Belén, entre otros, y en cada uno de ellos la experiencia fue diferente. Cada uno de ellos me sorprendió por alguna razón y muchos hicieron que regresara nuevamente por el puro placer de caminar por sus corredores.
    Y si me entusiasmaronn los mercados en sí, no lo fue menos todo lo que existe alrededor de ellos: los muelles de carga, los vendedores que se instalan en las afueras, las personas que rebuscan entre los desperdicios, las cantinas en las que se bebe fuerte desde temprano...
    Por todos estos motivos decidí que visitar sus mercados era una de las citas ineludibles para todo visitante de la ciudad de México, pues en el "museo" de La Merced o en el de Sonora también se encuentran obras de arte de incalculable valor.



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