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El barrio bravo de Tepito



"En los Estados Unidos Mexicanos no hay barrio más antiguo, más famoso, ni más infame que Tepito. Tepito ya estaba allí cuando llegaron los españoles y más de un intento de reforma urbana se ha desvanecido desgastándose en sus implacables calles. [...] La gente de aquí mantiene la cabeza erguida con orgullo y el vecindario le debe su prolongada existencia a la tenaz resistencia de sus habitantes a cualquier cambio que les quiera imponer el exterior. El lema "estoy orgulloso de ser mexicano; pero es un don de Dios ser de Tepito", coloca las cosas en lo que los lugareños llamarían la perspectiva adecuada" (Sam Quiñones).

También conocido con los sobrenombres de Tepis, Tepiscoloyo o Tepistock, Tepito es el barrio bravo por antonomasia. De origen prehispánico, está situado en la delegación Cuauhtémoc, al norte del Carmen y la Lagunilla y al sur de la ex glorieta de Peralvillo. Es el barrio de la venta de segunda mano, del reciclaje de objetos para su comercio, saldos de ropa, fayuca, armas y drogas. Tepito es un gran mercado callejero donde es posible encontrar lo que uno desee si sabe preguntar a la persona adecuada. Es lugar para visitar acompañado de una persona conocedora del lugar y, sobre todo, ser discreto.
En cierta ocasión vi un antiguo cartel bastante significativo sobre el carácter de esta barriada. En él aparecía una ancianita vendiendo sus mercaderías y el mensaje del cartel decía: "En Tepito se vende todo menos la dignidad"
En el siguiente relato Lauro E. Rosell nos habla de los orígenes de Tepito, que desde hace siglos arrastra la fama de lugar particularmente arriesgado para el visitante.





    "En el rumbo nornoreste de la capital, hállase situada desde tiempo inmemorial la antigua barriada de San Sebastián, que forma parte de las legendarias y folclóricas del Carmen y Tepito, lugar esta última que antaño fuese madriguera de unos tipos raros y terribles; rateros que el vulgo designó con el nombre de "ensebados", porque tenían la particularidad y señal muy remarcada de cortarse los cabellos a raíz del peine, y su cuerpo envuelto en una asquerosa sábana de color un sí es o no blanco, "sin camisa ni calzones, y salían a robar untado el cuerpo con sebo, porque si eran alcanzados por los vigilantes, les dejaban la sábana y seguían corriendo"
    Muchos años estos individuos tuvieron a raya a la policía, que se consideraba impotente para reducirlos al orden, no obstante las continuas redadas que de ellos hacía. Como por arte de encantamiento, surgían más y más para cometer innumerables fechorías, y todavía, según cuentan las crónicas, en el comienzo del siglo XIX, tuvieron estos malhechores asolada a la ciudad por aquel rumbo, con la circunstancia de que en repetidas ocasiones internábanse hasta el centro, poniendo pies en polvorosa cuando atravesaban las calles, enteramente desnudos, llevando en sus manos el objeto hurtado.
    La barriada de Tepito era causa de horror y espanto para los bonachones habitantes de la ciudad, y por consiguiente, lugar vedado para ellos, so pena de salir víctimas de los fatídicos "ensebados"
Lauro E. Rosell
Iglesias y conventos coloniales de México
Editorial Patria
México 1979



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