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Esos locos cacharros llamados peseros



Pesero     Los peseros son esos artefactos con ruedas que nos trasladan de forma casi milagrosa de un lugar a otro de la ciudad. Fueron bautizados en la época en que el precio del pasaje era de un pesito. Posteriormente algunos seres, con muy mala intención por cierto, los renombraron como "pecerdos"
    En algunas ocasiones utilizar sus servicios se vuelve casi imprescindible, pues la alternativa que nos queda es la de caminar o abordar un taxi. En otras, los peseros constituyen una buena opción frente al metro, cuando queremos viajar por la mera superficie y disfrutar de las retenciones del tráfico capitalino.
    Viajar en pesero es otra de esas doce cosas que en mi modesta opinión todo visitante de esta ciudad debería hacer.
    La aventura comienza nada más ascender los escalones de acceso a la unidad que separan el mundo real (la calle) de un mundo de fantasía (el interior de esos pequeños templos de decoración "exquisita").
    Nuestro primer contacto será con el chofer y su circunstancia. Personaje curioso donde los haya, el tipo medio de chofer de pesero sería un varón (este es un coto vedado para las damitas porque para manejar un pesero hay que ser mu macho). Estaríamos hablando entonces de un macho de alrededor de cuarenta años, rudo, barrigón, aspecto desaliñado y cejas pobladas. Es un tipo capaz de manejar, entregarnos el cambio, mentarles la madre al resto de automovilistas y pedir a l@s usuari@s, con todo el respeto que merecen, que por favor se recorran hacia la parte posterior del vehículo para dar cabida al mayor número de pasajer@s posible. Y toda esta frenética actividad la desarrolla al mismo tiempo.
    Llegados a este punto es necesario advertirles que en los peseros no entregan boleto. Pues sólo le faltaba eso al sufrido chofer para terminarla de amolar... Yo muchas veces pienso qué ocurrirá el día que tenga un accidente con lesiones viajando en uno de esos cacharros. Cómo podré acreditar que en el momento del fatídico choque formaba parte del pasaje. De momento, afortunadamente para mí, no he precisado encontrar la respuesta.
    El chofer de pesero gusta de personalizar su puesto de trabajo, de modo que es habitual la presencia de imágenes de la virgen de Guadalupe, crucifijos, adhesivos horteras, tarjetas de felicitación que algún buen día le entregaron cariñosamente esos vástagos por los que se desvive, zapatos de bebé atados por sus cordones a la barra que sirve de agarradero a l@s sufrid@s viajer@s... Su vehículo es un pequeño templo donde se venera la estética más cutre y salchichera que puedan ustedes imaginar.
    Una vez que hemos pagado por nuestro derecho a disfrutar un ratito de esta atracción rodante, el siguiente paso es buscar acomodo, tarea complicada donde las haya por dos motivos: primero, normalmente no hay asientos libres, pues los peseros suelen ir hasta la madre. Además, en México todavía se conserva la sana costumbre de ceder el asiento a las damas y personas de edad avanzada o con dificultades de movilidad. Segundo, si tenemos la fortuna de que nuestra unidad viaje semi-vacía, podemos arriesgarnos a buscar un asiento donde colocar nuestras pompas. El riesgo está en que, a veces, según el espacio vital del asiento, sale mejor ir parado que sentado, pues los asientos de los peseros normalmente están diseñados para personas de talla pequeña, más próximas a la estatura de los gnomos que a individuos adultos de desarrollo equilibrado.
    El modo de distribuir los asientos en el interior del vehículo es otra de las cosas que siempre me sorprenden cuando subo a uno de esos cacharros. El ingenioso "ingeniero" mexicano recibe la orden de colocar el máximo número de asientos en el menor espacio posible. De modo que desarrolla su creatividad, da rienda suelta a su imaginación y logra su propósito, vaya si lo logra, a pesar de obligarnos a tod@s a viajar con enorme incomodidad. "A mí nadie me habló de viajer@s", dice a modo de disculpa.
    Otro capítulo que merece nuestra atención es la música con que nos deleita el amable chofer para hacer nuestro viaje más ameno. En este campo existen diferentes tendencias. Está el que no tiene radio, el que lo tiene y no lo prende, el que sintoniza una emisora en la que intercalan música y noticias, el que se inclina por emisoras de música popular mexicana, el que le va más a la música romántica y finalmente, sin ninguna duda el más interesante de todos, el que por circunstancias de la vida tuvo que agarrar la profesión de chofer pero su verdadera vocación, donde se maneja a las mil maravillas, es en la de disc-jockey. Estos últimos tienen para mí un encanto especial. En general son jovenzuelos y la que más les late es la música techno aunque algunos también le van al heavy. El volumen, bien alto, que se note el wataje que nos respalda. Normalmente acompañan el ritmo de la música con las manos, los pies, la cabeza...
    Los peseros sufren a menudo accidentes de circulación. Por un lado, la mayoría de los choferes no son muy diestros que digamos en el tema del manejo. Cada uno tiene su propio código de circulación, el cual no siempre coincide con el oficial. Por otro lado, la necesidad de sacar la cuenta del día de forma holgada, les hace optar por echar carreritas entre ellos a fin de robarse el pasaje. El lema de algunos parece ser "Antes muertos que llegar tarde" Los frenazos bruscos, los acelerones, los volantazos... todo ello me recuerda a la sensación de ir montado en una atracción de feria.
    Si ustedes tienen la mala fortuna de chocar su carro contra un pesero, la culpabilidad nunca será del chofer del pesero, así que mejor no discutan porque de lo contrario acudirán más choferes de peseros al escenario del accidente (este es un gremio muy solidario) y le "convencerán" de que usted y sólo usted fue el culpable del siniestro.
    A mí me gusta viajar en las plazas delanteras de los peseros, cerquita del chofer, para no perderme ningún detalle de la película. Cuando llego a mi destino sano y salvo exteriorizo mi alegría dándole las gracias al chofer e interiormente le agradezco a la virgencita (la Guadalupana) por haber obrado una vez más el milagro de conducirnos hasta nuestro destino sanos y salvos.
    Espero que con mis comentarios no les haya quitado las ganas de montarse en uno de estos artefactos. Ya se sabe que a veces uno tiende a la exageración. Yo en el fondo disfruto viajando en ellos, los choferes son buena onda y no es tan fiero el león como lo pintan...
    Por motivos de espacio me dejé algunas cosas sin comentar: la figura de los checadores, la de los ayudantes del chofer, las personas que suben a vender los más variados productos, las que se animan a cantar o a actuar...
    ¡Ah! Y los asaltos.



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