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La ciudad de México a fines de la década de los 60



¿Cómo era aquella ciudad de finales de los años 60 que comenzaba a sentir la masificación urbana y sus consecuencias?
Jorge Volpi nos ofrece algunas pistas que nos ayudarán a retroceder unos 40 años en el tiempo e imaginarnos aquella otra ciudad.





La ciudad de los 60     "Al iniciarse 1968, la ciudad de México tiene siete millones de habitantes, según la proyección del censo de 1960. Pero la megalópolis aún no cobra conciencia de sus dimensiones, apenas comienza a reconocer sus problemas y los desafíos de la modernidad.
    La región más transparente (1958), la novela de Carlos Fuentes que retrata a la desmedida urbe mexicana, cumple diez años, aunque parece como si el tiempo no hubiese avanzado desde entonces. Los citadinos siguen comportándose como provincianos: a pesar de las muestras de progreso material, la vida privada continúa un curso paralelo al de la década anterior; se frecuentan los mismos lugares y se prosigue con los mismos hábitos de siempre. Sólo una nueva erupción, la de los jóvenes -no es que antes no los hubiera, sino que no se les tomaba en cuenta-, comienza a transformar algunos de los escenarios y conductas de sus moradores, aunque de cualquier manera los hippies y demás rebeldes son fenómenos localizados, una excentricidad repentina que no perturba demasiado a las buenas conciencias. El cabello largo y las minifaldas se toleran, así como ciertos espectáculos psicodélicos, aunque detrás de esta palabra -tolerancia- se esconde una secreta ansia de represión. México se hace cada vez más inabarcable; muchas ciudades comienzan a convivir en la misma ciudad, una para cada sector de sus habitantes, deseosos de proseguir con sus costumbres ancestrales.
    Parafraseando el inicio de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, habría que decir: "Me acuerdo, no me acuerdo, ¿qué año era aquél?"
    1968. Ya hay supermercados, desde luego, pero ahora la televisión comienza a llenar todos los hogares. Por primera vez en la historia de la humanidad es posible conocer lo que sucede en otra parte del mundo casi de inmediato; ver las noticias significa estar unido con una sociedad cuyos límites no se conocen. Hace apenas cuatro años, la Olimpiada de Tokio fue televisada por primera vez (en blanco y negro), pero la de México constituirá el verdadero paradigma de la alianza entre espectáculo y tecnología. Este año tienen gran éxito las telenovelas históricas y el noticiario Excélsior. Niños y adultos se deleitan con los capítulos de Mi bella genio, Hechizada, El túnel del tiempo y Porky y, entre los programas nacionales, con Daniel Pérez Alcaraz y Madaleno en el Club del Hogar y con el doctor I. Q.
    En el cine se hacen largas filas para ver Casino Royale, Bella de día, La fierecilla domada, El cañonero del Yang-Tse y la monumental La guerra y la paz.
    Para comer, uno debe ir a la Zona Rosa, donde se encuentran el Sanborn's de Niza, el Perro Andaluz, el Picadilly Pub, La Pérgola, el Luau, el Bellinghausen.
    Por la noche, en el Teatro Blanquita se presenta la cubana Celia Cruz. Y, entre los más recientes estrenos de la capital, destacan: La ronda de la hechizada, de Hugo Argüelles, en el Xola, y Con la frente en el polvo, de Luis G. Basurto, en el Fábregas. Pero sin duda el gran escándalo de la temporada es Hippie's, que se anuncia como "el primer espectáculo psicodélico" de la capital.
    Mientras tanto, en sus propias casas, los padres deben soportar que sus hijos escuchen a los Beatles -of course-, así como a los Rolling Stones, The Who, Cream, Peter, Paul & Mary, Grateful Dead y Mothers of Invention, pero también a Bob Dylan y Joan Baez, aunque hay quienes prefieren a Los Hermanos Castro, Angélica María, César Costa y Raphael de España.
    La clase media lee El Sol de México y El Heraldo de México -el único periódico que se publica a colores, propiedad del coronel García Valseca, uno de los integrantes del grupo político poblano al que pertenecía, asimismo, el presidente Díaz Ordaz- y escucha la XEW, La voz de América Latina desde México. Son muchos menos -los críticos, los revoltosos, los estudiantes- quienes leen El día, ¿Por qué? o La cultura en México [...]. Según Enrique Krauze, el prototipo del joven rebelde de 1968 habría nacido a mediados de la década de los cuarenta. Habría estudiado en la Escuela Nacional Preparatoria, donde habría tomado sus primeros contactos con la política y el marxismo gracias a Escucha yanqui! o Los marxistas de C. Wright Mills. De la preparatoria habría pasado a la UNAM y se habría convertido en un acérrimo defensor de la revolución cubana. Alguno habría recibido clases, en las facultades humanísticas, de algún miembro de la generación de Medio Siglo. No dudaría en cargar bajo el brazo un ejemplar de Siempre!, como si fuera un escudo o una marca de clase. Para entonces, nunca escucharía los discursos de Fidel Castro ni soñaría con viajar a Cuba; preferiría apasionarse por la vida del Che y de Trotski. A partir de 1967 leería a Marcuse, en traducción de Juan García Ponce, devoraría las páginas del boom y al Octavio Paz de Corriente Alterna. Se rebelaría contra la guerra de Vietnam y admiraría, desde luego, a Monsiváis"
Jorge Volpi
La imaginación y el poder
Ediciones Era
Máxico 1998



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