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Amor filial a la mexicana



Todos los años, cuando el calendario señala el 10 de mayo, l@s mexican@s honran a sus mamás. No importa que un@ esté sin lana (dinero) en esas fechas, el/la mexican@ no dudará en endrogarse (endeudarse) para festejar a su progenitora. Todo será poco para celebrar ese día.
Pero además otras madres, las ajenas, son habitualmente recordadas o mentadas todos los días del año. A unas y a otras se refiere Marco A. Almazán en su relato.





Monumento a la Madre     "El mexicano reverencia a su madrecita un día al año, y los 364 restantes se acuerda de las progenitoras de los demás. Resulta curioso observar que un ser tan dado a venerar a la autora de sus propios días, en ocasiones -como en los 10 de mayo- con verdadero fetichismo, no tiene sin embargo el menor reparo en hacer referencias francamente sicalípticas con respecto a las madres ajenas, especialmente en situaciones en que estas señoras nada tienen que ver y ni siquiera están presentes. Basta que un automóvil que va delante nos dé un cerrón, o que el árbitro en un partido de fútbol o en una sesión de box emita un veredicto contrario a nuestro propio parecer, o simplemente que alguien nos caiga gordo, para que de inmediato surja la alusión poco benévola a la mamá del adversario.
    Así como el mexicano por regla general es mal esposo, también por regla general es buen hijo, no tanto por su comportamiento habitual, sino por la veneración en que tiene a su madre. La llama "jefa", "viejita", "mami", y no la baja un punto de santa. La colma de arrumacos, especialmente el 10 de mayo. Este día empeña lo que puede, o roba si es necesario, para llevarle flores y regalos. El pandillero, el maleante e inclusive el asesino más despiadado, se enternece hasta las lágrimas cuando se trata de su "jefecita" de cabellos blancos, a quien besa la mano y le pide su bendición antes de salir a cometer una fechoría. Esta impresionante devoción nacional por la progenitora se generaliza y sublima en el culto a la Virgen de Guadalupe, madre no sólo de México, sino de toda América. Es fama que los rateros van de rodillas a la Basílica para darle las gracias cuando les ha salido bien un golpe.
    El amor filial del mexicano, azuzado por hábiles campañas comerciales, aflora en todo su esplendor el 10 de mayo, en que se hace todo a un lado para rendirle homenaje a la madrecita. Se le lleva "gallo", se le inunda de regalos y de flores.
    El resto del año hay hijos malagradecidos que la tienen a ración de hambre y no se conmueven al verla trabajar desde que amanece hasta la medianoche, mientras ellos leen el periódico tumbados en la cama, pero al llegar el 10 de mayo le besan las manos encallecidas y la llevan a comer fuera, para que ese día se sienta como reina y no tenga que hacer nada.
    Por todas estas razones, resulta incomprensible que le tengamos tan poco respeto a las madres de los demás, a quienes se saca a relucir con el menor motivo y sin tener siquiera el gusto de conocerlas. Para aludir a ellas se emplea todo género de medios, desde la frase soez y retumbante, hasta el silbido de arriero o entre dientes, pasando por el uso del claxon, el toque telegráfico, de raya, dos puntos, raya, punto, y una serie de signos visuales en que intervienen el puño, el brazo, el antebrazo, el índice, el dedo de en medio y la nariz. Sería verdaderamente interesante realizar un estudio sobre los orígenes y evoluciones del recordatorio materno en México.
    ¿Cuándo se inició? ¿Existía ya en las culturas prehispánicas un jeroglífico o un vocablo especial para hacer alusión afrentosa a la progenitora del semejante? ¿O vino de España, incluido ya en el caudal del idioma? Nosotros nos inclinamos a creer que, como todo lo típicamente mexicano, es producto de una amalgama, con raíces tanto indígenas como españolas. En la Península Ibérica no existe la evocación materna tal y como nosotros la conocemos y practicamos, si bien abundan las expresiones en que se le atribuye al prójimo ascendencia de mujer pecadora. Posiblemente este concepto poco halagador, al ser trasplantado a tierras de Anáhuac, sufrió transformaciones y experimentó influencias telúricas e indígenas que lo convirtieron en el actual y nacional recordatorio. Y precisamente a quien primero se le aplicó, fue a los hijos de la Madre Patria.
    Porque el Día de la Madre, tal y como ahora lo celebramos, es de creación relativamente reciente, de origen norteamericano y de fomento comercial hebraico. En cambio, la clásica referencia a la progenitora ajena, en sus múltiples y cotidianas variedades, debe ser tan antigua como Coatlicue, madre de los dioses y de la Tierra"
Marco A. Almazán
Amor filial a la mexicana
Claroscuro
Editorial Novaro
México 1967



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