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El Zócalo, corazón de la ciudad de México



Zócalo     La primera ocasión en que visité el Zócalo de la ciudad de México, hace ya dos años de aquello, me quedé sorprendido al ver la impresionante bandera que presidía la plaza. Y es que, para much@s mexican@s, el fervor patrio y el nacionalismo están muy presentes en sus pequeños corazoncitos, Y qué mejor para expresar ese sentimiento que una bandera de 80 kilogramos de peso colocada sobre un asta de 50 metros de altura.
    Otra de las cosas que llamaron mi atención fue el sonido de los tambores tocados por hombres vestidos supuestamente a la usanza de los antiguos mexicas y a su alrededor danzantes que cubrían sus cabezas con vistosos penachos que le hacían a uno transportarse a épocas lejanas.
    El Zócalo es una plancha gigantesca de concreto (hormigón). Es la segunda plaza pública más grande del mundo, detrás de la Plaza Roja de Moscú y su denominación se debe a un zócalo que se construyó como base para un monumento a la Independencia que nunca se terminó.
    En esa gigantesca plancha de concreto no hay nada que le permita a uno protegerse de los rayos solares, presentes la mayor parte de los días en nuestra querida ciudad. Únicamente el mástil de la bandera proyecta una delgada línea de sombra. A mí me gusta contemplar a la gente agrupada sobre esa delgada línea. Quizás esto sea una metáfora de esta ciudad donde para la mayoría de sus habitantes la vida es bastante dura y disponen de pocas oportunidades para preservarse de su crudeza.
    A pesar de la multitud de ocasiones que he visitado el Zócalo debo confesar que siempre hay algo que me sorprende. La aventura comienza al internarse a la plaza pues está completamente rodeada por una avenida de media docena de carriles con intenso tráfico vehicular y ausencia de semáforos. Pero a pesar de todo uno la hace, va sorteando carros y camiones como si fuera un equilibrista y cuando logra llegar a su destino recuerda aquel juego de cuando éramos niños y decíamos aquello de: "Esto es casa" y en aquel pequeño territorio nos volvíamos invulnerables.
    El Zócalo es quizás uno de los espacios más democráticos de esta ciudad. En él concurren marchas (manifestaciones) de todos los colores y se instalan plantones (campamentos reivindicativos). En él el gobierno de la ciudad realiza conciertos gratuitos para que, a quienes no les alcance para comprar el boleto de acceso a los espectáculos del Auditorio u otros foros, también tengan chance de disfrutar de estos eventos. También se instala cada año una muestra de libros para acercarlos a l@s ciudadan@s. Hasta un circo con su carpa, sus tigres, leones y elefantes he llegado yo a ver en el Zócalo.
    Mientras l@s ni�@s vuelan sus papalotes (cometas) uno puede presenciar los espectáculos que protagonizan los artistas callejeros, algunos muy buenos, otros no tanto.
    Los edificios que se encuentran envolviendo a la plaza tienen gran significado. Al norte la Catedral, símbolo de la religión que impusieron los conquistadores. Al noreste el Templo Mayor, centro político y religioso de los antiguos mexicas. Al este el Palacio Nacional que aun sin desempeñar hoy en día función política alguna conserva gran parte de su pasado esplendor. Al sureste la sede de la Suprema Corte de Justicia. Al sur los dos edificios del gobierno del Distrito Federal, al oeste el portal de Mercaderes y al noroeste el Nacional Monte de Piedad, casa de empeño frecuentemente visitada por l@s capitalin@s en su habitual ejercicio de malabarismos financieros para irla pasando.
    Además, las calles que desembocan en la plaza son escenario del comercio formal e informal, de la persecución policial sobre los ambulantes sin permiso delegacional para ganarse la vida y condenados a torear a la autoridad, de la picardía del chilango para hacer pendejos a l@s extranjer@s y gentes de provincia que visitan la ciudad, de lugar para contratar los servicios de un maistro albañil o de un plomero.
    Me encanta escuchar el repique de campanas en Catedral, asistir a la ceremonia de bajada de bandera, escuchar las voces críticas de esta ciudad, echar un vistazo discreto a la actuación de cómicos y charlatanes y asistir a los eventos que se organizan en el Zócalo pero, sobre todo, me gusta maravillarme por la fealdad y la crudeza de esa gran plancha de concreto incandescente que es para casi tod@s el corazón de la ciudad de México.



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